Evangelina sabía hacer cortinas de pelo para extensiones. La tarea era parte, entre otras cosas, del trabajo diario de su centro de estética que atiende en Gualeguaychú. Fue por eso, que en marzo de 2009 una clienta ingresó al local con su pelo largo hasta la cintura y le pidió que se lo cortara y lo guardara hasta tanto terminara el tratamiento de quimioterapia. La idea de la mujer era colocarse extensiones ni bien le volviera a crecer su pelo. Mientras tanto, usaría una peluca de pelo kanekalón que compró gracias al dinero que consiguió vendiendo rifas.
“Vino muy triste”, recuerda Evangelina diez años después y agregó: “No era nada que ver a su pelo, era rubia y de plástico”. Dos meses más tarde, el 9 de mayo de 2009, luego de enterarse de que le habían diagnosticado cáncer a una compañera de trabajo, Evangelina buscó un tutorial en YouTube para aprender a confeccionar una peluca de pelo natural. La armó con breteles para corpiños y elástico de bombacha.
“Hace diez años mi vida se transformó en esto, que es mi vida y gran parte de la vida de quienes me rodean y se han ido contagiando”, señaló a Mirador Entre Ríos. Y así empezó a contagiar a otras, a sus compañeras que también sabían trabajar con pelo.
Juntaban los mechones que quedaban en el piso de la peluquería, o de las cortinas que armaban para las extensiones, y los cosían con una máquina vieja en la cocina de una casa. “Luego se fue viralizando y fui necesitando ayuda de más personas”, comentó Evangelina. La ayuda llegó y sigue llegando a través de colaboradores, socios, apertura de filiales para la recolección de pelo, espectáculos a beneficios y reconocimientos institucionales, pero a su vez ha crecido la demanda de pelucas, ya no solo en Gualeguaychú sino de otras localidades de la provincia y del país.
Voluntarias
La ONG Pelucas de Esperanza se sostiene gracias al trabajo de once voluntarias. “Marchamos a fuerza de pulmón y con donaciones de materiales e insumos”, expresa uno de los folletos que tienen a disposición sobre el mostrador del taller, ubicado en calle Montevideo 86. Allí tienen una máquina de coser especial para trabajar con pelo, que ha acelerado enormemente los tiempos de fabricación de una peluca, por lo cual es menor el lapso entre la solicitud y la entrega.
El objetivo sigue siendo el mismo: “Acompañar a las pacientes en su trance de la pérdida del cabello, ayudándolas a mejorar su aspecto, sacarles una sonrisa, alivianarles el alma”, resaltó la peluquera.
Cada peluca se entrega y la ONG queda a la espera de su devolución. Mientras tanto, realizan un seguimiento: “Cada tres meses nos comunicamos con la paciente, le preguntamos cómo está y le ofrecemos mantenimiento de la peluca. Las lavamos, peinamos, y si tienen una fiesta le hacemos color”.
Fuerzas para no aflojar
Al ser consultada sobre si en algún momento, ante alguna adversidad, se le ocurrió ponerle fin a esta actividad solidaria, Evangelina admitió que sí: “Se me ha cruzado, pero me angustio y me largo a llorar porque pienso que si dejamos de hacer pelucas mucha gente dejaría de sonreír, porque cuando te devuelven la peluca te das cuenta lo bien que les hiciste”.
Cómo colaborar
—Acercando un mechón de pelo que tenga al menos 15 centímetros de largo a Montevideo 86.
—Sumándose a la lista de socios de Pelucas de Esperanza.
—Comprando remeras de la ONG
—Realizando un depósito en la cuenta bancaria de Pelucas de Esperanza: Banco de la Nación Argentina; Sucursal 1980 Gualeguaychú; Tipo de cuenta: jurídica; Nº: 2881326952; CBU: 0110288040028813269526
Sabina Melchiori
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