Carlos Marín
Enrolado en una prédica que promueve la toma de conciencia y el compromiso para generar un cambio no ya necesario sino imprescindible, Sergio Elguezabal estuvo en Paraná. El periodista –reconocido por su participación en un programa televisivo sobre ecología y temas ambientales- llegó invitado por la Fundación OSDE Filial del Paraná para brindar una charla titulada “Nuevos tiempos, nuevos modos”.
En el encuentro tuvo uno de sus ejes en la figura y el ejemplo de Greta Thunberg, la adolescente sueca que inspira protestas para generar conciencia acerca del cambio climático y sus consecuencias. Líder ambientalista, a sus 16 años, Greta es un símbolo de la lucha contra el calentamiento global, inspirando a miles de personas a comprometerse en un cambio de conciencia a escala planetaria. Un cambio que lleve a un nuevo paradigma que resulta no sólo necesario sino imprescindible porque “la casa se está quemando”, asegura en relación a la situación del planeta.
Elguezabal se ocupa de esparcir un mensaje consonante con el de la joven activista europea. Para ello, con fundados argumentos, propone a su ocasional interlocutor –uno o cientos- multiplicar el llamado y sumarse con compromiso a la tarea de evitar el colapso global al que conduce un sistema de producción y consumo basado en la extracción y explotación intensiva e irracional de recursos que se agotan.
“Cada uno debe hallar el camino”, dice Elguezabal, que evita dar recetas totalizadoras con un enfoque absolutista. “Lo que no puede ganar es la indiferencia. Tenemos que empezar ahora para evitar la catástrofe que ya tenemos encima. Nuestra casa común ya está incendiada”, reitera, antes de remarcar: “No nos queda tiempo”.
Las cifras que dan –para conmover- son escalofriantes y lo asisten en la urgencia de su planteo.
“Naciones Unidas acaba de presentar un informe en París, en el cual señala que hay un millón de especies de árboles y animales que están al borde de la extinción. Hablamos de reptiles, primates, mariposas, pájaros, seres vivientes de todo tipo”, explicó a MIRADOR ENTRE RÍOS. Se tata de un millón de especies de las ocho que existen en el planeta. Lo anterior “tiene un impacto directo en la salud de nuestro planeta y de nuestra especie”. El dato también implica repensar aspectos diversos de la vida cotidiana, “desde cómo nos curamos, a la noción de salud, hasta de dónde provienen nuestros alimentos”.
Y para reforzar su posición aclara que Naciones Unidas “especifica claramente a través del panel intergubernamental de Cambio Climático que todo eso pasa por la acción del ser humano”. Esto –subraya- tiene una “relación directa con el modo de producir y consumir en estos últimos 60 años”.
Inmenso desafío
“En los últimos 40 años desaparecieron en el planeta cuarenta por ciento de especies por acción humana”, señala Elguezabal.
Otra cifra escalofriante que desliza es la necesidad de disminuir a la mitad en los próximos 11 años el nivel de las emisiones de gases a la atmósfera. “De no ocurrir esto –señala- un cuarto de la población mundial quedará inmersa en la pobreza absoluta y millones de personas perecerán por la destrucción de los ecosistemas”. Lamentablemente, las perspectivas no son esperanzadoras y es improbable que el objetivo llegue a cumplirse. Sin embargo, como remarca el periodista “hay que intentarlo”. Y señala como una referencia la encíclica “Laudato si”, del Papa Francisco.
¿Somos, entonces, una especie que va al suicidio y con nosotros muchas otras? Se trata de un desafío de primera magnitud y los cambios urgen. “Hay que empezar hoy”, insiste el periodista. En esta disyuntiva que enfrenta la humanidad urge “revisar lo que hacemos”.
“Estamos –opina- ante una perspectiva de un salto de conciencia –que aún no terminamos de mensurar- representado por los jóvenes. Ellos nos dicen ‘tenemos que alimentarnos de otro modo’; ‘no queremos que los adultos nos mientan más’; ‘La casa está en llamas’; ‘No queremos que nos dejen un planeta en ruinas’”.
“Hay un llamado de atención muy grande a los adultos, una invitación a que revisemos cómo hemos hecho y estamos haciendo las cosas”. Se trata de “una interpelación personal, a cada uno de nosotros; y también institucional, a nivel de organizaciones, los estados y el liderazgo en general, a replantearnos algunas creencias”.
Con este panorama, ¿por dónde empezar? “Primero –expresó Elguezabal a MIRADOR ENTRE RÍOS- hay algo clave que todos podemos hacer: informarnos adecuadamente. Comprender este nuevo paradigma de modo horizontal. Entender qué ocurre cuando se extingue una especie, cuando desarrollamos actividades que resultan nocivas para el ambiente y las personas; plantearse cada día qué elegimos para consumir, desde alimentos, medicamentos o bienes de consumo en general. Y saber de dónde proceden esos productos, quiénes los produjeron y cómo; ya que con cada elección que hacemos, estamos enviando un mensaje al fabricante de ese producto en el sentido de respaldarlo y pedirle ‘hacéme otro’. Por lo tanto tenemos una gran responsabilidad cuando elegimos una manteca y no otra. Cuando elegimos una marca de yerba mate y no otra. Es cierto que esto implica un esfuerzo para encontrar información de calidad, que por cierto está disponible”. Esto se vincula a la tarea impostergable de “rediseñar el modo de producir y consumir”.
Hay un segundo punto: “acompañar y aprender de niños y jóvenes porque ellos están en ese salto de conciencia que la familia humana necesita”.
Un escenario sin fórmulas
De todos modos, “hay que dejar en claro que no existe una fórmula única para esto. Sería muy sencillo si pudiésemos compartir ‘diez Tips (sugerencias) que nos ayuden a cambiar o que impliquen transformación’. Pero no es así”. Sucede –sostiene el ambientalista- que estamos viviendo una etapa inusitada de la cual, la humanidad, no tiene registro. En este punto, la ciencia nos invita a salir de nuestra zona de confort, dejar lo establecido, y cuestionar nuestras creencias. Tenemos que entender que necesitamos reconstituirnos, y reaprender. Lo cual implica un arduo trabajo para desaprender muchas cosas que nos han configurado y reaprenderlas en esta nueva clave”.
Por ejemplo concretar pensar en un modelo de trabajo para la concordia y el desarrollo; replantear en lo diario de qué temas y cómo conversamos y finalmente “repensarnos cómo sociedad”
En este punto, avances como los que plantea la Constitución de Ecuador -que considera a la tierra, el ambiente y los seres vivientes como sujetos de Derecho en un todo integrado en una concepción ligada a una cosmovisión distinta a la occidental moderna- establece marcos jurídicos que resultan disruptivos en relación a paradigmas establecidos.
“Estas –señala Elguezabal- son cuestiones indispensables. Y tienen directa relación con considerar cómo, en tanto especie, nos ubicamos frente a la Madre Tierra; ¿la reverenciaremos o la seguiremos tratando como si fuera una prostituta? Entiendo que estos planteos que vienen de países como Ecuador y Bolivia nos obligan a pensarnos –a los humanos- como sujetos pasajeros, mínimos, muy pequeños en el universo. Y la sustentabilidad no es más que vivir en armonía con el resto de las especies. ¿Cómo es posible que otras especies empleen la cooperación para poder subsistir mientras nosotros elegimos atacar la naturaleza, divorciarnos de ella y desconectarnos por completo de lo que nos ha dado la vida?