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El vino, una dulce excusa para pensar en el porvenir

Mientras decenas de productores vitivinícolas revitalizan una asociación entrerriana que los integra, la clase de actividad –de largo aliento- reclama que las universidades desarrollen un tipo de formación específica para que se hagan cargo de la tarea de los expertos, que actualmente son uruguayos. Los emprendimientos tienen, además, un atractivo turístico notable.
Noelia Zapata, presidente de la Asociación de Vitivinicultores de Entre Ríos, destacó los avances logrados en el sector, que aglutina a unos 70 productores. A pesar del difícil contexto económico y financiero, resaltó cuáles los desafíos trazados, de cara a la necesidad de generar productos de calidad que marquen la diferencia de la provincia.

El despertar de esta actividad económica no es sencilla. Tras haber atravesado varias décadas para el olvido por restricciones legislativas, la vitivinicultura se reactivó y poco a poco vuelve a tomar impulso en Entre Ríos, de la mano de empresarios y emprendedores locales con la cabeza puesta en hacer crecer la actividad y marcar la diferencia. En este contexto, generar alternativas productivas, económicas, turísticas y laborales, es una de las premisas por las cuales se unieron a través de la Asociación de Vitivinicultores de Entre Ríos (AVER), que nuclea a bodegas y viñedos provinciales.

Noelia Zapata, presidente de la entidad -que también está vinculada con la Unión Industrial de Entre Ríos (UIER)-, puso de relieve los logros y desafíos que se presentan en un sector que, a pesar de las adversidades, ya conglomera a unos 70 productores y tres bodegas. La organización, según destaca, permite seguir aprendiendo, nutrirse de los especialistas y avanzar entre todos hacia una mejor calidad de vinos, que permita en el mediano plazo posicionar a la provincia en el mercado.

“Hemos logrado de nuevo la personería jurídica de la Asociación que habíamos perdido. Estamos tratando de reorganizarnos. Veo bien el hecho de que hay un ‘saber hacer’ que se está construyendo de a poco”, sostuvo la empresaria. Asimismo, valoró que en este camino es clave el rol del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) para controlarlos y orientarlos a fin de “hacer bien las cosas”.

Viable

En este proyecto colectivo, Zapata planteó que “el objetivo es hacer un producto que sea diferente”. “No es un vino cuyano, es un vino entrerriano, con sus particularidades, con sus aromas, sus sabores, su presentación diferente”, puntualizó. En esta línea, resaltó: “Los entrerrianos tenemos que estar orgullosos porque es una provincia que puede generar esta actividad, que lleva su tiempo, pero que es viable. Entre Ríos es viable si se hacen las cosas como corresponden y si somos conscientes de que no es una actividad de entrada y salida, sino de largo plazo”.

—Si en un extremo le renta financiera, parásita, es de aquellos negocios a los que es fácil sumarse y sencillo retirarse, el de la plantación de vides debe estar justo en el polo opuesto…

—Es cierto, somos conscientes de ello. Los inversores deben analizar, pensar fríamente porque, a veces los tiempos de la producción superan incluso a los de las personas.

—¿Entonces, por qué lo hacen?

—Porque es el tipo de apuestas que nuestro país necesita, que hoy luce contaminado por el corto plazo.

—¿El desarrollo del sector es homogéneo en el territorio provincial?

—No todo el territorio provincial es apto. Hay altitudes y humedades que la producción necesita y, donde esas condiciones están presentes, el resultado que se obtiene es prometedor. Desde antaño fue así, con desarrollos en la costa del Paraná, el centro de la provincia, la costa del Uruguay y algo del sur.

—¿Se le puede dar un toque entrerriano a la producción?

—Todos los que formamos la AVER estamos convencidos de que sí: el suelo es diferente, tanto como el clima, el relieve y la forma de hacerlo. De hechos las cepas tienen un gusto más afrutado.

—¿Cuál es el perfil del productor vitivinícola entrerriano?

