Cuando era chico le gustaba jugar a la radio con sus amigos, con ellos solía asomarse al vidrio de la radio de Victoria para ver lo que podía de ese mundo maravilloso. También fue diexista —es la afición de escuchar emisoras de radio lejanas o exóticas— y participó de la redacción de un boletín parroquial. En el último año de la escuela secundaria obtuvo su primer trabajo como locutor en LT39, de Victoria, donde dio los primeros pasos en el medio y consolidó su pasión por la comunicación.
Así las cosas, aquel joven Pedro Brassesco no demoró mucho en decidir qué estudiar y un día ingresó a la carrera de Comunicación Social de la Universidad Nacional de Entre Ríos, con sede en Paraná. Desde la capital provincial, trabajó como corresponsal para la radio de su ciudad natal. Salía por teléfono desde la sala de periodistas de Casa de Gobierno, pero cubría todas las informaciones que se iban produciendo y que eran de interés provincial. Los fines de semana regresaba a Victoria para trabajar, lo cual le permitía costearse los estudios.
Trabajó también como productor periodístico en programas de radio, continuó como corresponsal para varios medios, entre ellos LT41, de Gualeguaychú, y acompañó en la conducción a Sonia Fernández en el primer tramo de la mañana de LT14.
Después se fue a Concordia, a LT15. Empezó como conductor y al año siguiente asumió la dirección de la radio.
“Disfrutaba todo de la radio, especialmente la variedad y agilidad de la información. En el periodismo uno nunca se puede aburrir porque siempre hay algo nuevo, cada día no es igual a otro y uno nunca puede planificar completamente un programa porque siempre aparecerá algo nuevo. Y si no aparece, se busca porque en algún lado está”, reflexiona Brassesco, en una entrevista con Mirador Entre Ríos.
De periodista a sacerdote
Pedro recuerda que cuando era estudiante en el colegio secundario llegó a plantearse la vocación religiosa, pero no logró estar lo suficientemente convencido. También sentía el peso de cierto mandato familiar de continuar con la producción rural (actividad de su padre y antepasados), pero el trabajo en la radio le hizo tomar el camino de la comunicación. “Mis padres tuvieron que entender esta primera decisión, pero cuando vieron que me iba bien lo vivieron con alegría”, recordó.
—¿Cómo llegó el llamado al sacerdocio?
—En un momento me empecé a dar cuenta que, aunque estaba haciendo lo que me gustaba y había crecido mucho, no me imaginaba así toda la vida. Sentía que lo pasaba bien pero no me hacía completamente feliz. Entonces redescubrí todo el tema de la fe y fui haciendo un proceso interno buscando mi felicidad. Comencé a charlarlo con un sacerdote, con amigos, algunos incluso no creyentes, sintiendo en el fondo que este camino era lo que me iba a dar plenitud.
La decisión cuesta porque uno quisiera tener una bola de cristal que le diga qué tiene que hacer. A mí me iba bien profesionalmente, estaba independizado, me gustaba lo que hacía y sabía que ingresar a un seminario significaba un cambio de vida total. Uno lo vive con mucha tensión hasta que decide. Cuando dije que sí, sentí un gran alivio y seguridad de que era lo mío. Sentí que era lo que quería ser toda mi vida.
—¿Qué les pareció esta decisión a tus más cercanos?
—No se lo conté a nadie por un tiempo, por temor a que fuera un entusiasmo pasajero. Así que muchos se enteraron en el último momento. Con unos amigos de la radio de Concordia nos fuimos de vacaciones a Brasil y cuando volvimos les dije. Nadie entendía nada. Algunos pensaban que era una broma y otros que me había pasado algo. Hice el programa de radio hasta el día previo a entrar al seminario y en el último momento me despedí y expliqué por qué.
En mi casa también les sorprendió pero creo que ya se habían acostumbrado a confiar en mis decisiones. Igualmente les conté un tiempo antes, pero ese día a mi mamá le dio un ACV muy severo que, gracias a Dios, pudo superar en pocos días.
—¿Lo sentís una vocación?
—Creo que al tema de la vocación a veces lo planteamos mal. Por simplificar las cosas y no dar muchas explicaciones solemos decir que Dios te llama, que es como una voz que te dice lo que tenés que hacer. Y yo nunca escuché ninguna voz. En realidad la cuestión pasa por adentro de uno, que es donde también está Dios y es la búsqueda de la felicidad entendida como la realización de la vida en un proyecto determinado pensado por Dios para cada uno. Para eso uno tiene que encontrarse con Cristo y plantearse para qué me quiere Dios acá. Y en eso que uno va sintiendo que es en lo que quisiera gastar su vida porque lo va a hacer feliz, más allá de las adversidades, es por donde pasa la vocación.
—Podría decirse que, tras tu ordenación, ¿no has dejado de ejercer de alguna manera la comunicación social?
—Lo que pasa es que con toda la experiencia en comunicación siempre me fueron encargando alguna tarea. Me especialicé un poco más en comunicación institucional, incluso hice algunos cursos, pero sabiendo que lo mío es primariamente ser sacerdote. Todo lo demás queda vinculado en función de mi ministerio sacerdotal. Si no, sería una disociación. Incluso ahora que estamos preparando un noticiero televisivo para Ibicuy que no tiene que ver con lo religioso, para mí tiene una dimensión sacerdotal porque se trata de un servicio necesario a la comunidad y que hago por amor al prójimo.
Hoy en día tenemos que aprovechar todos los recursos tecnológicos, pero no pensar que con la sola presencia en las redes sociales ya estamos hechos, el encuentro personal sigue siendo fundamental en el anuncio del EvangelioPedro Brassesco
sacerdote y periodista
El mensaje bíblico en tiempos de redes sociales
—¿Cuál es la manera más eficiente de transmitir la palabra en este tiempo?
