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La noble yerba mate podría ayudar a tratar el Parkinson

Un equipo de investigadoras de la Universidad Nacional de Entre Ríos trata de determinar si el consumo frecuente de yerba ejerce una influencia benéfica sobre la enfermedad de Parkinson. El proyecto procura demostrar si tomar mate tiene “un efecto neuroprotector o protege las neuronas frente a la agresión que hace que se mueran”.

En la Facultad de Bromatología de la UNER, con sede en Gualeguaychú,se desarrolla el proyecto de investigación denominado “Efectos del consumo de yerba mate en un modelo animal de la enfermedad de Parkinson”, dirigido por la doctora Irene Taravini, con financiamiento del Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM, Posadas, Misiones).

Este proyecto se lleva adelante en el Laboratorio de Neurobiología Experimental -donde trabajan además la bioingeniera Cecilia Cura y la licenciada en Nutrición, Teresita Tribbia- que tiene como objetivo estudiar si el consumo de yerba mate posee propiedades que intervienen en los mecanismos patofisiológicos básicos que subyacen en la enfermedad de Parkinson, proporcionando un efecto benéfico sobre la sobrevida de las neuronas del sistema dopaminérgico que degeneran en dicha enfermedad.

Para ello, utilizaron como herramienta experimental, un modelo de la enfermedad de Parkinson en roedores que presentan una lesión unilateral moderada de la vía dopaminérgica nigroestriatal de desarrollo progresivo.

Taravini, directora del proyecto, explicó que “el objetivo fue demostrar si el consumo de mate tiene un efecto neuroprotector o protege las neuronas frente a la agresión que hace que se mueran”. Y confirmó que “además de probar qué sucede y cuál es el efecto del consumo de mate, hemos visto que el consumo de yerba mate en estos animales ejerce una moderada neuroprotección. A su vez, hicimos análisis de la conducta y determinaciones de las concentraciones plasmáticas de los compuestos bioactivos mayoritarios de la yerba mate y estamos en proceso de armar la publicación”.

Antecedentes

El proyecto surge en 2015, cuando la doctora Emilia Gatto junto a su equipo, realizaron un estudio epidemiológico en individuos sanos y pacientes con enfermedad de Parkinson y demostró que existe una asociación inversa entre el consumo de yerba mate y el riesgo desarrollar la enfermedad de Parkinson.

En este sentido, Taravini explicó “esto se traduce en que estadísticamente en ese grupo de personas que el equipo de Gatto estudió, las personas que consumían mate tenían menos posibilidades de desarrollar la enfermedad”. Y agregó “incluso, este estudio, lo que muestra es que hay una relación dependiente de la dosis, es decir, que a mayor consumo de mate bombilla, menos riesgo. No quiere decir que uno se va a curar de la enfermedad, o que no la vas a desarrollar, quiere decir que el riesgo estadístico que uno tiene de desarrollarla es menor”.

A partir de este estudio, Gatto, que desarrolla sus actividades en el Instituto de Neurociencias de Buenos Aires (INEBA), se contacta con Taravini con el objetivo de visualizar cuáles son los mecanismos neuronales que están implicados en este tipo de protección que ejerce la yerba mate en las personas.

“Lo que hicimos fue realizar un diseño experimental para hacer esas pruebas en animales de laboratorio, particularmente en ratones, que es la especie en la que nosotros trabajamos. La idea es muy sencilla, los animales toman mate. ¿Cómo lo hacen? Se prepara una infusión de mate y se les da en el biberón en la caja contenedora. Después se les induce la lesión con una neurotoxina específica que les provoca la degeneración de las neuronas dopaminérgicas, similar a las que perdemos los humanos cuando desarrollamos la enfermedad de Parkinson (enfermedad neurodegenerativa que afecta principalmente el control motor)”, describió Taravini.

“Lo que nosotros estamos probando es que los animales que toman mate tienen menor pérdida de neuronas en relación con los animales que toman agua. Es decir, el objetivo es demostrar si el consumo de mate tiene un efecto neuroprotector o protege las neuronas frente a la agresión que hace que se mueran”.

“Es probar si realmente los animales que toman mate no pierden las células, no desarrollan la enfermedad, esta última entre comillas porque es difícil hablar de un ratón parkinsoniano porque el Parkinson es una enfermedad exclusiva de los seres humanos”, aclaró.

