El 2 de abril se conmemora el «Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas», en reconocimiento al sacrificio, la valentía y la entrega brindada por jóvenes soldados (conscriptos, suboficiales y oficiales) durante los los setenta y cuatro días del conflicto.
La guerra de Malvinas tuvo lugar en el contexto de la última dictadura militar, en medio de una profunda crisis social y económica. A principios de la década de los ochenta, las consecuencias económicas negativas de la apertura económica y de la desindustrialización comenzaron a tornarse evidentes y el descreimiento hacia la dictadura se extendió entre distintos sectores. La sociedad comenzaba a movilizarse y a reagruparse dentro de un fuerte clima represivo. A seis años de la toma del poder, las Fuerzas Armadas se enfrentaban a un contexto político interno difícil con varios frentes de conflicto: la creciente actividad sindical y la crisis económica, las denuncias por violaciones a los derechos humanos, y los reclamos de la recientemente creada Multipartidaria, entre otros.
Este clima de descontento social confluyó el 30 de marzo de 1982 en la importante movilización convocada por la CGT (Confederación General del Trabajo), en el marco de una huelga general lanzada contra la dictadura bajo el lema «Pan, paz y trabajo». Aunque los manifestantes no pudieron cumplir con su objetivo de llegar a Plaza de Mayo, fue una demostración importante de desacuerdo con la dictadura que terminó con más de mil quinientos detenidos. La consigna de «Se va a acabar/ se va a acabar/ la dictadura militar» parecía cerca de materializarse.
Tres días después de esta huelga, se produjo el desembarco de tropas argentinas en Malvinas. En el transcurso de abril de 1982, más de diez mil soldados consolidaron las posiciones en las islas Malvinas. A lo largo de abril hubo una febril actividad diplomática. La República Argentina cosechó importantes adhesiones entre sus naciones hermanas latinoamericanas. Sin embargo, si uno de los presupuestos de la conducción militar argentina era que Estados Unidos se mantendría prescindente, a finales de ese mes las dudas se despejaron: Estados Unidos declaró su apoyo a Gran Bretaña.
Fue en estas condiciones que el 1.° de mayo de 1982 aviones británicos bombardearon el aeropuerto de Puerto Argentino, mientras que sus naves de guerra cañoneaban las posiciones en los alrededores de la población. El 2 de mayo, fuera de la zona de exclusión que los mismos británicos habían establecido, el submarino Conqueror torpedeó y hundió al crucero argentino ARA General Belgrano: murieron 323 de sus tripulantes y se hundieron también las últimas posibilidades de negociar alguna salida diplomática al conflicto. Unos días después, aviones argentinos devolvieron el golpe: lanzaron un misil Exocet que hundió al crucero Sheffield. Los ingleses desplazaron sus barcos al Estrecho de San Carlos, que separaba ambas islas, y finalmente el 21 de mayo desembarcaron al Noroeste de la Isla Soledad. Durante muchos días, la aviación argentina bombardeó tenazmente los barcos británicos pero no pudo impedir el desembarco, que fue enfrentado en su momento inicial por una pequeña fuerza de tropas terrestres. Hasta finales de mayo, el protagonismo en las noticias por las que el grueso de los argentinos siguió la guerra lo tuvo la aviación, que enfrentó en un combate tecnológicamente desproporcionado a la flota británica, ganándose el reconocimiento de sus compatriotas y de sus propios adversarios.
Mientras se desarrollaba este combate aeronaval, el cerco sobre las islas se estrechó, y las condiciones de vida de los soldados argentinos empeoraron, ya que tuvieron que sumar a las deficiencias alimentarias y al frío que avanzaba, la tensión propia de un ejército inmovilizado a la espera de ser atacado mientras era bombardeado diariamente.
