Díficil poner en palabras la experiencia sensorial de un concierto íntimo, profundo y bello. Carlos Aguirre presentó en Café Vinilo su nueva propuesta, Almalegría, un ensamble maravilloso que experimenta (me gusta más decir juega, pero es poco serio de mi parte), recorriendo diversos ritmos latinoamericanos en composiciones originales del Negro Aguirre y alguna versión muy personal de clásicos de nuestra música.
A partir de un sueño, deseo, inspiración y hasta el encargue de un tema por parte de amigos de Japón, el grupo despliega un sinfín de recursos que se sustentan en la contundencia técnica de los músicos pero también, y sobre todo, en miradas cómplices y un compromiso de cuerpo y alma puestos a disposición de la música. Eso, que conmueve a los artistas en el escenario, se desparrama en la sala y entonces uno ya es parte de la música y las muchas imágenes que propone cada melodía. Uno siente que quiere estar allí, o a donde la música nos lleve.
Aguirre cuenta que las músicas tienen su tiempo y no habla solo de composición y ensayos, sino que momentos de convivencia, observación, reflexión son parte del nacimiento y desarrollo de los temas, y Almalegría le ha dado a cada tema el tiempo que necesitó, acompañando el proceso, sin más urgencias que las de la emoción.
Un colectivo artístico en el que la conexión sensorial y emotiva parece ser disparadora del virtuosismo y la belleza. Difícil recordar que se trata de un sexteto, ya que ninguno de los músicos se suscribe a un solo instrumento. En un mismo tema el Negro deja la guitarra, se queda en el teclado, es parte de la percu o se anima a la flauta. De igual manera el resto de los músicos, y todos además cantan. Además de Aguirre, Almalegría son Luciana Insfrán en voces, acordeón, teclado y percusión, Fabricio Amaya en guitarra eléctrica y voces, Belén Irigoyen en voces y percusión, Jo Ghiglione en bajo fretless y voces y Gonzalo Díaz en batería, percusión, mandolina y voces.
Los invitados sumaron belleza y colores a la noche de Vinilo. En primero lugar la gran cantora y percusionista Mora Martínez y luego el destacado vientista Juan Pablo Di Leone. Lujos en una noche mágica que terminaría nada menos que con Quique Sinesi en guitarra.
Así terminaba la primera presentación en Buenos Aires de Almalegría. Uno no puede menos que agradecer que sucedan estos encuentros. Pienso también pienso tengo para agradecerle al Negro Aguirre. Sus búsquedas, su tempo, sensibilidad y , sobre todo, que todo eso lo haga canción.
Ale Simonazzi / ph Cristina Arriagada