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La odisea de cruzar dos veces la Cordillera de los Andes

Hugo “Rengo” Horst (52) no se cansa de salir de la zona de confort. Hace tres años atravesó la Cordillera en bicicleta junto a su esposa, ahora hizo lo mismo pero a caballo. En un mano a mano con MIRADOR ENTRE RÍOS, el comerciante ramirense dialogó sobre esta gran travesía y cómo pudo salir adelante luego de perder la pierna y quedar sin trabajo cuando tenía 25 años.

José Prinsich
redaccion-er@miradorprovincial.com

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La naturaleza es sabia y una prueba fehaciente de ello es el agua, que nunca discute con sus obstáculos sino que los rodea. Bajo esta misma filosofía de vida se han sumado infinidades de personas en todo el mundo y a lo largo de la historia, quienes pudieron ver grandes oportunidades en los momentos de crisis. Personas que, a pesar de los constantes fracasos, salieron adelante y concretaron sus sueños, sin sucumbir a la tentación de bajar los brazos. La historia de Hugo Horst, un tenaz comerciante de 52 años, podría sintetizarse como motivadora. El ramirense por adopción pudo sortear todas las piedras que se le atravesaron por el camino desde perder una pierna y quedarse sin trabajo hasta tener que mantener una familia y pelear a toda costa por la inclusión de las personas con discapacidad.

Un desafío personal

Amanece en la Cordillera de los Andes. El paisaje es avasallante y no tiene desperdicio. Un grupo de aventureros descansa a la interperie, a la espera de la salida del sol para volver al ruedo. Salir de la zona de confort para cruzar la montaña y arribar a tierras chilenas es el objetivo central, pero para concretarlo hacen falta varios kilómetros y horas de cabalgata.

Durante la noche, las estrellas se transformaron en la escenografía principal y las monturas de los caballos, sumado a una gran lona, se convirtieron en los colchones de los jinetes. El Rengo, como apodan al entrerriano, es uno de los primeros en levantarse, mientras apronta unos calentitos mates y se deleita una y otra vez con la geografía del lugar. Pese a la ausencia de señal para realizar llamadas o mandar mensajes, la conexión entre todos los integrantes del grupo es excelente. Turistas provenientes desde diversos puntos del país arribaron a la provincia de Mendoza para disfrutar este viaje.

El hombre de la Capital Provincial de la Juventud era el único panza verde en el contingente. En el 2017 junto con su esposa Gabriela habían atravesado los Andes en bicicleta, convirtiéndose en la primera pareja de General Ramírez en llevar adelante semejante hazaña. Más allá de aquella experiencia sobre las dos ruedas, lo que estaba viviendo ahora era totalmente diferente.

“Hice muchas travesías y anduve por muchos lados pero esto de hacer la cordillera a caballo fue una experiencia increíble”, dejó en claro. Desde hace unos años, los desafíos se volvieron un hábito en el currículum de Hugo, que no tiene miedo alguno en soportar las adversas condiciones climáticas, la altura, el terreno o la cantidad de kilómetros que deba atravesar. “Me apasiona todo esto. Un viaje te lleva a otro, también me gusta mucho disfrutar y conocer, que es lo único que me voy a llevar. Personalmente, me encanta probar todo desde la moto, los caballos y la bicicleta. Y si viene un loco que quiere volar mañana capaz que lo acompaño. Siempre me quedo con la sensación de más y quiero superarme”, agregó.

Los orígenes de esta aventura se remontan a marzo del año pasado, cuando Horst visitó Salta en el marco de un encuentro de cicloturismo. Allí le comentaron la propuesta con todos sus pormenores. El pedalista llegó a su ciudad con muchas ilusiones, atrapado por los fervorosos relatos que escuchó en el norte argentino. La confirmación al evento no tardó en llegar y rápidamente comenzó a prepararse durante meses para la odisea trasandina.

Con el recado y la alforja lista, sumado al acompañamiento de su familia, el Rengo emprendió rumbo hacia Valle Los Molles, cerquita de Las Leñas, donde daba inicio la cabalgata. La aventura se extendió a lo largo de cinco días y se llevó a cabo a mediados de enero. El recorrido tenía una duración de unas ocho horas diarias. “Si bien cuando llegas a la Cordillera se torna cada vez más frío, con la emoción que tenés no lo sentís. Estos animales son muy mansos y van al paso, en fila. Cuando vos sabes andar a caballo lo podés sacar de la fila o mover un poco más. Igualmente hay mucha gente que va a hacerlo y no sabe montar. El caballo me dejó la sensación de que voy a volver”, sostuvo.

Un vuelco para siempre

Hugo Horst tenía 25 años cuando su vida cambió para siempre. En un abrir y cerrar de ojos, había dado un giro de 180 grados: un automóvil le había provocado un grave accidente dejándolo internado durante un año y nueve meses. Fue intervenido quirúrgicamente en 14 oportunidades hasta que perdió la pierna.