Entre el 10 y el 14 de junio se produjeron intensos combates en muchos de los cerros que rodean el puerto: Monte Longdon, Monte Two Sisters, Wireless Ridge, Monte Tumbledown. Fueron breves pero duros enfrentamientos en pésimas condiciones climáticas, en general por la noche y luego de demoledores bombardeos por tierra, mar y aire. Como resultado, los británicos quedaron controlando las alturas que rodeaban a la población, mientras que los argentinos se replegaban y concentraban en los alrededores de Puerto Argentino. En estas condiciones, el gobernador militar Mario Benjamín Menéndez (quien fuera ulteriormente procesado por crímenes de lesa humanidad por su participación en el denominado «Operativo Independencia») firmó el cese del fuego ante el jefe británico el 14 de junio de 1982.
Los soldados argentinos, en su condición de prisioneros de guerra, permanecieron en las islas Malvinas unos días más (en el caso de algunos oficiales y soldados, hasta julio), concentrados en el aeropuerto hasta que fueron embarcados de regreso al continente; primero llegaron a los puertos patagónicos y luego fueron devueltos a sus guarniciones y hogares. En muchos casos en condiciones de semiclandestinidad, con la orden expresa de no hacer declaraciones a la prensa y no contar lo que habían vivido a sus familiares, lo que generó uno de los mayores traumas de la posguerra.
La guerra de Malvinas produjo la muerte de 649 argentinos durante su desarrollo, y heridas a otros 1063. Murieron, asimismo, 255 británicos. Es importante recordar que más de la mitad de estos soldados que integraron las filas del Ejército y la Marina lo hacían en condición de conscriptos. La gran mayoría de ellos tenían entre 19 y 20 años y provenían de distintas regiones del país.
En el contexto de la posguerra, los combatientes protagonizaron destacadas «batallas» políticas y simbólicas por el reconocimiento social. Por un lado, porque enfrentaron la política de borramiento iniciada por la última dictadura militar y por otro, porque debieron disputar su lugar social con una serie de discursos que los fijaba en tres representaciones cerradas: como protagonistas no entrenados del evento bélico; como el retrato del patriotismo de los argentinos; como víctimas del autoritarismo del régimen. Ninguna de estas miradas coincidía del todo con sus propias vivencias de la guerra y la posguerra, atravesadas por dilemas y paradojas. Estas «batallas» por el reconocimiento social debieron ser libradas en el mismo momento en que los ex soldados debían lidiar con los terribles efectos postraumáticos de la guerra y en un contexto de escasa o nula respuesta estatal y social a las demandas de trabajo, vivienda y salud. Aún cuando no hay cifras oficiales al respecto, es un hecho conocido que durante los años de la posguerra se suicidaron muchos sobrevivientes de la guerra.
Dentro de estas batallas por el reconocimiento social, debemos mencionar también aquellas que hicieron posible visibilizar que las mujeres también fueron protagonistas de la Guerra de Malvinas: como instrumentistas quirúrgicas y enfermeras; como personal a bordo de aviones que trasladaban heridos de las islas al continente; como oficiales o personal de buques mercantes con tareas logísticas; o como parte de operaciones de inteligencia. En 2012, la Resolución 1438 del Ministerio de Defensa reconoció las actuaciones de varias de estas mujeres y las filió históricamente con Manuela Pedraza y Juana Azurduy. Treinta años después del conflicto bélico, un documento oficial comenzaba a mirar la guerra con otras lentes que empezaron a desarmar los estereotipos de género.
Por estas razones el 2 de Abril presenta una oportunidad para realizar un necesario reconocimiento a los Veteranos y Caídos en la Guerra de Malvinas. También, para repensar un concepto valioso, el de «patria». El monumento dedicado a Veteranos y Caídos en Puerto Madryn es bien interesante al respecto. En él vemos a un combatiente sosteniendo la bandera argentina y, en el otro, a un compañero caído o desfalleciente. De este modo, el Monumento nos permite pensar que sostener la bandera nacional es indisociable de sostener a los compañeros caídos y que la solidaridad social es un valor insoslayable para la vida en común en democracia. Malvinas nos permite pensar, así, que la patria son los derechos: los derechos humanos y los derechos soberanos.