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Sin salud ni plata

En abril de 2015, la fundación Fiel informaba que para no ser pobre un argentino necesitaba ingresos de 6154 pesos mensuales, cuando el sueldo promedio era de 5500 pesos. Según el informe de entonces, la canasta básica total en la Capital Federal había aumentado el uno por ciento respecto del mes anterior, el 8,8 por ciento durante todo 2015 y el 23,9 por ciento en los 12 meses anteriores.

Los hogares se consideraban pobres si su ingreso era menor al valor de la canasta básica, e indigentes si sus ingresos eran menores al costo de la canasta alimentaria.

En ese año, de acuerdo con datos del Indec, el 30 por ciento de los hogares no alcanzaba a cubrir el costo de esa canasta básica. De acuerdo con las cifras oficiales ese 30 por ciento de hogares tenía ingresos de 5.000 a 6.300 pesos y podían cubrir mínimamente el costo de la canasta.

La comparación con Alemania
Los políticos de turno se negaron a ofrecer estadísticas sobre la pobreza porque “estigmatizaban a los pobres”, o porque revelaban una realidad que querían ocultar. Pero con frecuencia hacen comparaciones con otros países. Una de ellas fue con Alemania: Argentina tendría menos proporción de pobres que el país europeo. Pero pasaron en silencio la base de comparación: en Alemania para ser pobre alguien debe ganar menos del 60% del ingreso promedio. Este porcentaje ubica el límite en alrededor de 1000 dólares mensuales, a valor del dólar “blue” actual, 150.000 pesos mensuales.

La pobreza argentina parece acomodarse bien a todos los partidos sin importar el relato: creció con el gobierno de Cambiemos (luego Juntos por el Cambio), a razón de dos pobres por minuto.

Estos números habían sido peores solo en los tiempos de la Alianza de Fernando de la Rúa, cuando la crisis que se desató a fines de 2001 y terminó con su gobierno y el mantenimiento a rajatabla de la “convertibilidad” llevó a una situación terminal.

Mientras los políticos cultivan los males que genera la brecha que les permite agredirse desde los bordes del abismo, la distancia entre los que tienen mucho y los que no tienen nada se agranda. En este sentido nos aproximamos a Brasil, el país más desigual del mundo, pero sin su desarrollo industrial, centrado en el Estado de San Pablo.

Si no hay margen, el impuesto ayuda
Ya en aquellos años, algunos economistas recordaban que había 114.000 argentinos con un patrimonio superior al millón de dólares. Jugaban con crear un impuesto a los los bienes personales para recaudar 12.750 millones de dólares, que permitirían a valores de entonces garantizar a cada familia pobre un ingreso 5.000 pesos. La finalidad de este otro subsidio estatal era hacer desaparecer el hambre de la Argentina.

Cuando murió en un accidente de helicóptero en Salta el banquero Jorge Brito, dueño del banco Macro, los noticieros insistían en que había criticado el impuesto a las grandes fortunas votado en diputados días antes. Las críticas a ese impuesto provenían por supuesto en primer lugar de quienes deben pagarlo, pero también de los periodistas que por la razón que sea respaldan sus posiciones.

Sin embargo, que un anciana que cobra 18.000 pesos mensuales deba pagar el 21% de IVA por cada paquete de yerba mate que compre, no es algo que merezca una crítica equivalente al impuesto a las grandes fortunas.

Sobre pobre, asfixiado
Al deterioro constante de la situación económica argentina, al menos para la gran mayoría de la población, vino a agregarse las medidas draconianas tomadas por el gobierno con motivo de la pandemia de Covid 19. El argumento inicial contraponía salud y economía y elegía la salud suponiendo que la economía se recupera y la salud, no.

Pero en el tiempo transcurrido desde marzo pasado, la economía sufrió un gran retroceso adicional al que ya venía padeciendo sin pandemia y además, la cuarentena sin fin deterioró la salud.

Solito me voy muriendo
Los que debieron permanecer bajo clausura hasta que el gobierno perdió capacidad de imponer encierro, no consultaron por sus enfermedades crónicas preexistentes: psiquiátricas, cardíacas, diabetes, cáncer, y se expusieron al agravamiento.

