Violencia, acoso, bullying… palabras que escuchamos, que usan en ocasiones dándole un sentido profundo y otras veces desvalorizándolas como si fueran palabras de moda…La violencia es cosa seria y deja marcas, heridas que nos siempre son fáciles de cicatrizar. Muchas veces están más cerca de lo que pensamos, hechos, miradas, palabras que en un día como hoy nos invita a reflexionar.
Las palabras suenan y resuenan… palabras que arman y desarman, palabras que se dicen, se escuchan, decimos y escuchamos. Si pensamos los modos de decir, me pregunto si solo tiene que ver con el lenguaje oral, o también los modos de decir del cuerpo, de las miradas, de los silencios… Hoy me detengo en las palabras que me resuenan en el devenir cotidiano y en los efectos en la subjetividad de nuestros estudiantes, nuestros hijos, en la nuestra. Palabras que abrazan, palabras que duelen, palabras que se quedan y no se las lleva el viento… como se oye decir.
Debe ser por eso que la idea de “errancia” me resonó como una palabra que porta oportunidad, a repensar la idea de lo binario o dicotómico, como engaño del lenguaje, entre lo escolar y no escolar, y en preguntarme si cabría esa división… y en los efectos de las palabras dentro y fuera de la escuela… ¿Cuántas veces hay palabras que encierran una violencia simbólica?… aún en situaciones tan desvisibilizadas que se disfrazan en “chistes” … – Es un chiste! ¡No tenés sentido del humor! – Si nos detenemos a pensar cuántas veces las palabras en lo cotidiano portan violencia, violentan…
Pensar la violencia solo como un golpe sobre el cuerpo físico, es una mirada simplista y reduccionista de lo que implica la violencia, hoy es uno de esos días para repensar nuestros decires y también lo que permitimos que nos digan… El acoso es violencia, ya sea cara a cara o por algún, medio de comunicación… ¿cuántos memes o fotos que circulan son violentos para quienes son protagonistas y se publican sin consentimiento? Y en este ámbito, lo virtual, nuestras infancias y adolescencias están expuestas, sin recursos, desprotegidos, porque hablar de esto cuesta, hablar de esto da vergüenza, se sientes sin recursos frente a una masa que es más grade y más fuerte, que es el propio grupo en el que están insertos… ya sea en el colegio, o a los llamados “amigos” en las redes… hasta la propia familia… Es por eso que nosotros como adultos somos quienes tenemos la posibilidad de habilitar espacios de dialogo, tanto dentro de la escuela como en la familia… momentos cotidianos… un helado compartido puede ser el momento para una charla, una película donde algo de lo violento tenga lugar puede ser un punto de partida para hablar de los personajes y desde ahí, se pueda hablar de lo que nos pasa, un libro de cuentos leídos en compañía de alguien que nos pueda escuchar, son pequeñas puertas que los adultos podemos abrir para que las infancias y adolescencias se sientan que cuentan con un espacio para decir porque serán escuchados…. No minimizar cualquier comentario, no minimizar un día de desgano pensando “que es la edad”, estar atentos, mirarlos, acompañarlos…
Las palabras no se dicen una vez y nunca más, sino que quedan y pueden retomarse y repensarse en otro tiempo. La palabra como propia de lo humano, como despliegue de la subjetividad. La violencia por medio de la palabra afecta y repercute en la subjetividad, de las infancias y adolescencias que están en plena constitución de su identidad…
Las palabras dicen, portan sentido para quien las dice y para quien las escucha. Elijo entonces armar una red de palabras que se entrelazas y van armando una red de sostén en mi trayectoria profesional: mirada, escucha, alojar, disponibilidad, cuerpo, juego, palabra, complejidad, encuentro, sentido, sentimientos, subjetividad, espacio y tiempo… como palabras que tomo para nombrar la no violencia. El alojamiento como un nuevo lugar posible de ser habitado, tal vez, un lugar inaugural y diferente, la escuela como un lugar posible donde alojar, desde el cuerpo y la palabra y el lenguaje acompañando esa decisión; y desde ahí, repensar el lenguaje escolar como obstaculizador del despliegue de la subjetividad etiquetando, clasificando, pero también en esta posibilidad de una nueva vuelta como posibilidad de cambio y movimiento… las “etiquetas” son violencia… En el ámbito escolar, repensar el lenguaje escolar como oportunidad de desocultar lo violento que ahí aparece, y que en ocasiones se da como habilitado “vos siempre el mismo” “algún día te vas a portar bien” “que raro que no entregaste el trabajo2 “vos no jugas” … y así podrá seguir…. Desocultando la violencia tras las palabras… Desocultar ese lenguaje subterráneo, ese lenguaje de pasillos, de salas de maestros, de patios, ese lenguaje enquistado que solo haciéndolo visible podremos hacer algo con él… que porta efecto, que deja huella.
Poder nombrar, lo que sí y lo que no, lo que abre y lo que cierra; habilitar espacios donde circule la palabra, donde se desplieguen los sentimientos, lo propio. Y en ese juego entre palabra y silencio… lo singular en el encuentro con el otro… un encuentro sentido, un encuentro donde algo de lo nuevo tenga lugar… A modo de cierre que posibilite nuevas aperturas, pienso en el lenguaje, en las palabras, dentro y fuera de la escuela, las que portan amorosidad y las que portan violencia… Hoy les propongo repensar nuestras palabras, las que decimos y las escuchamos, para poder desandar lo andando y desde ahí seguir caminando.
Ni una infancia más vulnerada.
Ni una infancia más maltratada.
Ni una infancia más violentada.
Ni una infancia más abusada.
… Como adultos… tenemos una gran responsabilidad y mucho por hacer…
Lic. Verónica del Castillo
Licenciada en Psicopedagogía. Profesora de Educación Inicial y Nivel Superior
Diplomada en Psicoanálisis y Prácticas socioeducativas
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