En 2023, el mundo experimentó las temperaturas globales más altas de los últimos 100 000 años, y se batieron récords de calor en todos los continentes. Se espera que el calentamiento continúe, un cambio que de momento parece irreversible y que provocará fenómenos meteorológicos y climáticos extremos que tendrán importantes repercusiones socioeconómicas en todos los continentes habitados.
No es futuro sino presente. Casi un tercio de la población global ya está expuesta a olas de calor mortales y la superficie terrestre mundial afectada por sequías extremas aumentó del 18 por ciento en el periodo 1951-1960 al 47 por ciento entre 2013 y 2022, poniendo en peligro no sólo la seguridad hídrica, sino también el saneamiento y la producción de alimentos.
Con este panorama, se estima que entre 3.300 y 3.600 millones de personas viven en contextos altamente vulnerables al cambio climático y que las extinciones de animales y plantas aumentarán de forma profunda en las próximas décadas. Además, las predicciones apuntan a que, para el año 2030, el cambio climático causará daños directos a los sistemas de salud, provocando una pérdida estimada de entre 2 000 y 4 000 millones de dólares.
Es más, los pronósticos auguran que entre 2030 y 2050 el cambio climático se cobrará la vida de 250 000 personas adicionales por año debido a la desnutrición, el estrés por calor y el aumento de las zoonosis y las enfermedades transmitidas por alimentos, agua y vectores.
En Europa las condiciones ambientales propician el aumento de las enfermedades transmitidas por garrapatas
En este sentido, el informe europeo del año 2024 de The Lancet Countdown, que reúne a más de cien expertos líderes sobre salud y cambio climático, apunta a que, en el continente europeo, la idoneidad de las condiciones ambientales ha mejorado para diversos patógenos y vectores de enfermedades sensibles al clima, aumentando así el riesgo en Europa de la aparición de brotes originados por bacterias del género Vibrio, el virus del Nilo Occidental, el dengue, el chikungunya, el zika, la malaria o la leishmaniasis. Asimismo, favorece la actividad de las garrapatas que son portadoras de múltiples patógenos como los que causan la enfermedad de Lyme, la tularemia, la encefalitis transmitida por garrapatas (TBE), la babesiosis, la fiebre por garrapatas de Colorado, la theileriosis, la enfermedad del virus Heartland, la fiebre maculosa de las Montañas Rocosas, la rickettsiosis, la anaplasmosis granulocítica humana y la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, entre muchas otras.
Por ejemplo, como consecuencia del cambio climático, el número de meses propicios para las garrapatas de la especie Ixodes ricinus (el vector de la enfermedad de Lyme y de la encefalitis transmitida por garrapatas) ha aumentado en Asia occidental y en Europa oriental, una tendencia creciente para otras especies de garrapatas.
Esto amplifica la exposición al vector e implica la posible transmisión de patógenos asociados. De hecho, diversos modelos matemáticos respaldan claramente la suposición de que varias especies de garrapatas se beneficiarán del cambio climático y expandirán su distribución en amplias áreas de Europa.
Más dengue y leishmaniasis
Por si fuera poco, todas las condiciones actuales en Europa favorecen la transmisión local del dengue, especialmente en el sur del continente. Estas condiciones incluyen la presencia de un mosquito vector oportuno (Aedes spp.), un grupo adecuado de personas con presencia del virus en sangre y condiciones climáticas propicias tanto para la supervivencia del insecto como para el desarrollo del virus en el vector. El escenario podría ser similar para el chikungunya y el zika.
Para colmo, múltiples estudios han demostrado que la variación de la temperatura, las precipitaciones y la humedad afectan a la transmisión y a la distribución de enfermedades infecciosas. Por esta razón, se espera que la leishmaniasis, una enfermedad zoonótica sensible al clima causada por parásitos del género Leishmania y transmitida por la picadura de flebótomos hembra infectados, aumente en Europa en los próximos años.
Si bien tradicionalmente ha sido considerada una enfermedad endémica en las regiones tropicales y subtropicales, la evidencia reciente sugiere que el cambio climático está favoreciendo un aumento alarmante de su incidencia y propagación geográfica, lo que ha llevado la amenaza de la leishmaniasis a las puertas de Europa.
El riesgo de brotes del virus del Nilo Occidental se multiplica por cinco
En la misma línea, preocupa el aumento de casos de fiebre del Nilo Occidental. En 2023, el número de casos humanos del virus del Nilo Occidental adquirido localmente en Europa superó los 800, incluidas 69 muertes. En el continente europeo, el patógeno se ha vuelto endemoepidémico con un gran aumento en la intensidad, frecuencia y expansión geográfica de los brotes, ya que las altas temperaturas, inducidas por el cambio climático, aceleran la capacidad de los vectores del virus, como son los mosquitos del género Culex.
En las próximas décadas se espera que el riesgo de brotes provocados por el virus del Nilo Occidental aumente hasta cinco veces, que la proporción de áreas terrestres europeas afectadas se duplique y que entre 161 y 244 millones de personas estén en riesgo de contraer la enfermedad.
Por otra parte, el aumento de las temperaturas de la superficie del mar ha llevado a que un mayor porcentaje de la costa europea junto a aguas salobres se vuelva ecológicamente apta para bacterias patógenas del género Vibrio. Este género bacteriano contiene más de 100 especies confirmadas, doce de las cuales se ha demostrado que causan infecciones en humanos.
En ambientes acuáticos, las bacterias Vibrio tienden a ser más comunes en aguas más cálidas, especialmente por encima de los 17 °C, y son particularmente sensibles a las condiciones ambientales cambiantes, por lo que las infecciones asociadas aumentaran debido al calentamiento global.
No acaba ahí la cosa. En su último Informe Mundial sobre la Malaria, publicado en noviembre de 2023, la Organización Mundial de la Salud advirtió que el cambio climático tenía el potencial de socavar los avances en la lucha global contra la enfermedad y que puede facilitar su expansión en áreas templadas como Europa y los Estados Unidos de América. Desde luego, el cambio climático altera las condiciones de los patógenos y de los vectores de enfermedades zoonóticas.
Lamentablemente, el impacto climático a menudo afecta a quienes tienen menos capacidad de respuesta, por lo que los más desfavorecidos son los más vulnerables. Las personas con problemas de salud existentes, como enfermedades cardiovasculares o diabetes, también son más frágiles ante un entorno más extremo.
El cambio climático es un escenario presente y mortal, que altera las condiciones de los patógenos y de los vectores de enfermedades zoonóticas, con margen para empeorar y afectar al bienestar de miles de millones de personas. Por eso resulta crucial establecer un compromiso responsable y global que acelere la acción climática y mitigue las desgracias venideras.
Fuente: The Conversation