—Tenemos que continuar mirando y aprendiendo de Jesús que es el modelo pedagógico del anuncio de la palabra. Nosotros seguimos con un modelo argumentativo propio de otras épocas, esto es necesario para la profundización del pensamiento teológico, pero para transmitir la palabra los recursos más fecundos son los testimonios y las <ct:Italic>storytelling <ct:>(el arte de contar una historia). Esto es precisamente lo que hacía Jesús, testimoniaba y contaba fabulosas parábolas para explicar qué era el Reino de Dios. Utilizaba las imágenes y lenguaje de su cultura para hacerse entendible. En cambio nosotros muchas veces tenemos el defecto profesional de hablar con palabras muy naturalizadas en el lenguaje eclesial pero perfectamente desconocidas para la gran mayoría.
Eso no quiere decir que tengamos que volver a redactar la Biblia. La palabra de Dios es viva y eficaz, tiene fuerza propia, pero nosotros debemos ayudarle con recursos pedagógicos. El Papa Francisco es muy claro en <ct:Italic>Evangelii Gaudium<ct:> cuando dice que en la misión hay que llevar la Biblia y que no siempre es necesario leer el texto, muchas veces se puede contar con las propias palabras lo que Jesús enseña.
—¿Qué tanto ayudan las redes sociales?
—Las redes sociales, como toda tecnología, ayudan a canalizar recursos espirituales y de formación. Considero que son un complemento y Dios se vale de muchas maneras. Pero el anuncio personal, el contacto cara a cara, sigue siendo prioritario para el primer anuncio o para ayudar a redescubrir la fe.
Las redes dan mayor visibilidad pero nos pueden hacer vivir en una ilusión si no tenemos presente la realidad de la burbuja informativa. El desafío es cómo traspasar esa burbuja y cómo hacer para que de la información se pase al interés por el encuentro personal, que es lo que realmente genera compromiso.
Creo que hoy en día tenemos que aprovechar todos los recursos tecnológicos, pero no pensar que con la sola presencia en las redes sociales ya estamos hechos, el encuentro personal sigue siendo fundamental en el anuncio del Evangelio.
Difusión y reconocimiento
—¿Cómo surgió esto de grabar el evangelio del día?
—Surgió por un pedido de la radio de Gualeguay para hacer un mensaje espiritual al iniciar la transmisión en el 2009. Mi idea era hacer algo que en cinco minutos pudiera incluir la lectura del Evangelio, una reflexión, una canción relacionada, oración y bendición.
—¿De qué manera lo distribuís?
—Me lo fueron pidiendo de otras radios. Comencé a subirlo a Facebook, Twitter y páginas de podcast. Una vez me llamaron de Miami porque de una comunidad lo enviaban a 2 mil contactos a través de WhatsApp, así que ahí comencé también a mandarlo por este medio y a subirlo a Youtube.
—¿Quiénes te escuchan y hasta dónde llega?
—Es imposible calcular a cuántas personas llega hoy en día. Sobre todo porque el envío por WhatsApp hace que a su vez muchos lo reenvíen a grupos y contactos. Me han sorprendido los testimonios de distintas partes del mundo de personas que les ha ayudado en su vida de fe e incluso han hecho un proceso de conversión. Actualmente tiene mucha difusión en Centroamérica y Estados Unidos. Allí hay varias radios que también lo difunden y parroquias que los envían a sus fieles.
Hay muchos sacerdotes y otras personas que hacen este tipo de audios. Lo que le da cierta particularidad a éste es que no suele durar más de cinco minutos, está la lectura del evangelio (en otros es sólo una reflexión) y cierra con una oración. Entonces la gente mientras va en el auto o caminando puede tener un momento de oración completo.
Otras dos claves que trato de cuidar es que la reflexión siempre esté en un tono positivo y que impulse a la acción y la misión.
De Ibicuy a Estados Unidos
—¿Cómo fue el contacto para llevar tu misión de evangelización a Estados Unidos?
—El año pasado me invitaron a ir a estas comunidades que difunden el evangelio en Miami y Orlando. Estuve dos semanas recorriendo parroquias con charlas y jornadas de espiritualidad. Fue una experiencia muy linda y ahí pude comprobar la fuerza de la palabra de Dios que se va a abriendo caminos en los lugares más impensados.
Este año me invitaron de nuevo así que estaré 20 días en estas ciudades y además agregamos Connecticut, al norte de New York.
Son siempre comunidades latinas que están creciendo mucho por la inmigración y la gente participa activamente de las vidas de las parroquias. Esta vez en alguna parroquia van a incorporar traducción simultánea para las personas de habla inglesa que quieran participar.
—¿Cómo te sentís en esta etapa de tu vida y de tu carrera sacerdotal?
—Me siento tan feliz como el primer día de sacerdote. En este camino Dios siempre sorprende y si uno se deja guiar por él va experimentando las maravillas que es capaz de hacer. Actualmente estoy en Ibicuy como párroco y tres días a la semana en Buenos Aires en la Conferencia Episcopal.
Estudio Derecho Canónico y sigo vinculado con las comunicaciones y la misión. La variedad de actividades le permite a uno percibir la riqueza de la diversidad de la iglesia. Es un tiempo de muchos desafíos y eso es lo que más entusiasma, sobre todo porque uno sabe que en definitiva es Dios mismo que va haciendo su obra a través nuestro.
Sabina Melchiori
redaccion-er@miradorprovincial.com