“Me costó mucho porque todos hablaban de inclusión pero nadie te daba trabajo”, recordó el comerciante oriundo de Firmat (Santa Fe), quien se desempeñaba como tornero. Además llegó a trabajo como mecánico de fábrica en Nestlé pero perdió el puesto luego de que le amputaran el miembro inferior. Sin trabajo y con una familia para mantener, el Rengo salió a jugarse la vida en la calle vendiendo estampitas, hilo, agujas y naranjas. No quedaba otra opción ya que había que llevar a toda costa el pan a la mesa. En los días de lluvia su señora le cocinaba tortas fritas para ofrecer, mientras su hija mayor le ayudaba con la canasta. Las muletas se volvieron sus aliadas durante cuatro años.

El presupuesto no alcanzaba para nada. “Tuve la suerte de que a las dos nenas que teníamos las mandábamos a un colegio de monjas”, relató. Una hermana del establecimiento lo contactó para conseguirle la pierna. Para ello le iba a mandar una carta al Gobernador. Luego de 15 días, el mandatario provincial respondió positivamente la solicitud y así le hicieron entrega de la primera prótesis.

“Al principio, cuando recién empezaba a pedalear, tenía la pierna suelta y por ahí volaba. Literalmente se me salía y mi señora tenía que volver a buscarla. Hoy me agarras la pierna y me podés llevar a la rastra que no se me va a salir. Actualmente tengo una pierna nueva, es especial para todo lo que hago. Llegué a subir el cerro Champaquí en Córdoba. Lo hice en bicicleta pero también de trekking. A la discapacidad siempre la maneja bien. La tomé de manera positiva. La decisión era simple: me decido a vivir o me pego un tiro. Tuve la suerte de que mi señora me ayuda mucho y hasta no me alcanzaba las cosas para que me esfuerce y las busque yo”, prosiguió.

En medio de la crisis por la que estaba atravesando el país, allá por el 2000, el joven mecánico tuvo que dejar la tornería. A todo esto, en una visita a General Ramírez, donde vivía la hermana de su esposa, se quedó sorprendido por la gran cantidad de empresas asociadas a los comestibles desde fábricas de jugos y alimentos balanceados hasta frigoríficos, molino harinero y enormes cooperativas.

Así, como se ve, la ciudad del departamento Diamante le cayó bien desde el primer momento. Le agradaron sus bulevares y la cordialidad de la gente, sus siestas silenciosas y la capacidad productiva de sus habitantes. Luego de instalarse, el trabajo seguía siendo para la familia Horst una limitante. Continuó vendiendo estampitas y otros objetos porque no tenía dinero para pagar la luz. Al tiempo, con mucho esfuerzo y dedicación, decidieron encarar nuevos rumbos y construir un negocio, el cual tuvo inmediatamente sus frutos en el barrio. La tornería había quedado de lado tras abocarse de lleno a este nuevo proyecto.

Salir al camino

Los caminos rurales de la región fueron la excusa perfecta para salir a andar en bicicleta. Poco a poco, la pareja ramirense comenzó a agarrarle gustito al cicloturismo. Kilómetros tras kilómetros el dúo conoció distintos lugares no sólo de la provincia sino también del país, asistiendo a innumerables encuentros donde las dos ruedas eran protagonistas. Era tanto lo que anduvieron que se hicieron amigos en varias localidades, entablando sólidos vínculos. “Cuando menos lo pensamos estábamos cruzando los Andes, pasamos por el Ischigualasto (San Juan), Córdoba, Salta y Jujuy, entre otros sitios”.

La pasión por el cicloturismo fue tanta que llegaron a conformar un grupo con aficionados de la ciudad. El mismo se denominó “Ramírez Pedalea”. En el 2018, en el marco del Primer Encuentro Nacional de Cicloturismo, el entrerriano tuvo un noble gesto al fabricar una bicicleta adaptada. A la luz salieron sus conocimientos en mecánica para construir este vehículo destinado a Alejandro Nuñez, oriundo de Carlos Pellegrini. El joven santafesino desde muy chico tuvo poliomielitis, por lo que su movilidad dependía de bastones y hasta el momento utilizaba una playera para desplazarse.

La rueda se detiene por un momento. El Rengo piensa en todos los momentos que tuvo que atravesar para poder llegar a donde está hoy. El sacrificio no fue en vano y eso lo sabe muy bien. Hoy, con otra mentalidad y cuatro grandes hijas, el hombre de los desafíos tiene un anhelo: cruzar la Ruta Nacional 40 “Libertador General Don José de San Martín”. El recorrido tiene más de 5.000 km y se extiende desde Cabo Vírgenes (Santa Cruz) hasta La Quiaca (Jujuy). En total, el ramirense estaría haciendo más de 10.000 km teniendo en cuenta que quiere comenzar desde el kilómetro cero.

“Los desafíos van saliendo. Siempre conoces gente. A pesar de que me falta una pierna, hay que valorar las cosas y a veces uno se queja de nada. Estuve un año y nueve meses sufriendo, con operaciones. Me había hecho adicto a los calmantes y estuve varios meses hasta que los pude dejar. Cuando me amputaron la pierna empecé a vivir, nací de nuevo y para mi familia era un alivio porque estaba todos los días en la cama”, concluyó el abuelo de 52 años.

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