Hay aumento de trastornos psicológicos como depresión, ansiedad, insomnio, angustia. Hay suicidios, que acontecen cuando la vida ya no parece deseable en las condiciones en que es ofrecida.

La población encerrada, privada sin fundamento de los derechos consagrados en el artículo 14 de la constitución nacional (anulado por decreto), padece estrés y ansiedad, generados no solo por el encierro sino por la perspectiva de un futuro sin medios de ganarse la vida.

En medio de la pandemia, la pobreza subió al 40,9 por ciento y la indigencia superó el 10 por ciento de la población nacional

La pobreza aumentó al 40,9 por ciento de la población en el primer semestre de 2020, el seis por ciento más que en el mismo período del año anterior, según el Indec. Alrededor de 18.500.000 habitantes del país son pobres medidos con los criterios del Indec (muy lejos de los de Alemania). La desocupación subió al 13,1 por ciento en el segundo trimestre y la tasa de empleo bajó casi nueve puntos.

La elección por la salud, que finalmente no se vio consagrada por los hechos, condujo a un empobrecimiento creciente de la población: según datos oficiales: el ingreso total familiar promedio de los hogares pobres fue de 25.759 pesos cuando la canasta básica rozaba los 50.000 pesos.

Según la Universidad Católica Argentina, el empobrecimiento durante la pandemia fue provocado por la caída de los ingresos la clase media baja.

El Indec mostró cómo las medidas oficiales que pretendían privilegiar la salud sobre la economía impactaron en la pobreza. La tasa de empleo bajó casi 9 puntos interanuales hasta el 33,4 por ciento en el segundo trimestre de este año. Se perdieron 3,9 millones de puestos de trabajo respecto del mismo período de 2019.

La Cámara Argentina de Comercio estima que más de 42.000 pequeñas y medianas empresas cerraron desde marzo, el doble que durante la crisis de 2001/20020100 (pymes) han cerrado desde marzo, el doble de las que desaparecieron durante la crisis de 2001/2002.

Nombre quieren las cosas
La cuarentena argentina, impuesta por decreto de necesidad y urgencia del 20 de marzo, se convirtió en la más larga del mundo sin interrupción. Al final, cuando ya pocos las respetaban, hartos de encierro sin perspectivas y ante la necesidad de trabajar para vivir, el gobierno mandó que no se mencionara más por el nombre de “cuarentena” al “aislamiento social preventivo y obligatorio” a que había sometido a toda la sociedad, incluidos los sanos por primera vez en la historia.

Cuando se eliminó oficialmente el nombre de cuarentena, la Argentina era uno de los países del mundo con mayor cantidad de casos cada 24 horas, lo que hacía evidente el fracaso de una manera de enfrentar con inmovilidad una situación dinámica.

Menuderaron las bromas, desde la “cuarentona” a la “cuareterna”, usando el viejo método del humor para endulzar las amarguras de la vida.

“Quedate en casa” terminó siendo una imposibilidad para casi todos: unos por aburrimiento y sofocación, por violencia o fobia, otros por necesidad de ganar el pan.

Hubo y hay ciudades atrincheradas, con montones de escombros en las entradas habituales y vehículos de policía en las habilitadas. El transporte público está reservado exclusivamente para los llamados “esenciales”, que crea de paso la idea de que los demás son superfluos. Los que utilizan el auto sin autorización para circular corren el riesgo de que se les retire el carnet de conducir. Una medida de este tipo, violatoria de la constitución nacional, hubiera sido considerada autoritaria o incluso fascista en otros momentos, pero parece razonable bajo el manto universal de la pandemia.

En general, los argentinos han declarado por sí mismos, sin acuerdo previo, el fin de la cuarentena y sencillamente actúan como si no existiera. Incluso hay manifestaciones masivas de protesta por diversos motivos sin tapabocas ni distanciamiento social. Las calles se han llenado como antes, peor que antes en las condiciones actuales.

La Argentina, que iba a privilegiar la salud por sobre la economía, tiene una situación económica peor que la que terminó con el gobierno de Fernando de la Rúa y es uno de los países del mundo con mayor proporción de casos de Covid cada 24 horas.AIM

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