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Un plazo fijo o las Lebac son mejor negocio que producir carne de novillo

Con claridad y números precisos que engordar novillos bajo hotelería (es decir, mandando la hacienda al feedlot de un tercero) no es ningún negocio. Se gana más plata sentado sobre un plazo fijo en el banco o comprando Lebac.

Rescatamos una historia publicada en la última edición de Informe ganadero, la revista del reconocido asesor ganadero Ignacio Iriarte. El relato muestra con claridad y números precisos que engordar novillos bajo hotelería (es decir, mandando la hacienda al feedlot de un tercero) no es ningún negocio. Se gana más plata sentado sobre un plazo fijo en el banco o comprando Lebac.

La historia corresponde a Armando Mayorga, un ganadero que hace la cría en campo propio en plena Cuenca del Salado, más precisamente en Maipú. Allí produce terneros de muy buena calidad que desteta en el otoño y engorda en un feedlot de su propiedad ubicado en Villegas.

El año pasado Mayorga vivió una situación particular que lo hizo buscar opciones: entre abril y mayo se encontró con que su feedlot se había inundado. La salida más simple a ese problema era vender la producción de terneros, pero esta opción significaba que se le junten los ingresos por la venta de los gordos con la de los terneros en un mismo ejercicio, algo no muy conveniente impositivamente.

Así que se puso a hacer las cuentas para ver si le convenía engordar los hermosos terneritos Angus que tenía que sacar de su campo de cría. En el campo de Maipú no podía dejarlos, porque en la Cuenca del Salado se acaba el pasto en invierno y hay que cuidar -priorizar- la alimentación de las madres.

Sus opciones eran o bien alquilar un campo en una mejor zona, con pasturas suficientes para hacer la recría, o bien meterlos en un feedlot bajo un contrato de hotelería. Se decidió por la última opción.

Entonces le surgió la pregunta sobre si tomar la alternativa de pagar por día o bien pagar por kilo producido. Vio más segura y rentable la vía del kilo producido. “Bajo un clima tan húmedo pensé que los feedlots no iban a poder alcanzar el engorde presupuestado y que por ende no era conveniente hacer un contrato donde pagase estadía y alimento”, señaló Mayorga.

Luego relató: “Visité varias empresas de engorde bajo hotelería, estudiando los contratos junto a mis abogados. Y nos decidimos por un feedlot ubicado en la localidad de América. El flete era caro pero me acercaba a Villegas, así que si se llegaba a ir el agua de mi feedlot, movía la hacienda” (tan solo 55 kilómetros). Tal cosa no pasó, porque como bien sabemos el oeste de Buenos Aires se mantuvo inundado todo el invierno pasado.

El precio que le cobraron fue de $ 23,5 por kilo producido, le pareció adecuado haciendo sus proyecciones. “Viajé dos veces a América, inscribí el boleto de la marca en tal Municipalidad, sacamos las guías de traslado y allí fueron los terneros. Siempre hubo un gran trato, tanto con el dueño del feedlot como con sus empleados que atendían mis animales. La información que me pasaban diariamente era muy buena y quedé muy conforme con la producción”, explica Armando.

A final de cuentas, Mayorga engordó en el feedlot machos que entraron con 180 kg y se terminaron con 350 kg; y hembras que ingresaron con 147 kg y terminaron en 300 kg. La mortandad de animales fue muy baja, menos del 2 %. “Creí que había sido una muy buena decisión. Y logré uno de los objetivos mencionados: pasar la venta al ejercicio siguiente evitando pérdidas impositivas”.

Habían pasado seis meses cuando este empresario ganadero enfrentó el momento de vender esa hacienda, entre octubre y noviembre pasado. Los animales fueron a frigoríficos a través de consignatario. “Analicé las propuestas de tres casas consignatarias para optimizar el negocio y cerré en $ 37 el kilo promedio. Precios similares a los máximos de Liniers para la fecha. Restándole el flete, sellos, Ingresos Brutos, comisiones, etcétera, que dio 8 % de gastos, resultó en un precio neto de $ 34 pesos por kilo. A simple vista fue un buen negocio. El neto producido por los meses que llevó el engorde dio una ganancia del 9%. Bien, lo que equivale a 612 pesos por animal”, explicó Mayorga.

Pero como la inflación en el transcurso de esos meses fue del 9,4%, resultó que Mayorga apenas pudo mantener el valor del capital.

¿Y si compara su negocio con haber puesto la plata en un plazo fijo? Este le hubiera dado 12%, es decir tres puntos más sobre el capital invertido. Triste pero revelador.

Y si hubiera invertido el dinero es Lebac, las letras famosas del Banco Central, hubiera obtenido una rentabilidad de 14% en esos seis meses. Esto al analizar solo un par de opciones financieras simples.

Moraleja: una situación climática adversa modificó el esquema de un exitoso productor ganadero y lo dejó tecleando. Lo mató la inflación.

Mayorga no se dedica a los negocios financieros desde una computadora en su casa. La inundación le condicionó el año, pero así y todo buscó la mejor opción posible y no obtuvo ganancia alguna. A pesar de haber hecho todos los cálculos y vender con los precios máximos del mercado por la buena genética de años.

“Esta es una señal de alarma que no hace más que demostrar lo difícil que es invertir en la producción dentro de la Argentina actual. No me resulta muy agradable presentar estos números pero es la verdadera realidad del sector agropecuario”, concluyó el ganadero.

Escrito por Jeremías Drobot (@JereDrobot) y publicado por Bichos de Campo

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