Avances

“Además de probar qué sucede y cuál es el efecto del consumo de mate, hemos visto que el consumo de yerba mate en estos animales ejerce una moderada neuroprotección”, ratificó. Y añadió que “a su vez, nosotros hicimos el análisis de conducta de los animales y determinaciones de las concentraciones plasmáticas de los compuestos bioactivos mayoritarios de la yerba mate. Ahora estamos en proceso de armar la publicación”.

Asimismo aclaró que este tipo de experimentos son para probar lo que sucede a nivel celular en un modelo en ratón que puede que no ocurra lo mismo en el humano. “Este estudio nos ayuda es a descifrar cuál podría ser el posible efecto de los compuestos de la yerba mata sobre el sistema dopaminérgico”.

“Esto es sobre las neuronas del sistema dopaminérgico y cómo es el mecanismo celular. Si una persona toma mate puede que tenga un cierto nivel de neuroprotección que ayude, tal vez puede ser un mecanismo antioxidante que prevenga que esas neuronas se mueran”.

Cuando las neuronas mueren, desciende la liberación de dopamina en el núcleo del estriado del cerebro. La disminución de la concentración dopamina genera los signos característicos de la enfermedad, que son lentitud de movimiento -bradicinesia-, temblor de reposo, desbalance postural y rigidez).

“La yerba mate estaría ejerciendo un efecto neuroprotector. Una vez que nosotros demostramos que hay una neuroprotección leve, ahora hay que ver cómo es el mecanismo de acción de la yerba mate a nivel molecular, lo que será nuestro segundo proyecto”, adelantó.

“Hemos podido demostrar que el consumo de Yerba Mate de manera crónica en los animales que tomaron durante cinco meses, tienen menor muerte celular que los que tomaron agua. El siguiente proyecto para trabajar los próximos dos o tres años es develar cuál es el mecanismo por el cual se produce esa neuroprotección moderada”, concluyó.

Datos para un currículum

Irene Taravini es Investigadora Adjunta – CONICET, Laboratorio de Neurobiología Experimental de la Facultad de Bromatología de UNER.

Es también, Bioquímica de la UBA, y realizó su Doctorado en el Instituto de Investigaciones Farmacológicas bajo la Dirección del Dr. Oscar Gershanik, con quien trabaja también Gimena Gómez en el Laboratorio de Parkinson Experimental del Instituto de Investigaciones Farmacológicas (ININFA-UBA-CONICET). Durante su carrera científica fue codirigida por el Dr. Gustavo Murer del Laboratorio de Fisiología de Circuitos Neuronales, Instituto de Fisiología y Biofísica Bernardo Houssay (IFIBIO-Houssay-UBA-CONICET).

Bioterio

Para el desarrollo del modelo de la enfermedad se utilizan ratones que son criados y mantenidos en el Bioterio que ha sido recientemente construido en la Facultad de Bromatología. Este Bioterio cumple con las normativas y recomendaciones específicas exigidas por las autoridades nacionales (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria, SENASA, Resol. 617/2002, Ensayos Biológicos y Químicos) e internacionales (National Institutes of Health, NIH, USA y Directiva 2010/63/EU, de la Comunidad Económica Europea).

Una mujer investigadora

Egresada de la Facultad de farmacia y bioquímica de la UBA, Irene Taravini se posgraduó como doctora y un postdoctorado en “el que sigue siendo mi laboratorio hasta hoy”, el Instituto de investigaciones farmacológicas, para estudiar determinados aspectos y responder ciertas preguntas sobre la enfermedad de Parkinson, bajo la dirección del Dr. Oscar Gershanik.

Y desde 2014, con el agregado de ser investigadora del CONICET, aplica sus conocimientos en la Facultad de Bromatología. “Tenía mi puesto de investigadora en Buenos Aires, y mi familia en Gualeguaychú. Durante 18 años viajé casi todas las semanas”, contó.

También Raffaella, su primera hija, viajó todas las semanas hasta sus dos años. Y cuando Irene supo que venía Augusto (que llegó en febrero de 2018) se planteó instalarse, no obstante “como por el momento en Gualeguaychú soy la única que investiga en neurociencias y trabajo con animales, no tengo pares con los cuales hablar de mi tema, seguiré viajando, para asistir a seminarios y mantener contacto con mi referente, así como mantener mis colaboraciones en investigaciones”, dejó en claro.

Cuando la posibilidad de concursar como ayudante de cátedra en la Facultad se presentó, no la desaprovechó. Ahora, es profesora adjunta de la cátedra de Bioquímica de la Licenciatura en nutrición. Y suma su laboratorio y el bioterio.

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