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Domingo Liotta, el diamantino que hizo latir los corazones

El 4 de abril de 1969 se creó en Estados Unidos el primer corazón artificial en manos del reconocido médico entrerriano, quién además llegó a ser secretario de Salud Pública de Juan Domingo Perón, junto a su socio Denton Cooley. En su ciudad natal se realizaron diversas actividades y actos tras cumplirse 50 años de la implantación.

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“Me partieron el corazón”, twitteó dolida una joven adolescente mientras caminaba de regreso a su casa. La angustia era inminente. En ese mismo instante, una señora no tuvo más que palabras de agradecimiento para ese muchacho que la había ayudado a levantarse tras una repentina caída al suelo. “Usted si que tiene un buen corazón”, sostuvo. Por su parte, en las redes sociales, un grupo de vecinos repudió el accionar de un hombre luego de abandonar unos perritos en la calle. La publicación “no tiene corazón” no tardó en salir a la luz, una expresión carente de sentido para la medicina, pero no para la metafísica.

Frases como estas se repiten todos los días y en todas partes del mundo, teniendo al corazón como eje transversal pero no sólo como un órgano que bombea sangre las 24 horas sino también como el motor de la vida. Y fue precisamente la creación de un corazón artificial, hace 50 años en Estados Unidos, lo que hizo conocido al entrerriano Domingo Liotta.

“El corazón es increíble ya que no existe una sola estructura que pueda moverse, latir y contraerse durante 90 años. Cuando dormimos el cerebro descansa pero el corazón no. El ser humano es único en muchos sentidos, en su pensamiento, en su filosofía y en su forma de actuar. La angustia lastima más al corazón que el sedentarismo. El hombre angustiado es terriblemente peligroso para su vida misma y en especial para este órgano”, reflexionó con mucha sapiencia Liotta, el profesional de la salud a sus 94 años en un imperdible mano a mano con Alejandro Fantino.

Un festejo particular

“Es un tremendo apasionado por lo que hace y había que mostrar en su pueblo quién fue. Nunca perdió el espíritu y las ganas de hacer las cosas. Toda su vida ha sido pelear por la vida y lograr un contacto médico-paciente más humano. Tuvo mucha humildad y nunca se agrandó. Jamás tuvo un caso de mala praxis en los 20 años que estuvo en el Hospital Italiano”, así lo describió Patrick Liotta a su papá en diálogo con Mirador Entre Ríos. Fue su hijo el encargado de organizar los festejos por las bodas de oro de aquella emblemática creación.

La fecha, tan cara para los sentimientos de los argentinos, no se podía pasar por alto en la Ciudad Blanca. La llegada del doctor, quien actualmente reside en Morón (Buenos Aires), a su localidad natal generó alegría y orgullo en los vecinos. El punto de encuentro fue en calle 25 de Mayo al 20, donde se levantan las paredes de la Casa-Museo del médico entrerriano. Allí tuvieron lugar una serie de festejos y la Maratón del Corazón por las calles de Diamante, donde participaron unos 300 atletas, aficionados, amigos y familiares que se sumaron a la iniciativa.

No faltaron las lágrimas, los aplausos, las fotos y los reconocimientos para Liotta, quien fue el encargado de bajar la bandera en la prueba atlética y de entregar los premios. Volvió a su tierra natal, aquella misma que lo vio crecer y desarrollarse como persona de bien. Sin lugar a dudas, su nombre quedará grabado para siempre en la historia nacional junto a otros referentes del país como Borges, Milstein, Favaloro, Leloir, Piazzolla, Fangio, entre otros.

“Son 50 años de un hecho histórico y único que cambió la humanidad en las ciencias médicas. Hoy miles de personas se benefician por ese invento y ocurrencia, en un momento donde a nadie se le ocurría porque era alocadísimo poder hacer en 1960 un corazón artificial”, se explayó el emprendedor cultural y el menor de los hermanos.

