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Las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera registran niveles sin precedentes

El cambio climático no se ha frenado por la COVID-19. Las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera registran niveles sin precedentes y no dejan de aumentar. Tras una reducción transitoria fruto de las medidas de confinamiento y la ralentización económica, las emisiones van camino de alcanzar niveles previos a la pandemia. Todo apunta a que se producirá el período quinquenal más cálido del que se tiene constancia, una tendencia que, probablemente, se mantendrá. Asimismo, estamos lejos de cumplir los objetivos acordados de mantener el aumento de la temperatura mundial muy por debajo de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales o de limitarlo a 1,5 °C por encima de esos valores de referencia.

Esta información figura en un nuevo informe elaborado por diversas organizaciones científicas de vanguardia, United in Science 2020. En ese documento se destacan los crecientes e irreversibles impactos del cambio climático que afectan a los glaciares, los océanos, la naturaleza, las economías y las condiciones de vida de la población, y que a menudo se perciben en forma de peligros relacionados con el agua, como los episodios de sequía o las crecidas. En el informe también se pone de manifiesto el modo en que la COVID-19 ha entorpecido nuestra capacidad para monitorear esos cambios a través del sistema mundial de observación.

“Este ha sido un año sin precedentes para las personas y para el planeta. La pandemia de COVID-19 ha trastocado vidas en todo el mundo. Al mismo tiempo, el calentamiento de nuestro planeta y la alteración del clima han continuado a un ritmo acelerado”, dijo el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, en el prólogo del informe.

“Nunca antes ha sido tan evidente la necesidad de aplicar transiciones limpias, inclusivas y a largo plazo que permitan afrontar la crisis climática y hacer realidad el desarrollo sostenible. Debemos convertir la estrategia de recuperación de la pandemia en una auténtica oportunidad para forjar un futuro mejor”, dijo el señor Guterres, quien presentó el informe el 9 de septiembre. “Necesitamos ciencia, solidaridad y soluciones”.

El informe United in Science 2020, el segundo de una serie, está coordinado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM), y cuenta con aportaciones del Proyecto Carbono Global, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), la Comisión Oceanográfica Intergubernamental (COI) de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y el Servicio Meteorológico del Reino Unido. En él se presentan los datos y resultados científicos sobre el cambio climático más recientes a fin de contribuir a la adopción de medidas y políticas mundiales bien fundamentadas.

“Las concentraciones de gases de efecto invernadero —cuyo nivel ya es el más elevado en 3 millones de años— no han dejado de incrementarse. Entretanto, grandes extensiones de Siberia han sufrido una prolongada y notable ola de calor durante el primer semestre de 2020, algo inverosímil de no ser por el cambio climático antropógeno. Y ahora, todo apunta a que el período 2016-2020 será el quinquenio más cálido jamás registrado. Este informe evidencia que, aunque muchos aspectos de nuestras vidas se han visto alterados en 2020, el cambio climático avanza implacable”, dijo el Secretario General de la OMM, el profesor Petteri Taalas.

PRINCIPALES CONCLUSIONES

Concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera (Organización Meteorológica Mundial)

Las concentraciones atmosféricas de CO2 no han dado señales de tocar techo y han seguido aumentando hasta alcanzar nuevos registros sin precedentes. Las estaciones de referencia de la red de la Vigilancia de la Atmósfera Global (VAG) de la OMM informaron de concentraciones de CO2 de más de 410 partes por millón (ppm) durante la primera mitad de 2020, y en las estaciones de Mauna Loa (Hawái) y el cabo Grim (Tasmania) se registraron 414,38 ppm y 410,04 ppm, respectivamente, en julio de 2020, frente a las 411,74 ppm y 407,83 ppm de julio de 2019.

La reducción en las emisiones de CO2 de 2020 tendrá un efecto muy limitado en la tasa de incremento de sus concentraciones atmosféricas, dado que estas son el resultado de las emisiones actuales y pasadas y del período de vida sumamente prolongado de ese gas. Para estabilizar el cambio climático, las emisiones deben reducirse de forma sostenida hasta lograr que las emisiones netas equivalgan a cero.

Emisiones mundiales de CO2 de origen fósil (Proyecto Carbono Global)

Se estima que, en 2020, las emisiones de CO2 disminuirán entre un 4 y un 7 % a causa de las medidas de confinamiento impuestas a raíz de la COVID-19. El porcentaje exacto de reducción dependerá de la evolución que siga la pandemia y de las respuestas que los gobiernos brinden ante ella.

Durante el apogeo de las medidas de confinamiento, a principios de abril de 2020, las emisiones mundiales diarias de CO2 de origen fósil disminuyeron un 17 % con respecto a 2019, una reducción sin precedentes. Con todo, las emisiones se mantuvieron en niveles equivalentes a los de 2006, una clara muestra del drástico incremento experimentado a lo largo de los últimos 15 años y de la constante dependencia de los combustibles fósiles para la generación de energía.

