Concordia lo vio llegar al mundo. Pero fue en Paraná donde dejó una impronta singular en el paisaje de la vida cultural entrerriana.
Refinado, buscador curioso, aventurero de muchos sueños, mucho más que un diletante y un dandi –si el empleo de estas expresiones en su sentido más pleno alcanzan para abarcarlo- Carlos Asiaín tuvo el amor como norte. Fue un enamorado permanente de la existencia.
“Todas las mañanas salgo de casa dispuesto a ser querido por la gente. Y generalmente lo consigo”, admitió alguna vez en una entrevista en EL DIARIO, con ese humor delicado de la ironía que lo caracterizaba.
Ese ida y vuelta con sus semejantes fue uno de los pilares sobre los que sostuvo su vida y su trabajo como artista; testigo y protagonista de parte del devenir del siglo XX y el inicio del XXI.
Afirmaba ser un “agradecido a la vida”. Y lo demostraba en sus actos. Su piel estaba abierta en todos sus poros a la sensibilidad. Y su generosidad podía no conocer de límites.
Su fértil interioridad se tradujo en trabajos poblados de símbolos, expresión de una cosmovisión en la que se entrecruzan a ritmo vertiginoso y coruscante pájaros, flores, perfiles y retratos de mujeres y efebos, lunas, estrellas y soles restallantes de colores. Todo es parte de una mitología vital que caracteriza su obra y que comenzó a desplegar en su adolescencia.
Halló en Gloria Montoya a una hermana en el arte. Con ella formó el Grupo ‘633’ -que marcó la escena de las artes en Entre Ríos en la década del 60 del siglo pasado- junto a Juan Gerardo ‘Tati’ Zapata y Felipe Aldama.
Luego partió a Buenos Aires. Ese período, transitado con juvenil intensidad, fue una bisagra en su trayectoria y lo vinculó con referentes del teatro, la música, la literatura, y las artes plásticas. Dibujante, escenógrafo y vestuarista, incursionó en múltiples facetas del diseño y el quehacer creativo. Siguió la ruta que le trazó la figura a la que admiró: la de Manuel ‘Manucho’ Mujica Láinez, para quien realizó ilustraciones de “Misteriosa Buenos Aires”.
Como artesano, fue estudioso dedicado de las vertientes de este campo, y conoció en la década del ‘70 a referentes de la investigación como Augusto Raúl Cortázar. Intervino también en la creación, en 1979, del Museo y Mercado Provincial de Artesanías de Entre Ríos, que hoy lleva su nombre.
Compromiso social
Enrolado en el justicialismo, ocupó cargos en el Municipio de Paraná y en la administración pública provincial.
Ocupó el cargo de director del Museo y Mercado Provincial de Artesanías de Entre Ríos y presidió la Asociación de Amigos. Durante su gestión, que pivotó entre dos siglos, ubicó a esa institución como un punto referencial en el circuito cultural de la ciudad, con un calendario de muestras y actividades intenso y variado.
Desde la década de los ‘90, su necesidad expresiva lo llevó a incursionar y retomar disciplinas varias, entre ellas escenografía y vestuario teatral, muebles pintados, diseño de indumentaria, poesía, poesía ilustrada, murales, artesanías y la cerámica inspirada en sus viajes por el extranjero.
De ese modo, conquistó definitivamente entonces su condición de ciudadano del mundo y voló desde su comarca al universo.
Entrega sin condiciones
Su vocación de entregar su amistad y su afecto sin condicionamientos fue una de sus virtudes. Lo hizo sin medias tintas. Por esto también experimentó el sufrimiento y conoció los laberintos que la vida sin renegar de ellos. Enfrentó al Minotauro. Y como Teseo –ese héroe de la mitología griega, tema que lo apasionó- halló la salida y cantó victoria.
En un oasis de Puerto Nuevo, su casa próxima al río, supo construir su universo y refugio para las tormentas de la vida. Allí compartió sus días en un ambiente inefable, iluminado por la presencia de sus gatos, entre ellos Tao y Señorita Tita.
A ese espacio convocaba habitualmente sus recuerdos. Allí las musas le dictaron poemas, cuentos, relatos y otros textos que reunió en libros editados por Editorial Fundación La Hendija. Allí sonaban las voces incomparables de Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan, María Callas, Kiri Te Kanawa, Chavela Vargas.
En ese mundo íntimo, amable, bello, Carlos Asiaín finalmente asumió con serenidad el destino que la vida le había trazado: iluminar su existencia y la de otros con la llama imperecedera del arte.
Recuadro
Nació en Concordia en 1939. En 1957 egresó como Maestro Normal Nacional de la Escuela Normal de Paraná. Desde niño estudió dibujo y pintura. A partir de 1961 expuso en forma individual y colectiva dentro y fuera del ámbito provincial y nacional.
Participo de la puesta en marcha de dos centros de exposición y ventas de artesanías folklóricas antes de la creación definitiva del actual Museo y Mercado Provincial de Artesanías el 24 de Julio de 1979: primeras salas de exposición y venta de artesanías tradicionales entrerrianas en la sede del actual Museo de Bellas Artes y en 1974 sede de la entonces Dirección General de Cultura a cargo del Maestro Lorenzo Anselmi.
En 2013 publicó su primer libro completo “Diario de ángeles y de gatos” con anécdotas, poemas y cartas editado por la Fundación La Hendija y prologado por el Arq. Marcelo Olmos Académico de Número de la Academia Nacional de Bellas Artes. Falleció en Paraná el martes 20 de noviembre de 2018.
Redacción Mirador Entre Ríos
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