—Hasta ahora no hay nadie que pueda decir que vive de este tipo de producción. Son personas que tienen otros emprendimientos, actividades conexas a las que se le agrega esta otra.
La producción de vides está relacionada con la elaboración de vino es cierto; pero además de cumplir con las normas básicas -que son muchas y muy exigentes, por cierto- debe haber un plus que genere el deleite al ser consumido. Es un producto emblemático, que debe conectarnos con buenos momentos y con otras personas.

Luego aparece el componente turístico, porque los viñedos son un fuerte atractivo para visitantes y residentes. En ese sentid, junto a la provincia, solemos hacer eventos en conjunto que ayudan, entre otros cosas, a que nuestro sector sea visibilizado porque la producción, la elaboración y la comercialización son tres escenarios que generan mano de obra local.

Porvenir

—Las condiciones actuales no parecen halagüeñas…

—Es cierto, pero decimos en AVER que antes que productores somos soñadores de un futuro al que hay que apostar porque solo no va a llegar.

—¿Hay mano de obra especializada en la zona?

—En cuanto al ‘saber hacer’ y los estudios académicos nos apoyamos en la experiencia de expertos uruguayos, que ya tienen un camino recorrido y, además, cuentan con un relieve muy parecido al nuestro. Los enólogos e ingenieros son de allá porque a los que se formaron en Mendoza o San Juan les cuesta reaprender y adaptarse a las condiciones nuestras.

Pero esperamos que esto sea en esta etapa inicial: creemos que las universidades con sede en la provincia deben incorporarse al proceso. Existe una tecnicatura superior en enología y fruticultura y hay cursos que organiza el INTA, pero se requieren especialistas del tipo que forman las universidades. Es una actividad que sin entendidos no se puede desarrollar.

—¿Es una actividad controlada?

—Muy controlada, diría. Y nos parece bien. El encargado es el Instituto Nacional de Vitivinicultura y siguen estrictos protocolos. La tradición cuyana hace que por ahí debamos hacer un sobreesfuerzo para que pueda ser entendido el carácter regional de nuestro tipo de producción.

Hay delegaciones del INV en Rosario y Santa Fe. Y controlan exhaustivamente: sacan muestras, toman la graduación alcohólica alcanzada, verifican la sanidad de las plantas. Y lo propio cuando se elabora el vino: chequean que se cumplan exigencias de calidad.

Diferenciarse

—¿Entre Ríos está en condiciones de diferenciarse con un tipo de uva?

—Sí, con la tannat. Es la uva que en Uruguay por excelencia marca la diferencia. Nosotros vemos lo noble que es la cepa, lo diferente que es en su comportamiento; tiene un sabor muy particular. Es la cepa que más va a identificar a Entre Ríos. Después, hay otras cepas que se están desarrollando muy bien y también tendrán su particularidad dado nuestro suelo.

—¿Cuál es el trabajo necesario para ser distintos?

—Hay que trabajar por la diferenciación de los vinos en cuanto a que las uvas a utilizarse sean pura y exclusivamente entrerrianas, que no se compren de otro lado. Hay que trabajar por una denominación de origen, por una certificación de origen, donde un comité integrado por la Secretaría de Turismo y dos o tres especialistas reconocidos certifique que el vino es destacado, que además de las exigencias del INV reúne determinadas características, producido y elaborado en Entre Ríos, un jurado que determine la calidad del vino. Además, capacitar a los productores y profesionales que trabajen en el rubro. Cuanto mejor hagamos esto, vamos a marcar ese futuro diferente. Si no, nos perjudicamos todos. Queremos trabajar por un buen producto y generar mano de obra.

