Gritalo. Desahogate de una vez. Vos que estuviste sufriendo una hora y media en cada rincón de la Argentina. Vos que viste que Argentina sin jugar muy bien jugaba mejor y que un penalcito no lo dejaba seguir soñando. Gritalo. Como se gritó en San Petersburgo para todo el mundo. Como lo gritó Diego en la tribuna, como lo gritó Rojo, como gritó Leo su golazo, como lo gritamos todos.
Argentina sigue en el Mundial aunque no haya pagado su deuda de fútbol. Al menos, levantó el pagaré que tenía con la camiseta. Porque la actitud fue otra desde el inicio, porque pudo al fin levantarse de una frustración, porque siguió creyendo cuando ya pocos creían.
El nuevo viejo equipo mostraba un eje claro y conductor. Los pies de Banega eran la llave de una Selección que no se convirtió en equipo por un triunfo agónico sobre Nigeria pero que mostró alguna señales de resurrección. El nivel de Messi había sido bajo en los dos primeros partido y acá hizo un gol que va a pelear con los mejores del Mundial.
Porque el bajón fue tremendo. Las piernas se empezaron a agarrotar y la sombra de la eliminación pesaban mil kilos. Di María corría pero estaba peleado mal con la pelota. El oxígeno lo trajo un Pavón que pide a gritos seguir en cancha pero el Pipita Higuaín, bancado a full por la gente, no pudo convertirse en héroe. La banca de Armani para tapar un mano a mano, el sufrimiento por un VAR que por suerte el árbitro no consideró como tal y la explosión.
Al coraje a veces no se lo valora por el resultado. En este caso, Argentina fue y fue. Lo buscó y cuando las ideas no llegaban, apareció un tal Rojo para que todo el país futbolero gritara. Porque esta noche, esta noche en San Petersburgo como en la tarde de Argentina, se gritó con el corazón.