“Después de décadas de implacable presión, la huella humana en la tierra se ha aliviado repentina y temporalmente. El tráfico aéreo y vehicular se redujo más de la mitad en comparación con la misma época el año pasado, lo cual originó una disminución en la contaminación atmosférica, por primera vez visible desde el espacio. Para muchos expertos, la situación resulta un experimento de cómo sería el mundo sin los combustibles fósiles”, observó el biólogo Martín Blettler, investigador adjunto del Conicet en el Instituto Nacional de Limnología (Inali), en una entrevista con Mirador Entre Ríos.
Este análisis del investigador, oriundo de Paraná, se desprende del “alivio” que recibe el medio ambiente debido a la reducción notable de la actividad humana y, en consecuencia, el impacto ambiental que el hombre ocasiona a la naturaleza.
El aislamiento y su impacto en el ambiente
-¿Son evidentes las mejoras del ambiente mientras el humano está “enjaulado”?
-Aunque en lo personal me cuesta ver los “beneficios ambientales” de una pandemia, que ciertamente está reclamando la vida de miles de personas, algunas mediciones así lo sugieren. Por ejemplo, en China las emisiones atmosféricas (sustancias que reducen la calidad del aire) cayeron un 25% a principios de año, y el uso de carbón disminuyó un 40% en las seis centrales eléctricas más grandes de ese país. En Nueva York las emisiones cayeron hasta un 50%, mientras que, en el norte de Italia, las imágenes satelitales muestran concentraciones de dióxido de nitrógeno notoriamente mitigadas. Algo similar está ocurriendo en España y Reino Unido.
Argentina no escapa a esta tendencia. De acuerdo a la Secretaría de Ambiente de la ciudad de Buenos Aires, las emisiones atmosféricas de monóxido de carbono, óxido de nitrógeno (gas de efecto invernadero) y dióxido de nitrógeno se han reducido a la mitad, en relación al mismo período en 2019. Por otro lado, se registra una notoria disminución de la contaminación acústica (medida en decibeles) en cada ciudad que se suma a la cuarentena. El bullicio de bocinas, motores y artefactos decreció repentinamente.
Lo anteriormente mencionado se puede catalogar como cambios ambientales “inmediatos” como consecuencia directa de la cuarentena, pudiendo ser cuantificados con relativa precisión.
-Pero otros estudios para analizar la reducción de contaminantes necesitan más tiempo…
-Claro, hoy resulta extremadamente difícil predecir los cambios ambientales “no inmediatos” (o a mediano plazo) que podrían acontecer a partir del confinamiento, más aún si se los piensa en términos biológicos o ecológicos. Es decir, que si las poblaciones de ciertas especies silvestres se recuperarán, o si ciertos ambientes se autosanearán retornando a su condición prístina o semiprístina, son interrogantes con respuestas meramente especulativas.
En principio, esas respuestas dependen de dos factores cruciales: el ciclo vital de las especies (ciclo reproductivo) y el tiempo de duración de la cuarentena. En este sentido, es poco probable, sino imposible, asociar los días que aquí llevamos confinados con un incremento de los cardúmenes de peces o de las bandadas de aves que se han registrado en video.
-¿Por qué no puede calcularse?
-Muy simple, los individuos registrados en esos videos son adultos o juveniles que han nacido y se han desarrollaron mucho antes de la cuarentena (uno o varios años atrás, dependiendo del ciclo reproductivo de cada especie). Por lo tanto, no podemos asociar dicho confinamiento con un incremento en las poblaciones silvestres que al día de hoy pueda medirse. Quizás, dentro de un tiempo (a mediano plazo) podríamos ver cambios poblacionales o en la biodiversidad, e intentar asociarlos a este tiempo de reclusión. Sin embargo, eso va a depender fuertemente de cuánto tiempo permanezcamos en esta situación de pandemia, para lo cual tampoco hay una respuesta sino especulativa.
No obstante, los videos ahí están, entonces podrían explicarse ?aunque también especulativamente? por un incremento en los avistajes de fauna silvestre (pero no por el aumento de sus poblaciones). Mayores avistajes estarían dados por lo que llamamos efectos “inmediatos” de la cuarentena mencionados en un principio.
-¿La aparición de especies salvajes en ciudades del mundo a qué se debe?
-A la merma de las actividades humanas diarias y, fundamentalmente, de los ruidos urbanos, podrían traer aparejada una mayor penetración de ciertas especies en ámbitos urbanos, cuando antes se restringían a la periferia de la ciudad o incluso a áreas naturales. Aves y mamíferos podrían sentirse estimulados a explorar nuevos territorios al notar la ausencia de bullicio y personas alrededor.
A lo anterior se suma otro factor no menos importante: a nivel personal estamos más sensitivos y tenemos más tiempo libre (en términos generales); estamos sensibles para percibir el canto de las aves o el vuelo de un insecto y, a su vez, contamos con el tiempo necesario para prestarles atención. Entonces, no es que haya más aves, peces o mamíferos, es que se estarían acercando y los notaríamos más.
-¿Se ven los grandes cardúmenes cerca de la costa porque no hay ruidos o porque algunas especies están en épocas de desovar y no encuentran aguas profundas para hacerlo?
-El caso específico de los cardúmenes de peces registrados en videos sobre el río Paraná merece un capítulo aparte. Aquí la explicación suma un factor determinante: la extrema bajante del río. El bajo nivel hidrométrico conlleva a la reducción del espacio vital de los peces y por lo tanto una mayor concentración de los mismos (las lagunas se secan o reducen, el cauce se angosta, etc.). Esto resulta en cardúmenes de peces confinados o varados en lagunas y charcas temporales, así es como se dan mayores avistajes de éstos en las márgenes. En este sentido, el fenómeno anterior tendría poco y nada que ver con la cuarentena.
-Cuando esto pase y las personas recuperen su rutina ¿Puede mejorar la relación entre humanos y naturaleza?
-Desde una perspectiva si se quiere optimista, tiempos de pandemia podrían conducir a la introducción de hábitos ambientales duraderos. Así, ciertos hábitos recientemente adquiridos podrían perdurar en el tiempo, como movilizarse sólo lo necesario; reducir el consumo de artículos prescindibles (o innecesarios); o minimizar el desperdicio de alimentos (sobre todo en aquellos países o ciudades donde se experimenta escasez). Este virus ha tenido y seguirá teniendo un sombrío costo global en vidas, servicios de salud, trabajos y salud mental. Pero, en todo caso, también ha provocado reacciones comunitarias de velocidad y alcance inusitados como respuesta frente a esta pandemia. Si semejantes acciones han sido tomadas para proteger la salud de las personas, podría pensarse que otras medidas ?no necesariamente de la misma envergadura, pero si ampliamente consensuadas? podrían también tomarse para proteger el planeta, de cara al cambio climático.
Estamos sensibles para percibir el canto de las aves o el vuelo de un insecto y, a su vez, contamos con el tiempo necesario para prestarles atención. Biólogo, Martín Blettler.
redaccion-er@miradorprovincial.com