El inminente inicio de ciclo lectivo en un contexto de Pandemia calienta el debate sobre las condiciones en que se abordará esta nueva etapa. Con las experiencias dejadas por la virtualidad forzada en 2020, el investigador del campo Santiago Resett analizó y reflexionó junto a AIM el escenario educativo donde estima que avanza hacia un sistema mixto en donde se combinarán las “clases presenciales con distanciamiento y las virtuales”.
“La pandemia de Covid-19 y el aislamiento como única medida efectiva cambió radicalmente la vida de todas las personas. La educación no fue ajena a esta situación nunca antes vista en la historia de la humanidad. La respuesta en nuestro país, como en tantos otros, fue el cierre de los establecimientos educativos y la implementación de una educación a distancia en todos los niveles educativos a través de medios electrónicos, como computadoras y celulares”. Pero ante esta situación forzada, “las clases continuaron en un formato virtual durante todo el año pasado con innumerables dificultades e inconvenientes: niños y adolescentes sin accesos a internet o dispositivos electrónicos, alumnos que nunca se conectaron a sus clases o con las cámaras apagadas, docentes y alumnos exhaustos por la modalidad –como lo indican muchos estudios en nuestro país–, dudas sobre cómo evaluar en esta nueva modalidad o dar algunos contenidos que requieren imperiosamente la presencialidad, solamente por nombrar algunos pormenores”. Es por esto que el nuevo escenario abre enormes interrogantes, planteó a esta Agencia Santiago Resett, licenciado en Ciencias de la Educación, doctor en Psicología e investigador del Conicet.
Desde una perspectiva crítica, el especialista planteó que “como docente que dictó clases en tres universidades distintas a alumnos universitarios en forma virtual puede dar fe que en muchos casos más que un proceso de enseñanza y aprendizaje lo que se llevó a cabo fue un mero simulacro. Para este año, aunque se ha establecido que el inicio de clases será presencial a partir de marzo –con excepción de Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Jujuy que será en febrero–, la situación es más desconcertante. ¿Se podrán recuperar los contenidos no desarrollados el año pasado? ¿Cómo se trabajará con los alumnos que, por diversos motivos, no asistieron a clases? ¿Qué medidas de precaución se tomarán para evitar contagios? También una pregunta que no puede evitar formular, aunque todos sabemos la triste respuesta es: ¿cómo garantizaremos la igualdad de oportunidades en este contexto para los niños, las niñas y los adolescentes de sectores más vulnerables que asisten a escuelas con bajos recursos? En otras palabras, ¿estamos preparados para dar pronta y efectivas respuestas a nuestros alumnos y docentes en un escenario tan cambiante como el que nos plantea este virus?”, interroga el investigador.
Asimos, lo que no se debe obviar, es “¿Cómo resolverá el gobierno el legítimo reclamo docente por mejoras salariales y condiciones? ¿Los alumnos de las escuelas públicas perderán más días de clases como siempre? ¿Deberán los docentes pagar de su bolsillo los elementos de seguridad, como guantes, barbijos o alcohol en gel para ellos mismos como para los alumnos de las familias con menos recursos? ¿El Estado lo hará con tiempo y eficacia?”, se pregunta Resett.
Panorama futuro
Uno de los puntos relevantes a tener en cuenta con este contexto ha sido la incorporación de las tecnologías para la práctica educativa. Es “algo fascinante y tienen aspectos de gran valía”, reconoce el investigador, pero en contraste plante que en ciertos aspectos el sistema educativo argentino es “obsoleto, precario y poco igualitario en el acceso para los más desfavorecidos”. Además se debe considerar que “nuestro pobre sistema educativo sigue manteniendo muchos de sus elementos de principios de siglo XX: clases expositivas, teóricas, mecanicistas, repetitivas, con la ingenua idea que los alumnos son tabulas rasas para rellenar, con pocas visitas a museos o parques, con escasa incorporación de las nuevas tecnologías, como tabletas, PC, celulares, realidad virtual, entre otras posibilidades. Hoy en día muchos docentes de Química o Biología deben dictar sus clases con un pizarrón deteriorado y tizas. Las posibilidades de las nuevas tecnologías, bien usadas, son infinitas y son el futuro. Las clases virtuales ya son una realidad y cada vez estarán más presentes. Para renovar nuestro sistema educativo, sin embargo, se necesita planificación, recursos financieros y humanos, decisión política y tiempo”.
Pero salvando las tecnologías, se abren otras preguntas. “¿Un buen docente presencial es bueno también en la virtualidad? ¿Todos los contenidos pueden ser dictados en forma virtual? ¿Qué contenidos o materias requieren presencialidad? ¿Cómo trabajar virtualmente con los niños pequeños? ¿Cómo evitar el cansancio que genera esta nueva modalidad?”
Es a partir de sopesar estos elementos que Resett concluye que en un escenario de pandemia donde todos los países del mundo están inmersos en muchos problemas e incertidumbre, el panorama que se vislumbra “para el año lectivo del 2021 es que se dará una combinación de clases presenciales -con distanciamiento- y virtuales. Seguramente, se pueden dar ciertos rebrotes como prevén ciertas proyecciones sanitarias que nos puedan llevar en algún momento a retrotraer a un período de aislamiento en donde los establecimientos educativos cierren y se vuelva a las clases virtuales en su totalidad, como ha pasado en las experiencias europeas. Pero eso se podrá discernir cuando ese se dé. Seguramente, los funcionarios públicos tienen las mismas dudas y reservas”, afirmó el docente. La cuestión, plantea, será cómo manejar “esta situación genera mucha angustia”.