Cada centímetro de la Casa-Museo del doctor Liotta despierta nostalgia, historia e identidad. Entre sus pasillos, en cada rincón y en ese majestuoso jardín, donde predomina el verde de los árboles y la música que trepa por los aires, se ve reflejada la vida y obra de Don Domingo. Diplomas y reconocimientos provenientes desde diversos puntos del mundo, los anteojos de cirugía, el bisturí, una nota redactada a puño y letra, fotos con Juan Domingo Perón, el Papa Francisco y Juan Pablo II, una dedicatoria de Arturo Illia, los prototipos del primer corazón artificial, los libros publicados y los videos de las notas periodísticas adornan el lugar y dejan atónitos a quienes deseen entrar allí.

La revolución cardiovascular

La mañana del viernes 4 de abril de 1969 no fue una mañana cualquiera. La sala de cirugía del Texas Herat Institute de Houston estaba lista para recibir a Haskell Karp, un minero de 47 años muy afectado por una insuficiencia cardíaca y que había sufrido varios infartos. Estuvo al borde de la muerte en reiteradas oportunidades pero lograron salvarlo. La operación del corazón no tenía marcha atrás y las expectativas eran enormes al punto tal que periodistas de diversos medios se colocaron detrás de la galería vidriada para contemplar el suceso histórico.

Inmediatamente, los doctores Liotta y Denton Cooley se pusieron en campaña. Se colocaron los guantes y barbijos para comenzar la labor en el quirófano. Al principio, no pudieron desfibrilar al paciente, lo que los llevó a darle golpes eléctricos. Las drogas suministradas por el anestesista fueron en vano y los tiempos no daban tregua. Más allá de todo, los nervios se habían quedado en el pasillo.

“De ese momento recuerdo que no teníamos miedo ni estábamos inseguros. Hacía diez años que veníamos investigando y ensayando. Cuando finalmente tuvimos la oportunidad lo hicimos y salió todo como esperábamos. Fue todo un éxito. Considero que fue un antes y un después en la medicina y me siento parte de la historia”, recordó el diamantino que tiene en su haber 12 patentes y más de 500 publicaciones científicas.

Una vez abierto el pecho de Haskell, le mejoraron la arquitectura del ventrículo izquierdo, removiéndole parte de la pared fibrática. En ese momento, Cooley salió de la sala para avisarle a la esposa del enfermo cómo iban a proceder, y a las autoridades del hospital para que fueran solicitando un donante. Al remover el corazón del minero, separaron los ventrículos con una incisión transversal. “Para poder sacarlo seccionamos la aorta y la arteria pulmonar. Era la primera vez, fuera de una autopsia, que se hacía algo así”, continuó Liotta.

Si bien las tareas marchaban a la perfección tuvieron que lidiar con el conector aórtico de salida de la bomba, que no estaba correctamente alineada con la aorta del paciente. Los profesionales de la salud rápidamente resolvieron la cuestión e implantaron el ventrículo derecho a la brevedad para devolver el corazón a su lugar de origen. La emoción no se hizo esperar ni un solo segundo, especialmente en el médico norteamericano, que con lágrimas en los ojos demostró su alegría por el logro del objetivo. Liotta, por su parte, fue más cauteloso, aunque no menos expresivo.

“Yo no canté victoria hasta que visité a Karp en el posoperatorio. Él todavía estaba entubado, no podía hablar. Le dije: ‘Abra los ojos’. Los abrió, y le dije: ‘Apriéteme la mano’, lo hizo. ‘¡Mas fuerte!’ ¡Y lo hizo! Le sacamos los tubos al otro día”, remarcó el egresado de la Universidad de Córdoba.

El primer corazón artificial estuvo activo en el paciente durante cinco días hasta que fue operado nuevamente pero esta vez con uno real de una mujer donante, proveniente de Massachusetts. Este invento argentino se exhibió en el 2006 en la muestra “Tesoros de la Historia Americana” del Instituto Smithsonian de Washington. La lámpara de Thomas Edison, el sombrero de Abraham Lincoln, el teléfono de Alexander Graham Bell y la primera computadora son algunos de los objetos que también descansan allí.

