La gestión de De la Rúa comenzaba a verse jaqueada por la protestas social, ya debilitada tras el duro revés electoral de menos de dos meses antes en las elecciones legislativas en las que se impuso el peronismo, mientras las encuestas mostraban una brutal caída en la imagen del mandatario.
Veinte años se cumplen del estallido social y la crisis política que hizo tambalear la institucionalidad en la República Argentina, con un saldo de 39 muertos y un cimbronazo que modificó la historia reciente del país.
El 3 de diciembre de 2001 el gobierno de Fernando de La Rúa anunció el “corralito” dispuesto por el ministro de Economía, Domingo Cavallo, decisión que limitaba la libre disposición de dinero en efectivo de cuentas corrientes, cajas de ahorros y plazos fijos, lo cual aceleró la crisis que se vivía y significó el principio del fin de la gestión del dirigente radical.
Los bancos se habían quedado sin liquidez y los dólares salían el sistema, mientras los cuentapropistas y los trabajadores en negro no podían cobrar por falta de efectivo. El conflicto social comenzó a tomar fuerza en esos días y comenzaron las manifestaciones callejeras, luego se iniciaron los saqueos a negocios en Mendoza, pasando posteriormente a supermercados del conurbano bonaerense.
Muchos comerciantes, desesperados ante la pérdida de su mercadería, decidieron bajar las persianas y aún hoy se recuerda la imagen de un hombre de origen chino llorando a la entrada de su comercio que acababa de ser saqueado, repetida una y otra vez por las señales de televisión.
La gestión de De la Rúa comenzaba a verse jaqueada por la protestas social, ya debilitada tras el duro revés electoral de menos de dos meses antes en las elecciones legislativas en las que se impuso el peronismo, mientras las encuestas mostraban una brutal caída en la imagen del mandatario.
El 19 de diciembre, un discurso de De la Rúa por cadena nacional sobre la continuidad de las medidas de ajuste fiscal generó una protesta en Plaza de Mayo, imitada también en la Quinta de Olivos y el Congreso: el estallido se había desatado.
Durante la jornada seguía llegando gente a Plaza de Mayo y se produjeron enfrentamientos con la policía que había sido desplegada por el Gobierno en los alrededores, iniciándose una represión que iba a continuar el día siguiente. Las manifestaciones, incluían a ahorristas, peronistas, militantes de agrupaciones de izquierda e independientes y la proclama “Que se vayan todos” se extendía entre todos. Esa tarde, cuando llegaban las noticias de los primeros muertos por la represión, el Presidente declaró el Estado de Sitio “para asegurar la ley, el orden y terminar con los incidentes“. Pero la gente, lejos de acatar la medida, la desafió y siguió nutriendo la Plaza de Mayo haciendo golpear sus cacerolas.
Uno de los principales apuntados por la gente era Cavallo, quien tuvo manifestaciones en la puerta de su casa del barrio porteño de Palermo y presentó la renuncia en las primeras horas del 20 de diciembre. Las protestas en Plaza de Mayo no cesaban, como tampoco los muertos por la violenta represión policial. Había además enfrentamientos en Córdoba, La Plata y la gente llegó a cortar el puente en Corrientes, mientras en el conurbano la tensión por los saqueos no disminuía.
“Yo no me aferro a un cargo”, le dijo a sus colaboradores más cercanos el propio De la Rúa en la tarde del jueves 20 de diciembre, luego de haber convocado en las horas previas al peronismo para conformar un gobierno de unidad, propuesta que fue rechazada por los referente del espacio opositor.
Durante el mediodía del 20, las Madres de Plaza de Mayo fueron junto a militantes de derechos humanos y el grupo Quebracho a la Plaza de Mayo, donde fueron reprimidas por la Policía Montada, otra de las imágenes más recordadas de aquellas convulsionadas jornadas que dejaron 39 muertos por el accionar policial.
A las 16:00, De la Rúa anunció por cadena nacional que no dejaría la Presidencia y, durante el mensaje que duró 11 minutos, convocó a un acuerdo para reformar la Constitución, en una suerte de “última recurso” para mantenerse en el cargo . Poco después, recibió la llamada de los líderes del PJ, quienes consideraron que “ya era tarde” para probar con algo así, con lo cual su suerte estaba echada. Tras no haber recibido apoyo ni del radicalismo ni del peronismo, ni del poder económico, redactó su renuncia de puño y letra, dirigida al presidente provisional del Senado, Ramón Puerta: “Confío en que mi decisión contribuirá a la paz social y a la continuidad institucional de la República”.
Minutos después de las 19, el ya renunciado De la Rúa dejó la Casa Rosa en el helicóptero presidencial que partía desde la azotea de la se gubernamental, generando la imagen más recordada de la crisis del 2001, símbolo del fracaso de la gestión de la Alianza y de su salida anticipada del poder.
No obstante, el 21 de diciembre por la mañana, De la Rúa regresó a Casa de Gobierno para su última medida, que fue derogar el Estado de sitio que había dispuesto horas antes. “Los peronistas habían rechazado mi llamado a un gobierno de unidad y la UCR me hizo saber que veía mi renuncia como una solución. Renuncié porque la realidad me superaba“, dijo De la Rúa en una entrevista que brindó en diciembre de 2011, diez años después de los acontecimientos.
A su salida, le sucedieron otros cuatro presidentes en un lapso de once días: Puerta, Adolfo Rodríguez Saá, Eduardo Camaño y Eduardo Duhalde, quien si bien no logró completar el mandato de De la Rúa a raíz de los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, ocupó el cargo hasta mayo de 2003.