A principios de junio de 2020, las emisiones mundiales diarias de CO2 de origen fósil volvieron a situarse cerca de los niveles de 2019, al quedarse mayoritariamente un 5 % (intervalo del 1 al 8 %) por debajo de los valores registrados ese año, cuando se alcanzó un nuevo récord de 36,7 gigatoneladas (Gt), es decir, un 62 % más de emisiones que las registradas cuando empezaron las negociaciones sobre el cambio climático en 1990.

Las emisiones mundiales de metano procedentes de actividades humanas han seguido aumentando en el último decenio. Las emisiones actuales de CO2 y metano no son compatibles con las trayectorias que deberían seguir las emisiones para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París.

Disparidad en las emisiones (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente)

Ya no puede aplazarse más la adopción de medidas transformadoras si se quieren alcanzar los objetivos del Acuerdo de París.

En el Informe sobre la disparidad en las emisiones de 2019 se mostró que, para alcanzar el objetivo de mantener el calentamiento global en 2 °C, entre 2020 y 2030 las emisiones mundiales deberían reducirse cada año cerca de un 3 %, y para alcanzar el objetivo del Acuerdo de París de mantener el calentamiento global en 1,5 °C, deberían lograrse reducciones anuales medias superiores al 7 %.

Se estima que, para limitar el calentamiento global a menos de 2 °C, en 2030 la disparidad en las emisiones será de 12 a 15 Gt de CO2 equivalente. En cambio, para alcanzar el objetivo de mantener el calentamiento global en 1,5 °C, se estima que la brecha oscilará entre 29 y 32 Gt de CO2 equivalente, valores que corresponden aproximadamente a las emisiones combinadas de los seis mayores emisores.

Si bien todavía es posible salvar la disparidad en las emisiones, ello precisa de medidas urgentes y concertadas entre todos los países y todos los sectores. Una parte notable del potencial a corto plazo puede materializarse mediante la ampliación de las políticas actuales cuya eficacia se haya podido demostrar, por ejemplo, en materia de energías renovables y eficiencia energética, medios de transporte con bajas emisiones de carbono y supresión progresiva del uso del carbón.

Más allá del horizonte de 2030, se necesitan nuevas soluciones tecnológicas y un cambio gradual en los modelos de consumo a todos los niveles. Pero cabe destacar que ya existen soluciones viables desde el punto de vista técnico y económico.

Estado del clima mundial (Organización Meteorológica Mundial y Servicio Meteorológico del Reino Unido)

Se espera que la temperatura media mundial del período 2016-2020 sea la más cálida de la que se tiene constancia, aproximadamente 1,1 °C por encima de la media de 1850-1900, el período que se toma como referencia para evaluar el cambio que la temperatura ha experimentado desde la era preindustrial, y 0,24 °C más cálida que la temperatura media mundial del período 2011-2015.

En el período quinquenal de 2020 a 2024, la probabilidad de que por los menos en un año se superen en 1,5 °C los niveles preindustriales es del 24 %, y hay una probabilidad muy reducida (3 %) de que la media correspondiente a los cinco años supere ese umbral. Es probable (70 % de probabilidades) que, durante los próximos cinco años, haya uno o varios meses con una temperatura por lo menos 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales.

En cada uno de los años comprendidos entre 2016 y 2020, la extensión del hielo marino del Ártico ha estado por debajo de la media. En el período 2016-2019, la pérdida de masa de los glaciares registrada superó los valores de cualquier otro período quinquenal previo desde 1950. La velocidad de subida del nivel medio del mar a escala mundial se incrementó entre 2011-2015 y 2016-2020.

Las consecuencias más graves se han debido a fenómenos meteorológicos y climáticos extremos. En muchos de ellos, se ha reconocido una clara huella del cambio climático inducido por el hombre.

Los océanos y la criosfera en un clima cambiante (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático)

El cambio climático inducido por el hombre está afectando a sistemas esenciales para la vida, desde las cimas de las montañas hasta las profundidades de los océanos, lo que provoca una aceleración del aumento del nivel del mar y entraña una sucesión de efectos en cadena para los ecosistemas y la seguridad de las personas.

Ello dificulta cada vez más la adaptación y las respuestas integradas en materia de gestión de riesgos.

Los glaciares y los mantos de hielo de todo el mundo han perdido masa. Entre 1979 y 2018, la extensión de hielo marino en el Ártico se ha reducido en todos y cada uno de los meses del año. El aumento de los incendios forestales y el brusco deshielo del permafrost, así como los cambios en la hidrología del Ártico y las montañas, han modificado la frecuencia y la intensidad de las perturbaciones que sufren los ecosistemas.

Los océanos de todo el mundo han sufrido un aumento de la temperatura sin interrupción desde 1970 y han absorbido más del 90 % del exceso de calor del sistema climático. Desde 1993, la tasa de calentamiento de los océanos y, por tanto, la tasa de absorción de calor se ha más que duplicado. La frecuencia de las olas de calor marinas se ha multiplicado por dos y ahora su duración, intensidad y extensión son mayores, lo que provoca episodios de decoloración coralina a gran escala. El océano ha absorbido entre el 20 y el 30 % del total de emisiones antropógenas de CO2 desde la década de 1980, y ello ha incrementado la acidificación del océano.

