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La difícil tarea de llamar la atención de la sociedad

Las próximas elecciones prometen reforzar la idea de que la política es un espectáculo a gran escala que se transmite por televisión y se replica por las redes. La publicidad y el marketing volverán a imponerse como modeladores de las prácticas y los discursos.

Mirador Entre Ríos 
redaccion-er@miradorprovincial.com

El proceso electoral provincial en Entre Ríos ha sido extenuante. La dinámica incluyó las etapas de diagnóstico del humor social, el armado de listas, la campaña en sí misma y la fiscalización de los actos comiciales como tales, tanto para las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias del 14 de abril como para las Generales del 9 de junio. Lo relevante en todo caso es que la sociedad ya eligió a quienes ejercerán la función pública desde el 11 de diciembre, a escala provincial y municipal: Gobernador y Vice, senadores y diputados, intendentes y concejales, presidentes comunales de primera y segunda categoría y vocales.

Confirmado en su actual papel institucional por otros cuatro años, en esa instancia Gustavo Bordet se ha comportado como el gran elector dentro del oficialismo, en el sentido de que pareció depositarse en él una atribución especial, extraordinaria, siempre circunstancial, a partir de la cual un/a ciudadano/a ejerce la capacidad de incidir en lo que otros van a votar.

Pero además el reelecto Gobernador -con su gestión como emblema y la colaboración de una oposición que no acertó en el plan más conveniente- ha sido el principal estratega del frente Creer Entre Ríos. Su fórmula para evitar divisiones cruciales en el peronismo (lo que de manera algo grandilocuente se caracterizó como “unidad”) no sólo lo posicionó en los noticieros y en la política nacional, sino que le permitió replicar el criterio para lo que viene.

Lo concreto es que tanto para los colectivos políticos que gozaron de inversiones publicitarias envidiables como para los que debieron organizar “beneficios” para afrontar los gastos y, así y todo, quedaron endeudados, el primer semestre de 2019 resultó físicamente extenuante, mentalmente estresante y notablemente demandante a nivel personal, en virtud de que necesariamente lo/as protagonistas -no importa el papel que les hubiera tocado en la obra- debieron descuidar los lazos vinculares más próximos.

Además, la propia dinámica de los equipos de trabajo durante una convivencia tan intensa genera roces, guerrillas de ego, intentos de manipulación emocional, pequeñas o grandes escenas de maltrato, alguna que otra humillación, que si se gana se disimulan y si se pierde se suelen exacerbar.

No importa el papel que cada componente haya ejercido en el resultado final para cada cual, esa ecuación de múltiples términos debía haberse empezado a recomponer a partir del 9 de junio, si no fuera porque unas horas más tarde se empezó a desovillar el programa electoral del segundo semestre: las elecciones para Presidente y Vice, diputados y senadores nacionales. Esa situación en semejante entorno genera múltiples incertidumbres, que vale la pena repasar.

Armados

A nadie escapa que, en los próximos eventos, el eje ordenador de la campaña se moverá hacia donde lo decidan las estrategias de las fórmulas a Presidente y Vice. Es que, por cuestiones propias de la tradición política argentina, corroboradas una y otra vez en la práctica corriente, convocan más la atención la definición de cargos ejecutivos (Presidente, Gobernador, Intendente) que la de espacios legislativos, no importa si se trate de jurisdicciones federales, provinciales o municipales.

De todos modos, más allá de que es probable que las campañas presidenciales lleven la voz cantante, hay que considerar que sembrarán su mensaje sobre un almácigo en el que también operan las fuerzas distritales, con sus fortalezas y debilidades.

Dado que se ponen en disputa sólo cuatro diputaciones y tres senadurías, únicamente el Frente de todos (dominado por el PJ) y Juntos por el Cambio (ex Cambiemos, disputado en Entre Ríos por la UCR y el PRO) compiten con posibilidades ciertas. El resto de las fuerzas lo hará de un modo testimonial, que claramente puede ser parte de un armado más de mediano y largo plazo, pero cuya performance no merecerá gran espacio en la red de medios, el día después de las elecciones.
En efecto, el 11 de agosto a la noche y los días subsiguientes el interés estará puesto en quién ganó, por cuánto; si acaso puede haber migración de votos de una fórmula a otra entre las PASO y las Generales o, si fueran confirmadas las sospechas de que no habrá definiciones en primera vuelta, quién puede capitalizar los apoyos ciudadanos de terceros en discordia en un eventual escenario de desempate o ballotage.

A lo sumo, se reflejará qué fuerzas menores (algunas emergentes, otras no tanto) de las que participaron en las PASO no alcanzaron el mínimo de votos necesarios para que su oferta esté presente también en las Generales (el 1,5 % de los votos válidos). Pero no mucho más que eso.
La lógica instalada es que en el momento clave los mensajes escritos, audiovisuales y sonoros, en soportes tradicionales o en sus versiones digitales, se concentrarán en las definiciones en torno a quién ocupará por los cuatro años siguientes la Casa Rosada y, consecuentemente, quién presidirá el futuro Senado.

Localías

Si para los comités de campaña nacionales las PASO serán una encuesta institucionalizada y, por lo tanto, nadie razonablemente puede aspirar sino a aparecer por encima del resto en los listados de votos obtenidos, en los distritos hay elementos locales que juegan su propio partido.

En el oficialismo, el armado de listas refleja que se ha aplicado la fórmula de las elecciones provinciales: comparten la suerte precandidatos kirchneristas y no kirchneristas, más allá de que las encabecen dirigentes cercanos al gobernador Bordet, en ambos casos (Marcelo Casaretto y Edgardo Kuieder) con funciones dentro del actual gobierno.