“El hombre de ciencia es el maquinista de la historia”, dejaría en claro muchos años después el destacado entrerriano. Y agregó: “Ahora es todo mecánica en la ciencia, más que nada por todos los elementos que utilizamos para estudiar a un enfermo”.

Una vida dedicada a la medicina

Hijo de padres inmigrantes, provenientes de Misterbianco, un pueblito de la provincia de Catania (Italia), Domingo Liotta nació el 24 de noviembre de 1924 en el seno de una familia humilde y trabajadora, que había elegido desembarcar en Diamante por tres simples razones: el puerto, el tren y el Regimiento 3 de artillería, ya que su padre era militar, llegando a integrar la armada inglesa. Cursó sus estudios primarios en la Escuela Manuel Alberti y en la Escuela Independencia de la localidad y, como no había secundaria, tuvo que viajar hasta Concepción del Uruguay.

En 1940, sobre uno de los bancos de su casa natal, el joven Liotta le comentó a su madre que tenía ganas de estudiar medicina, más allá de que su hermano quería que estudie farmacia. Tres años más tarde comenzaría la carrera de medicina en Córdoba, de la cual egresa en 1949, con todos los honores.

Su trayectoria en ciencia es destacable. A los 26 años fue Jefe Clínico del celebrado profesor Pablo L. Mirizzi en la Universidad Nacional de Córdoba, quien lo formó en cirugía. Posteriormente viajó a Lyon, al sur de Francia, donde se capacitó intensamente. Allí lleva adelante un trabajo sobre el diagnóstico temprano de cáncer de páncreas y, estando en Europa, comenzó a gestarse la idea de crear un corazón artificial.

Tras su regreso a la provincia de las sierras en 1960, le presentaron a Tomás Tagliani, un señor que hacía microelectrónica. Domingo le comentó el proyecto en mente y a este fabricador le fascinó la propuesta, abocándose de lleno a construir tres prototipos de corazón artificial. La prueba se realizó en perros callejeros y lograron una sobrevida de 13 horas. A finales de la década, el entrerriano voló a Estados Unidos, donde conoció al creador del riñón artificial Willem Kolff y a Denton Cooley, con quien operó años más adelante.

Automáticamente lo contrató la Universidad Baylor de Texas (Houston) y decidió mudarse a Estados Unidos, donde estuvo una década. En 1962 también creó la asistencia mecánica cardíaca. “En 1971 vuelve a la Argentina y se hace cargo del Hospital Durand y del Italiano. Acá no había prácticamente cirugía cardiovascular. Mi papá llegó a operar siete pacientes por día en Estados Unidos. Realmente fue un patriota porque él, tranquilamente, pudo haberse quedado allá. Le ofrecieron irse a Roma pero quería volver”, sostuvo Patrick.

Liotta operó hasta el 2006 con 82 años. Actualmente es profesor de las clases de anatomía y se desempeña como vice-rector emérito de la Universidad de Morón. Además de médico sanitarista, en 1973 asumió como secretario de Salud Pública y fue el autor de la Ley 20.748, que creó el Sistema Nacional de Salud Pública al tiempo que trabajó como médico personal del ex presidente Juan Domingo Perón.

“Lo recuerdo por su apego al trabajador y al pueblo argentino. Tenía un profundo respeto y verdadero amor por el obrero, y ese sentimiento era tan genuino como lo indica la historia. El General (por Perón) fue un hombre de una gran inteligencia y bondad. Juntos, trabajábamos todos los días. Él me adoptó como representante argentino en todos lados: me mandaba a Norteamérica, Europa, Asia y África. Perón quería que conocieran a la Argentina más bien desde un punto de vista científico y cultural, por eso me mandaba como parte de una misión diplomática”, finalizó.

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