Valeria Rocha es desarrolladora de software, estudiante de Ingeniería Informática y tiene una discapacidad motriz. Al entrar por primera vez a la facultad se encontró con que no había un baño para mujeres adaptado para el ingreso con silla de ruedas: a pesar de las barreras físicas e ideológicas, el mercado laboral de a poco avanza, y la clave está en generar adaptaciones acordes a las necesidades. ¿Qué pueden hacer las empresas para ser más diversas?
Por Martina Jaureguy
La primera vez que la desarrolladora de software Valeria Rocha entró a la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires (UBA) se encontró con que no había baños accesibles para mujeres usuarias de silla de ruedas. Sólo existía en el baño de hombres, y a partir de su ingreso tuvieron que construir uno nuevo. El factor de género se suma a las dificultades para estudiar y trabajar que pueden afrontar personas con discapacidad, ya sea motriz, visual o de otros tipos.
Las barreras son físicas, pero también ideológicas: desde el machismo en frases como “hacés una carrera de hombres” hasta empresas que rechazan postulantes por el sólo hecho de tener una discapacidad, y no por sus condiciones para realizar el trabajo. Pero una mayor inclusión es posible, y de a poco el mercado laboral avanza: la estudiante de Ingeniería Informática remarca la importancia de que las empresas se adapten con la implementación del home office, capacitaciones y cambios edilicios.
Valeria empezó a trabajar formalmente en tecnología hace tres años en el equipo de riesgos de Despegar.com, detectando bots y compras fraudulentas. “Antes trabajaba freelance, porque siempre una cree que todavía no está preparada para empezar en tecnología”, pero conoció a la agrupación Las de Sistemas, una comunidad de mujeres, trans y no binaries que trabajan en el rubro, y que en el caso de Valeria la “impulsaron a buscar trabajo en IT”. “Era algo que siempre veía muy lejano, como que tenía que esperar a estar recibida para estar capacitada, pero nos sacamos ese mito. A la segunda empresa que me postulé, quedé”, recuerda, aunque remarca que no todas las personas con discapacidad consiguen empleo tan rápido.
Además de ser desarrolladora backend, Valeria da clases de introducción a la programación con Python en Itgrarte, una fundación dedicada a brindar capacitaciones orientadas a discapacidad. Junto con sus compañeras de Itgrarte Katherine Vargas y Ximena Romero, dará una charla sobre cómo se puede aprender y enseñar a programar siendo una persona ciega en la cuarta edición de FemIT Conf, una conferencia de tecnología con perspectiva de género organizada por Las de Sistemas.
—¿Qué dificultades tienen las personas con discapacidad para acceder a un trabajo en tecnología?
—Cuando uno manda el CV lo llaman, pero después cuando se enteran que tienen algún tipo de discapacidad no hay más contacto o avanzan con otro candidato. No dan el paso de conocer a la persona o que den el examen. Yo también doy clases en una fundación que se llama Itgrarte, que brinda capacitaciones con perspectiva de discapacidad, es decir que prioriza a personas con discapacidad. Tuvimos cuatro cursos desde el año pasado hasta ahora, y de 94 alumnos un 75% tenía discapacidad. La mayoría se encontraba en proceso de búsqueda de empleo. No le pasa a todo el mundo como a mí, que entré rápido a trabajar. No sé si fue suerte, pero en general es más difícil.
—¿El factor de género afecta en los empleadores a la hora de elegir postulantes?
—No me ha pasado en mi puesto de trabajo tener alguna situación de discriminación, pero sí en la facultad. Sos una de las pocas y tenés comentarios como ‘Esta carrera es de hombres, ¿qué hacés estudiando esto?’. En los trabajos prácticos te ponen a hacer la documentación y le dejan la parte más dura de programación a los hombres del equipo. Están esas pequeñas trabas a la hora de capacitarse. También si vas a una reunión donde son todos hombres con un compañero de equipo, le hablan a tu compañero y no a vos. Todavía hay cosas por romper.
—Más allá de los cambios por la pandemia, ¿cómo es la accesibilidad en la facultad para personas que utilizan silla de ruedas?
—Fue complicado porque en mi caso particular no me había cruzado con otra persona con discapacidad en la facultad de Ingeniería. Uno piensa que la facultad de Ingeniería debe tener todo adaptado, y no. Faltaban baños accesibles para mujeres, cuando entré tuvieron que construirlo. Sólo había baño adaptado para hombres. Podría haber un baño genérico, no es necesaria la distinción, pero estaba justo dentro del baño de hombres. También faltaban rampas. Fue llegar y empezar a hacer adaptaciones. Aún al día de hoy no tenemos rampa en el ingreso a la vereda de la facultad. El CBC estaba más adaptado. La virtualidad me solucionó un poco todo.
—¿Cómo es la accesibilidad en el lugar donde trabajás?
—Al ser una empresa grande tiene toda la infraestructura y las oficinas súper adaptadas, como marca la ley. No es la realidad de todas las personas con discapacidad, porque lamentablemente se sigue pensando que la persona con discapacidad va a faltar más al trabajo, o no va a poder desarrollarlo, que es muy difícil adaptar los puestos. No es tan fácil conseguir empleo para las personas con discapacidad. Según el censo de 2018, sólo un 32,2% de las personas con discapacidad tienen empleo, y tampoco hay métricas actualizadas.
“Lo importante es charlar con el empleado para saber qué va a necesitar en su puesto. No todos necesitan la misma adaptación”
¿Qué puntos a mejorar debería haber en cuanto a las ofertas y posibilidades de trabajo para personas con discapacidad, en especial mujeres, personas trans y no binarias?
—Creo que la virtualidad ayuda mucho a las personas con discapacidad, para mostrar que cualquier persona desde su casa puede hacer el trabajo y no es necesario que vaya a la oficina. Con esto no quiero decir que deberían dejar de ir a la oficina: lo ideal sería que el edificio esté adaptado. Sabemos que es difícil, no todas las empresas tienen los recursos suficientes para adaptar un edificio, pero sí quizás pueden adoptar la modalidad de home office si se acerca un empleado con discapacidad. Tengamos en cuenta que la persona tiene que atravesar un montón de barreras para movilizarse hasta la oficina, y si lo logra capaz también tiene barreras dentro del edificio. El home office ayuda un montón a la inclusión.
Esto sería para una discapacidad motriz, pero también existen adaptaciones para discapacidad visual. Hay programas que se pueden adaptar para que la persona pueda acceder a todas las herramientas que usa la empresa. Sobre todo, lo importante es charlar con el empleado para saber qué va a necesitar en su puesto. No todos necesitan la misma adaptación.
—¿La tecnología tiene ventajas con respecto a otros rubros para poder hacer estas adaptaciones?
—Sí, porque todo el trabajo se puede hacer perfectamente de forma remota, entonces eso te abre un montón de puertas en la inclusión de personas con discapacidad, porque en otros puestos quizás es más difícil adaptar la tarea. Sí faltan capacitaciones accesibles: a veces la persona no llega a un puesto laboral porque ya es difícil encontrar capacitaciones que contemplen la discapacidad. En tecnología, si hablamos de discapacidad visual, hay muchas plataformas y cursos que no son accesibles porque una persona que usa un lector de pantalla no puede navegar la aplicación y se pierde capacitaciones que le permitiría conseguir un empleo. Estaría bueno que se aproveche la posibilidad de hacer aplicaciones accesibles y diversas, si no, siempre dejamos afuera a un grupo de personas.
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