La especulación más repetida en las galerías del histórico edificio del Centro cívico es que, luego de un breve período de descanso, quien ocupa el despacho principal en la Casa de Gobierno acompañará el proceso de las PASO y participará más activamente en las Generales.

Una duda aquí es hasta qué punto Bordet traccionará a la lista de aspirantes entrerrianos a ingresar al Congreso y hasta dónde al trabajo principal lo hará la fórmula Fernández-Fernández. De todos modos, la impresión es que para ganar el round decisivo ambos vectores deberán confluir, en un contexto que reconoce estrechos márgenes para el error.

La otra incertidumbre es qué tan asentado está el llamado “síndrome del 58%”. La caracterización alude a cierta sensación hipotéticamente instalada en buena parte del oficialismo según la cual los resultados obtenidos el 9 de junio han sido el principal objetivo del año; y que, ahora, a todos aquellos protagonistas que cantaron victoria un mes atrás, les corresponde disfrutar del esfuerzo y acompañar, sin arremangarse, la campaña nacional.

Téngase en cuenta que Bordet (cabeza de una fórmula compartida con Laura Stratta) obtuvo 108 mil votos más que en 2015; que Creer Entre Ríos alcanzó 20 diputados provinciales (sumará 2) y 13 de 17 senadores (5 más que en este período) y que se alzó con el triunfo en 45 municipios (10 más que hace cuatro años). En efecto, el binomio oficialista ganó la Gobernación en 15 de 17 departamentos, con más de 166.000 votos de ventaja sobre Cambiemos. La inquietud es si para lo que viene logrará reconstituir ese tándem de esfuerzos, desplegado a lo largo y a lo ancho de la provincia.

Fotos

La impresión que surge del diálogo con sus referentes es que, para el bordetismo, si el 9 de junio se resolvió quiénes gobernarán entre 2019 y 2023, en el actual escenario electoral nacional se irá definiendo qué papel desempeñará cada dirigente en la futura correlación de fuerzas en virtud del ahínco con que encare su participación en lo que queda del año.

En el caso de Juntos por el Cambio, hay una suma de factores que agita los vientos de una discusión que ya no se oculta, sino que se exhibe públicamente, sin eufemismos. En efecto, ya había un clima de latente malestar sobre todo de sectores afines al radicalismo por el proceso que derivó en la campaña provincial y, naturalmente, por sus resultados para nada positivos.

La rebelión en la granja se escenificó en el armado de listas para las PASO del 11 de agosto. Sin liderazgos comarcales que aglutinen, con una dirigencia más dispuesta a acompañar lo dispuesto en Buenos Aires que a proponer alternativas propias, la competencia interna parece de difícil pronóstico.

Hay condimentos que siguen haciendo estragos en los paladares algo exigentes dentro de una coalición que llegó para cambiar la política, dicho esto sin sarcasmo alguno: la decisión de incorporar al peronista Miguel Ángel Pichetto a la fórmula presidencial, uno de los tantos representantes del poder dentro del poder, está entre ellos. El otro, es uno de sus consecuentes: en la provincia, la alianza con Pichetto significa compartir estrategias con Augusto Alasino y con la más reciente incorporación, el neovecinalista Domingo Daniel Rossi, que tendrán sus aportes para realizar probablemente pero que para una buena cantidad de militantes y simpatizantes de Cambiemos (hoy, Juntos por el Cambio) representan todo aquello que vale la pena dejar en el pasado.

Más allá de los gestos de corrección política que se despliegan en público, también el PRO tiene sus sectores pertrechados, listos para una guerra de trincheras, que se preparan para lo que viene tras las figuras del gualeguaychuense Alfredo De Ángeli, el ‎basavilbasense Gustado Hein y el paranaense Emanuel Gainza.

Proyecciones

Es muy complicado adelantar un pálpito de lo que será de este frente distrital, tanto en la hipótesis de que Mauricio Macri siga como Presidente por otro período, como ante la eventualidad de que pierda.

Antes que eso, debe resolver con qué propuesta se presentará a las generales del 27 de octubre, en un contexto que puede dejar malheridos y desentendidos, más allá de que el trabajo de penetración en la sociedad lo llevarán adelante los equipos de comunicación y marketing, junto a Macri y Pichetto.

No está bien que esto sea así, que quede claro. Lo razonable es que el electorado pondere la importancia que significa que cada distrito participe de la renovación de las 130 bancas de diputados nacionales y de los 24 escaños de senadores nacionales. No obstante, la falta de interés ciudadano es nuevamente la norma.

A propósito, hay un indicador del humor social y su percepción de la política que emergió en las PASO de abril, en Entre Ríos, pese a que se elegían autoridades cercanas, territoriales. El porcentaje de asistencia suele ser citado como uno de ellos, ya se sabe; el volumen de los sufragios en blanco, puede ser otro. Pero en este caso, el dato apareció invisibilizado en su componente ciudadano.

El sistema informático colapsó en las horas previas a los comicios, por mujeres y hombres que querían saber dónde debían votar y por quiénes podían inclinarse una vez que entraren en el cuarto oscuro. Este detalle, en principio, pondría en cuestión la precisión con que se los especialistas han caracterizado al destinatario-modelo en las intervenciones de campaña aunque también podría ser un indicio de lo que amplios colectivos piensan de una actividad cuya credibilidad está en baja.

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