Aproximadamente desde 1950 muchas especies marinas se han desplazado en busca de hábitats adecuados y han alterado sus comportamientos estacionales en respuesta al calentamiento de los océanos, los cambios en el hielo marino y la pérdida de oxígeno.

El nivel medio del mar a escala mundial está subiendo, y la aceleración observada en los últimos decenios obedece al ritmo cada vez más rápido de pérdida de hielo de los mantos de hielo de Groenlandia y de la Antártida, así como a la pérdida constante de masa de los glaciares y a la expansión térmica del océano. El ritmo de subida del nivel medio del mar a escala mundial de 2006 a 2015 es de 3,6 ± 0,5 mm anuales, un valor sin precedentes para el conjunto del siglo pasado.

Clima y recursos hídricos (Organización Meteorológica Mundial)

Las consecuencias del cambio climático que se perciben en mayor medida son la modificación de las condiciones hidrológicas, como la alteración de la dinámica del hielo y la nieve.

De aquí a 2050, la cantidad de personas en riesgo de verse afectadas por crecidas aumentará de los 1 200 millones actuales hasta los 1 600 millones. Desde principios hasta mediados de la década de 2010, 1 900 millones de personas —esto es, el 27 % de la población mundial— vivía en zonas potencialmente sujetas a una grave carestía de agua. En 2050, esa cifra podría aumentar hasta situarse entre los 2 700 y los 3 000 millones de personas.

En 2019, el 12 % de la población mundial bebía agua procedente de fuentes no mejoradas y no potables. Más del 30 % de la población mundial, esto es, 2 400 millones de personas, viven sin acceso a ninguna forma de saneamiento.

Se prevé que el cambio climático aumente el número de regiones con estrés hídrico y agrave la escasez de agua en aquellas regiones que ya lo padecen.

La criosfera es una fuente importante de agua dulce para las regiones montañosas y las zonas que se encuentran río abajo. Puede afirmarse con un nivel de confianza alto que la escorrentía anual de los glaciares alcanzará su máximo a escala mundial a más tardar a finales del siglo XXI. Después, se prevé que la escorrentía de los glaciares se reduzca en todo el mundo, con las consiguientes implicaciones para las reservas de agua.

Se estima que en Europa Central y el Cáucaso ya se ha alcanzado el nivel máximo, y que en la región de la meseta tibetana se alcanzará entre 2030 y 2050. Puesto que en esa región la escorrentía procedente de la cubierta de nieve, el permafrost y los glaciares representa hasta el 45 % del total del caudal de los ríos, la disminución de su volumen afectará a la cantidad de agua disponible para 1 700 millones de personas.

Observaciones del sistema Tierra durante la pandemia de COVID-19 (Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura y Organización Meteorológica Mundial)

La pandemia de COVID-19 ha repercutido notablemente en los sistemas mundiales de observación, lo que a su vez ha afectado a la calidad de los pronósticos y de otros servicios meteorológicos, climáticos y oceanográficos.

En marzo y abril, las observaciones realizadas desde aeronaves se redujeron, de media, entre el 75 y el 80 %, y ello socavó el grado de acierto de los pronósticos generados a partir de modelos meteorológicos. Desde junio, solo se ha producido una ligera recuperación. Las observaciones realizadas en estaciones meteorológicas manuales, en particular en África y América del Sur, también se han visto muy afectadas.

En el caso de las observaciones hidrológicas, como las que cuantifican los caudales fluviales, la situación es similar a la que se vive con las mediciones atmosféricas in situ. Los sistemas automáticos siguen proporcionando datos, mientras que las estaciones de aforo que dependen de lecturas manuales se han visto afectadas.

En marzo de 2020, casi todos los buques de investigación oceanográfica tuvieron que regresar a sus puertos de origen. Los buques comerciales no han podido proporcionar las observaciones oceanográficas y meteorológicas vitales que aportaban, y no se ha podido realizar el mantenimiento de las boyas ni de otros sistemas oceanográficos. Cuatro estudios sobre variables como el carbono, la temperatura, la salinidad y la alcalinidad del agua en todas las profundidades oceánicas, que se realizan solo una vez por decenio, han sido cancelados. Las mediciones del carbono en superficie efectuadas desde buques, que permiten conocer la evolución de los gases de efecto invernadero, también se han interrumpido.

Las consecuencias en el monitoreo del cambio climático son a largo plazo. Es probable que impidan o restrinjan las campañas de medición del balance de masa de los glaciares o del espesor del permafrost, que suelen llevarse a cabo al final del período de deshielo. La interrupción general de las observaciones conllevará la aparición de lagunas en las series temporales históricas de las variables climáticas esenciales, imprescindibles para monitorear la variabilidad del clima, el cambio climático y los efectos conexos.

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