El domingo 20 de marzo, a las 12:32, hora Argentina, se producirá en el hemisferio sur el equinoccio de otoño, la despedida del verano, un acontecimiento astronómico que hace que ese día el período de luz solar sea igual al de sombra. Equinoccio proviene del latín aequinoctium (aequus nocte) y significa justamente “noche igual” al día. Otro equinoccio es el de primavera, que se produce en el hemisferio sur el 21 de setiembre.
Al mismo tiempo que ocurre el equinoccio de otoño en el hemisferio sur, acontece el equinoccio de primavera en el norte.
El día de los equinoccios, el Sol sale exactamente por el punto Este y se pone por el punto Oeste, en todas partes en la Tierra -excepto en los polos, donde no sale ni se pone.
En otras épocas, antes de la introducción del calendario actual, el año se iniciaba en el equinoccio de primavera, que es una fecha significativa desde el punto de vista astronómico y también natural y social, ya que en él se produce la reactivación de la vida vegetal y se abre el período de trabajo rural para las cosechas.
Luego, con la reforma del calendario por orden de Julio César en la Roma antigua, el año comenzó el primero de enero, fecha desprovista de estos significados, pero que no obstante se mantiene todavía.
En otoño comienza a bajar la temperatura, es una transición entre el verano y el invierno. Su nombre proviene del latín autumnus, que significa “plenitud del año”.
Desde siempre, la humanidad ha postulado equivalencias entre las estaciones y las edades de la vida, y ha hecho corresponder al otoño con el camino a la vejez. Es entonces el período de la vida humana en que esta declina de la plenitud hacia la vejez. Se entiende entonces que la niñez es el alba de la vida, y la adultez la plenitud.
Hay regiones del planeta, las tropicales, que no tienen bien marcadas las estaciones según la temperatura ni el grado de insolación, sino que solo conocen estación lluviosa y estación seca.
Pero en las zonas más alejadas del Ecuador la diferenciación es clara, los bosques se ponen rojizos, las hojas de los árboles comienzan a caerse.
Tradicionalmente se ha vinculado al otoño con una etapa nueva de la vida, una nueva oportunidad para hacer cambios o iniciar nuevos proyectos, deshacerse de lo negativo en relación con los árboles que pierden sus hojas a la espera que se renueven en primavera.
Habitualmente, se entiende que el verano es para el turismo la “temporada alta”, es decir, cuando debido a las vacaciones y al calor hay más turistas sobre todo en las playas.
Pero el otoño es también muy propicio al turismo; es decir, el congestionamiento y el impacto ambiental es menor en los sitios que habitualmente están congestionados en verano.
Por eso es posible obtener de los anfitriones un trato más personalizado, menos ajetreado, más cercano.
En otoño se pueden hacer avistajes de fauna porque los animales están más tranquilos y se dejan ver con más frecuencia.
Además, las ciudades no se convierten en los hornos que suelen ser cerca del mediodía en verano, gracias al asfalto y al cemento, a los vehículos y a los acondicionadores de aire, por lo que es posible caminar por ellas, que es el modo de conocer detalles.
Los ritmos de la naturaleza, para empezar el diario pero también el estacional, marcaron a la humanidad desde tiempo inmemorial, no es posible evitarlos. Pero la vida moderna, la profusa iluminación nocturna de las ciudades, la refrigeración y la calefacción, han permitido ignorarlos hasta cierto punto.
La tecnología y la prisa crónica de las ciudades modernas han relegado la importancia de los ciclos anuales, y también la posibilidad de armonizar con los ciclos naturales y percibir los cambios sutiles que producen en nosotros.
No solo cambia la temperatura y la vegetación, no solo el período de luz se acorta, también cambiamos nosotros pero en general apenas nos damos cuenta.
En nuestro clima, salvo los cambios convulsivos generados por la actividad humana, el otoño suele ser la estación más plácida: luminosa, de aire transparente, serena y tibia. Se ha comparado la luz natural del otoño con la sabiduría y la de primavera con la agitación juvenil.
En la filosofía china tradicional, el otoño es yin, la estación femenina, receptiva, intuitiva, tendente a la interioridad.
En otoño las puestas de sol son más largas que en verano, debido a un fenómeno óptico que aunque ignoremos científicamente asombra con indefinida variedad de tonos rojizos, malvas, amarillos.
Finalmente, conocer las estaciones del año es un correlato del autoconocimiento. El sabio sufí invita a conocer la naturaleza, a leer la existencia, porque solo así podremos entenderla y aceptarla. “Hay que adquirir la capacidad de reconocer signos. Esa es la ciencia más alta”.
De la Redacción de AIM.