La caída del poder adquisitivo y la retracción del consumo marcan el ritmo de la economía argentina. Con salarios rezagados y precios en alza, la recesión golpea a los sectores más vulnerables, mientras el Gobierno insiste en su receta de ajuste.
El impacto del ajuste económico empieza a sentirse con fuerza en los bolsillos de la mayoría de los argentinos. Según los últimos datos oficiales, la caída del consumo masivo se profundiza mes a mes, con sectores clave como la alimentación, la indumentaria y los bienes durables registrando desplomes de hasta dos dígitos. La inflación, que aunque desacelera sigue erosionando el poder adquisitivo, y los salarios que no logran recomponerse, configuran un escenario de fuerte recesión.
El comercio minorista es uno de los más afectados por esta crisis. De acuerdo con la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (Came), las ventas en pequeños y medianos comercios cayeron un 28,5% interanual en enero, reflejando el impacto de la retracción del consumo en la economía real. Los supermercados también registran una baja en el volumen de productos vendidos, con un crecimiento en el uso de segundas y terceras marcas y una mayor demanda de descuentos y promociones.
Los datos muestran que la caída del consumo afecta con más dureza a los sectores de menores ingresos, quienes destinan la mayor parte de sus recursos a la compra de alimentos y bienes esenciales. En este contexto, la quita de subsidios a los servicios públicos y el aumento de tarifas generan un efecto aún más regresivo, ya que impactan directamente en la capacidad de compra de los hogares.
Desde el Gobierno, la respuesta sigue siendo la misma: avanzar con el ajuste fiscal y la reducción del gasto público como única salida posible. Sin embargo, distintos economistas advierten que sin medidas que reactiven la demanda y protejan el empleo, la crisis podría agravarse en los próximos meses.
Mientras el Ejecutivo apuesta por una liberalización de la economía y una baja drástica del déficit, los números muestran un país en recesión, con un consumo cada vez más debilitado y una incertidumbre creciente sobre el futuro económico.
De la Redacción de AIM