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Los bancos y la responsabilidad

La crisis financiera iniciada en 2008, que no ha sido superada, tuvo consecuencias que estamos apreciando ahora cuando crisis parecidas están en el horizonte y atravesamos una con imbricaciones sanitarias. La especulación con base en los negocios inmobiliarios produjo la quiebra de Lehman Brothers y dejó temblorosos a muchos bancos que solían presentarse como modelos de solidez con la finalidad de generar confianza y proceder.

Entonces el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, con una seguridad envidiable en lo que debía hacer, dispuso un subsidio inicial de 800.000 millones de dólares para los bancos, de los que ni un centavo llegó a la gente común; pero sirvió para que los gerentes en ruinas se aumentaran los sueldos, lo que provocó reproches del propio Obama.

Generalmente los subsidios no son bien vistos, por ejemplo entre nosotros si los reciben los pobres; pero el aparato publicitario que responde incondicionalmente al poder mundial presentó el salvataje de los banqueros como una medida de alta política, muy elogiada aunque posiblemente fuera de la comprensión de los críticos de café debido a la complejidad de las cuestiones financieras.

El desaparecido economista chileno Manfred Max Neef dijo entonces con las remesas que habían recibido los bancos se podía eliminar el hambre del mundo por seis siglos. Preguntaba dónde estaba ese dinero, quién lo tenía, porque hasta entonces ante cualquier reclamo, por ejemplo de la organización de las Naciones Unidos para la alimentación, la FAO, la respuesta era que no había recursos. Incluso esgrimiendo ese argumento se demoró sin fecha la entrega una suma ínfima a Haití, para paliar los efectos del terremoto.

La crisis financiera de 2008 se inició en la especulación inmobiliaria de los Estados Unidos, y no fue advertida por los economistas, que parecen tener la vista despejada en ciertos momentos y turbia en otros. Pero se extendió al mundo entero, como ya había pasado en 1930 y pasa con la crisis en curso ahora.

Sin embargo, hay una excepción notable, que habría que estudiar y considerar más de cerca: Islandia, una helada isla del norte de Europa, al borde el océano glacial Artico.

Islandia, con poco más de 300.000 habitantes, fue una de las primeras víctimas europeas de la crisis financiera global, porque sus bancos operaban con poca regulación y se habían endeudado muy fuertemente. Los bancos llegaron a tener pasivos por 86.000 millones de dólares en una economía cuyo producto bruto apenas llegaba a 13.000 millones en 2009.

Cuando se declaró la crisis e Islandia la sufrió, la respuesta islandesa no fue la que recomendaba la cátedra.

Los bancos islandeses, que habían participado de la especulación con alegría juvenil, sin medir consecuencias, se derrumbaron. Algunos expertos, de cuya cientificidad es preciso dudar, sostienen que en una crisis financiera, pese a ser una medida muy impopular, los gobiernos deben rescatar a los bancos con dinero de los contribuyentes sin mirar quién causó la crisis.

Con la publicidad que pueden pagar, los bancos han generado la idea de que ellos son el “mundo”, con un sentido de la palabra similar a la que le dio la aristocracia en el París de la “belle époque”. Quien está fuera de la manta de plomo que cayó sobre las naciones está “fuera del mundo”, pecado mortal si es un Estado.

El salvataje se justifica en que la quiebra del sistema bancario puede tener un efecto depresivo sobre la economía como tuvo la crisis de 1930.

Así cantaban las sirenas, pero el gobierno de Islandia no las oyó a pesar de que hechizan los oídos de los banqueros y llenan sus arcas. En cambio los dejó ir a la quiebra en menos de tres días. Se produjo una recesión profunda, el producto bruto cayó el siete por ciento, la moneda islandesa se devaluó el 80 por ciento. Pero siguió una recuperación saludable, ya no hubo incertidumbres bancarias porque no se usaron fondos públicos para salvar irresponsables.

Islandia creció a una tasa del 7,2% en 2016, mucho comparado con el estancamiento que sufren muchas otras naciones europeas.

El balance de los tres grandes bancos islandeses –Kaupthing, Landsbanki, Glitnir, llamados “los vikingos de las finanzas”, equivalía antes de la crisis a casi 10 veces del producto bruto del país.

El 15 de septiembre de 2008, cuando quebró el banco de negocios estadounidense Lehman Brothers, los mercados mundiales de crédito se congelaron.

Los tres grandes bancos islandeses se vieron amenazados rápidamente después de haber financiado su expansión internacional desenfrenada con préstamos.

El país dejó que quebraran sus bancos para refundar el sistema sobre bases sanas y creó tres nuevas entidades: Islandsbanki -heredera de la rama islandesa de Glitnir- Arion Banki y New Landsbanki.

Los banqueros, en lugar de ser premiados por su irresponsabilidad como en el resto del mundo, fueron estudiados con lupa por un fiscal especial. Hubo 38 condenas por fraude, malversación, manipulación del mercado y abuso de confianza. Entre los condenados estuvieron el número uno de la banca Kaupthing, Hreidar Már Sigurdsson y los miembros de su equipo entre 2003 y 2008. Todos ellos están encerrados con presos comunes. En contraste, la investigación en los Estados Unidos no terminó con ningún especulador de Wall Street preso.
De la Redacción de AIM

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