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“La idea era motivar a soñar en grande”

Estuvo en Paraná el ingeniero argentino que participó en el proyecto israelí de llegar a la Luna. Aunque la nave no tripulada se estrelló en la superficie lunar después de que consiguiera orbitar el satélite natural, se lo considera un gran logro de un país que no es una superpotencia.

Diego Saikin tiene 38 años. Nació en Buenos Aires y se crió en Avellaneda. A los 15 años se fue a vivir a Israel pero todavía su acento porteño no ha sido contaminado. Estudió ingeniería electrónica y en computación y realizó un master en República Checa.

Diego fue parte de un proyecto que durante casi dos meses mantuvo a Israel y gran parte del mundo en la mayor expectativa: el envío de una nave no tripulada que iba a descender en la Luna.
Era una empresa única en muchos sentidos: porque la llevaba adelante una nación que no era una superpotencia espacial (antes sólo habían logrado alunizar naves enviadas por Estados Unidos, la Unión Soviética o China); se financiaba mayormente con aportes privados (de los 100 millones de dólares que se necesitaban, el Estado de Israel aportó sólo 2) y el lanzamiento lo producían entre dos empresas como una colaboración externa.

El proyecto se denominó Beresheet, que en hebreo significa comienzo o génesis y tuvo como logros descollantes haber sido lanzado exitosamente y además haber podido orbitar y descender hacia la superficie lunar. Aunque un desperfecto técnico provocó que la nave se estrellara, no se empañó la valoración de semejante logro.

Pero quizás una de las características más relevantes del proyecto es que uno de los objetivos que lo movilizaron fue recrear en Israel el denominado efecto Apolo 11. Es que luego de que miles de jóvenes vieran por televisión en 1969 la increíble hazaña de que un hombre caminara sobre la Luna, el interés por el estudio de las ciencias creció notablemente. Y ese fue otras de las metas del proyecto Beresheet.

Comienzo

“El nombre Beresheet surgió de una consulta popular. Fue una cuestión de marketing para generar interés y que la gente siga el proyecto”, contó Diego Saikin a MIRADOR ENTRE RÍOS, en el marco de una visita a la ciudad donde brindó algunas conferencias impulsadas por la Organización Sionista Mundial.

Sakin, que hace dos décadas vive en Tel Aviv, diseñó el software de simulación para conocer las posibles reacciones de la nave y realizó una plataforma virtual para analizar los datos.

El argentino seguía por la prensa la evolución del proyecto desde el principio. Después de un tiempo, decidió presentarse en la Universidad de Tel Aviv, donde trabajaba el equipo, y ofrecerse como voluntario.

“El equipo estaba basado en voluntarios. Mandé mi curriculum, emails, pero no hubo respuestas. Cuando escuché que la Universidad les había dado un par de aulas me presenté para ofrecerme personalmente. Ni siquiera sabía en qué equipo iba a estar”, contó en relación a su acercamiento al grupo de trabajo.

“Mi primer trabajo fue diseñar el salto lunar. En la competencia había que moverse 500 metros del lugar del alunizaje. Los otros equipos tenían un concepto bastante parecido: se abrían las puertas y salía un autito y recorría los 500 metros. El concepto mío era: tenemos propulsores, nos queda algo de combustible vamos a hacer un salto de 500 metros. Encendemos nuevamente y hacemos un salto. No era lo que esperaban pero aceptaron. Mi primera designación fue diseñar el salto, las secuencias de control. El software. Como la competencia se canceló, el salto no fue necesario”, relató.

Si alunizar la nave era un logro increíble, hacerla desplazar 500 metros con un salto era algo inédito, ya que se trataba de encender nuevamente los motores, despegar y volver a descender. Ninguna otra nave lo había hecho.

Causa nacional

Desde antes del lanzamiento, el proyecto Beresheet se vivió en Israel como una causa nacional. “La intención era lograr arrastrar a toda la gente y generar una emoción para que sientan que el proyecto era propio. En una ceremonia se entregó una pequeña réplica de la nave al Estado de Israel”, dijo después.

“La misión marcaba muchos hitos. Primero, por ser la primera misión privada. También, la primera misión de un país que no es una superpotencia en llegar a la Luna. Además, fue el primer lanzamiento comercial compartido”, enumeró.

–Además, hubo una intención de llegar a los jóvenes e incentivarlos…

–Sí, también se trató de recrear el Efecto Apolo que hubo en los chicos que en el año 1969 estaban mirando la tele cuando se alunizó. Hubo un incremento del 20 o 30% de la gente que se anotó a estudiar ciencias, ingeniería o matemáticas. El interés era motivar a los chicos de que todo es posible, que no tengan miedo de esforzarse o de soñar en grande.

–¿Cuál fue el efecto que provocó en la población?

–El interés creció. Todo el mundo estaba pendiente del proyecto. Se organizaban fiestas donde se proyectaba el lanzamiento o el alunizaje en pantallas gigantes. El lanzamiento fue a las 3.45 de la mañana y se organizaron pijamas party en todos lados para ver el lanzamiento. Todo el mundo lo siguió y hubo una expectativa impresionante. Para el momento del alunizaje, todo el país estaba pendiente.

“Fue un logro muy importante”

“La captura lunar fue una de las fases más críticas. Es una maniobra que se hace para dejar de orbitar la Tierra y empezar a orbitar la Luna. Ese fue un hito histórico, fue llegar a la Luna. Nos puso en un club súper exclusivo. No de las potencias que lograron alunizar, sino de las que lograron orbitar la Luna, que son los que ya nombré más la India, Japón y la Unión Europea”, resaltó Saikin.

–¿Cómo fue esa maniobra?

–Las maniobras consistían en ir agrandando la órbita. La Luna va atrayendo a la sonda y eso es peligroso. Había que evitar que eso pase y quedar atrapado en la órbita de la Luna. En importancia, esa es la segunda maniobra después del alunizaje mismo. El lanzamiento fue muy importante pero no dependía de nosotros.

–¿Qué fue lo que falló?

–Pasaron varias cosas. Durante el descenso hubo una pérdida de comunicación. No sé si estuvo relacionado o no con algún desperfecto de la nave. Puede haber tenido que ver o no. Hubo una falla en la unidad de medición inercial. Hubo una cadena de eventos que derivó en que la computadora se resetee y el propulsor principal se apague. La nave perdió el control. Cuando la computadora intentó encender de vuelta no se logró. Luego impactó en el suelo lunar.

–¿Cómo lo viviste?

–Tengo recuerdos un poco vagos. Porque fue mucha emoción, un poco de incredulidad, no entendía lo que pasaba. Después me di cuenta de que no era tan terrible y entendí el logro. Esas cosas se entienden con la perspectiva del logro. No es correcto contarlas en el momento porque se vive como en una montaña rusa. Fue una falla técnica, no significa que el concepto no haya funcionado. Se llegó a la Luna. Todos sabíamos que era riesgoso. Mucha gente no podía creer que hubiésemos llegado tan lejos.

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