Son mayoritariamente mujeres (pese a que también hay hombres) y cuentan con miles de seguidores. Alarma en las redes sociales.
Cerca de mil millones de personas en el mundo usan, cada día, Instagram. Ya las cifras aumentan a cada instante. Pero detrás de esto, se esconde una trampa, un cuestionable hábito que activa todas las alarmas: la difusión y venta de material de alto contenido sexual de tipo amateur.
Son mayoritariamente mujeres (aunque hay hombres) que que rondan los 30 años y cuentan con miles de seguidores. Exhiben su cuerpo con toda naturalidad, aunque dentro de los límites -a veces lejanos- que establece la red social, y muchas veces las fotos subidas llevan emoticones para esconder sus partes íntimas. La idea ulterior es vender “packs”, que es como se llama a los “paquete” de fotos, videos y hasta gifs en donde se ven a las mujeres desnudas, incluso teniendo relaciones o haciendo juegos sexuales.
Algunas prefieren contratar un fotógrafo profesional para que las imágenes sean de mejor calidad pero otras se fotografían ellas mismas, sin tanto “detalle” estético. Se afirma que es una práctica segura porque no tienen contacto directo y personal con clientes, sino que solo es virtual. No es prostitución -dicen-, sino que es sólo erotismo y pornografía de tipo casero, o amateur.
La forma en la que se comercializa funciona es la siguiente: publican fotos en los perfiles o las historias de la red social (esas que duran sólo 24 horas), sin ser explícitas, porque conocen las reglas de la plataforma para evitar ser bloqueadas. Son imágenes que van al límite de lo permitido. Pero hay un detalle nada menor, una invitación a escribir por privado. Una vez que se genera ese contacto por el chat se llega a un acuerdo y el material se envía luego por
mail, a través de un link o por WhatsApp, ya fuera de Instagram.
Los precios de los packs varían dependiendo lo que se solicite del otro lado. Generalmente van desde los $ 1.500 que son por ejemplo diez fotos y dos videos de no más de un minuto de duración en donde se muestra un baile erótico. A partir de ahí cada negociación depende hasta dónde esté dispuesto quien produce el contenido y hasta cuánto quiere pagar el que desea el material. Son varias las que ofrecen videosteniendo sexo. Eso es más caro y si es dentro del
paquete puede llegar hasta los $ 5.000. Algunas cuentan que llegaron a juntar más de $ 100.000.
Dentro de ese universo están quienes aseguran lo hacen porque de esa manera pueden pagar sus estudios, el alquiler del departamento o viajar por el mundo. Pero también existe el riesgo de terminar formando parte de una red de venta de material porno o que regenteadores las busquen para acosarlas. No hay manera de chequear si todas son mayores de edad
y tampoco hay forma de saber cuántos años tienen las personas que solicitan el material. La mayoría son cuentas públicas de libre acceso.
Según Enrique Stola, médico psiquiatra, las mujeres hacen esto sencillamente porque hay hombres que lo piden; quienes fueron educados de un modo para que crean que hay mujeres que están siempre dispuestas.
“Quienes dicen que lo hacen porque les gusta exponerse no pueden entender que en realidad profundizan el deseo masculino. Ellas pueden decir que son feministas, pero en realidad tienen una mirada machista”, comentó Stola. Y agregó: “No tiene que ver con una patología. Son conductas sociales. Ellas mismas fueron educadas con una mentalidad machista, con códigos relacionados a los hombres que organizaron el mundo”.