Inversiones

Zapata planteó que la vitivinicultura, al igual que muchos otros sectores, requiere de significativas inversiones para comenzar y sostenerse. Incluso, en este escenario con dificultades de financiamiento, el esfuerzo debe ser mayor. Independientemente del contexto, ante la falta de profesionales locales que sepan de la materia y trabajadores especializados, la apuesta que se debe encarar es importante. Por ello, también remarca que quien ingresa en este negocio, debe saber que los frutos no son inmediatos, sino que se van logrando con el tiempo, paso a paso y haciendo bien los deberes.

—¿Cómo se encaran las inversiones que requiere el sector, en medio de esta crisis?

—Es el tema más complicado porque en realidad la vitivinicultura es una inversión a largo plazo. Vos plantás una vid y a los tres años recién empieza a generar producción para que después sea transformada en vino. Hoy, si tenés que comenzar, es difícil porque las tasas del 50 o 60% son inviables para cualquier actividad. Quienes ya estamos en la actividad lo que hacemos es pelearla; somos conscientes de que esto es a largo plazo, que va a llevar años. Además, las inversiones son todas en dólares y en euros; y tampoco hay gente en la zona que sepa de las máquinas que se requieren. Sería una buena posibilidad tener algunas líneas de financiamiento adecuadas. Esperemos que a corto plazo estén disponibles para todas las actividades de producción. Este año está complejo. Mientras tanto, todos las estamos solventando a pulmón.

—Con inversiones en marcha, ¿cuándo cree que la provincia puede dar el salto para posicionarse mejor con sus productos?

—En principio, sería muy bueno que las facultades se especialicen en el rubro, que no hay en la provincia. La mayoría de los integrantes de la Asociación contamos con un asesor, un enólogo y un ingeniero agrónomo de Uruguay, que va generando y comunicando conocimiento específico. Es una actividad que hay que conocerla y hacer lo que corresponde. Si uno sigue la receta y las indicaciones de los profesionales, se puede tener una producción satisfactoria, por más que sea un año difícil. Es una actividad en la que a la inversión inicial hay que pensarla en sostenerla durante seis años, pero en el que las plantas puedan producir hasta 100 años. Si uno mira todo esto, es una actividad de difícil entrada pero también de difícil salida, lo cual hace que haya que pensar y analizarla muy bien.

Más empleo registrado

El desafío de todos los sectores, incluidas las economías regionales, es generar empleo registrado, que a su vez movilice a las localidades. La vitivinicultura no está ajena a este propósito, con el plus incluso de que el trabajo que se requiere es especializado y exige de formación y capacitación constante. Al respecto, si la intención es seguir creciendo, Zapata remarcó que dar pasos en este sentido es vital, ya que la demanda de mano de obra se constituye en una inversión importante.

“En cuanto a generación de trabajo, el que tiene un viñedo necesita de una persona que esté permanentemente para que una plantación funcione. En cuatro o cinco hectáreas, necesitás un empleado. En las bodegas y para la cosecha, se necesitan siete, ocho o diez personas; necesitás todo el año gente que conozca de todos los procesos que requiere el vino. Además, la mano de obra debe ser local”, afirmó. En relación a ello, planteó que uno de los ejes fundamentales es crear oferta académica específica en la provincia.

Desarrollo turístico

En relación al trabajo articulado con el Estado, la presidente de AVER reconoció que se avanzó mucho con la Secretaría de Turismo de la Provincia. “Estamos recibiendo respaldo en este aspecto, porque la actividad si bien es productiva, tiene esa cuestión turística. Esto permite que el turismo sea una posibilidad para muchos emprendimientos, ya que la mayoría de los viñedos está haciendo visitas al igual que las bodegas”, valoró.

En esta misma línea, consideró como “muy valioso” el aporte estatal para “hacer visible la actividad. La provincia nos está acompañando, nos ayuda a dar visitas y a divulgar. Son pequeñas cosas pero importantes para esta actividad. También es importante para la provincia, porque son otras posibilidades para que el turista que llega a nuestra zona encuentre diversidad de alternativas para visitar, para conocer, para probar nuestros productos que están saliendo cada año mejor”, expresó.

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