Cuando se escriba la historia de la investigación universitaria en la provincia de Entre Ríos, no podrá evitarse el aporte de decenas de docentes que, desde distintas facultades, yendo del aula a la extensión y de una instancia de posgrado a otra, con tantas ganas de abrir un camino como de incidir en el desarrollo de la región, han ayudado a configurar un escenario al que luego, legiones de jóvenes se habrán ido incorporando con una naturalidad que sus antecesores desconocieron.
De ese colectivo –heterogéneo en formación y trayectorias, dedicado y dispuesto a aprender- forma parte María Isabel Truffer, directora regular del Instituto de Estudios Sociales, que codepende de Conicet y UNER.
Docente universitaria y valorada metodóloga, Truffer también es directora de la Maestría en Comunicación y Desarrollo Rural, en la que confluye el INTA y las facultades de Ciencias de la Educación y Ciencias Agropecuarias. “Soy madre de tres hijos y abuela de otros tantos nietos”, agrega, cuando ante ella se repasa la información de un currículum vital. Y al hacerlo, sonríe.
Truffer es una persona amable, según dicen exigente como docente y cabeza de grupo, pero dispuesta a acompañar, a estar presente. Ese buen talante aporta a un mejor clima de trabajo y ayuda sobrellevar los imperativos de un campo extremadamente puntilloso en el cumplimiento de obligaciones, altamente protocolizado.
La entrevista tuvo lugar en el Instituto de Estudios Sociales, que funciona en lo que fuera la sede de la Facultad de Trabajo Social. Ingresamos por Andrés Pazos a través de un amplio portón ciego ubicado casi en la intersección con La Rioja, pasamos el comedor universitario a la izquierda, la Editorial de la UNER a la derecha y recorrimos la galería con el patio central de rojas baldosas como testigo involuntario. Allí, tuvo lugar el encuentro de MIRADOR ENTRE RÍOS con Truffer.
La oficina tiene todas las características de un espacio “en construcción”: una larga mesa para reuniones con sillas alrededor, una biblioteca pequeña que ayuda a romper la impertérrita presencia del blanco en las altas paredes, algún mueble para guardar documentación, cajas apiladas con papeles. Pero Truffer no presta tanta atención a la limitaciones, la animan las posibilidades que se van inaugurando: no subraya que hace poco UNER ha asignado a una persona encargada de las cuestiones administrativas y que está a la espera de que el Conicet cumpla con su parte en el mismo sentido; no se queja de que no haya un elemental timbre que anuncie que alguien ha llegado a la dirección formal del InES (La Rioja 6, casi Urquiza); y cuando -ante una pregunta puntual- surge la deficiencia se muestra esperanzada en que más temprano que tarde le instalarán una línea telefónica.
Truffer parece animada, pese a todo. Tal vez porque sepa que así se ha hecho todo lo importante: dando un paso por vez.
Por eso, repasar la actualidad de un instituto de doble dependencia es, en alguna medida, informarse fundamentalmente del camino que queda por recorrer, territorializar algunas impresiones generales que puedan tenerse sobre el campo científico y, a la vez, asomarse a un trabajo que, sin dudas, la provincia necesita tanto como la masa a la levadura.
Vínculos
–¿Cómo se establece una agenda que integre la doble dependencia UNER-Conicet y las inquietudes de los distintos investigadores? ¿Qué relación se establece con las facultades?
–En realidad, nosotros articulamos con las facultades, pero nuestra dependencia administrativa directa es con el Rectorado, en convenio con la sede central de Conicet. De manera que construir una agenda común no es nada fácil: estamos permanentemente conciliando porque nos evalúan dos instituciones con tradiciones y trayectorias completamente diferentes, con cánones de evaluación que responden a estándares muy distintos.
Lo importante es que a los espacios los vamos haciendo y es posible en la medida en que nos propongamos establecer puentes entre las dos instituciones y no tabiques, dado que tanto UNER como Conicet se favorecen que estas áreas de trabajo.
–¿De qué manera?
–Por el lado de Conicet, es una forma de alcanzar la tan mentada federalización porque, si uno mira en perspectiva las asignaciones presupuestarias, Entre Ríos había resultado muy desfavorecida. Y, bueno, en los últimos años, desde la rúbrica de este convenio que constituyó una alianza con UNER, la presencia de investigadores y becarios del Conicet ha aumentado notablemente, aunque haya tanto por avanzar aún. Esa actividad se manifiesta directamente en la cantidad de proyectos presentados y en marcha.
En lo administrativo, vamos aprendiendo sobre la marcha. Esta es la verdad. Porque los centros tienen una relativa autonomía, dado que cuentan con un consejo directivo; no tenemos autarquía, eso sí, porque quienes nos envían los recursos son UNER y Conicet. Pero sí autonomía. Estos consejos directivos marcan esta agenda sobre la que charlamos hace un rato.
–¿Y qué agenda se fue constituyendo, en ese juego de situaciones interinstitucionales con protocolos diferenciados?
–La agenda ha ido decantando con el tiempo y, en buena medida, los intereses y la trayectoria de los investigadores la han marcado. Téngase en cuenta que estamos poniendo a marchar esta rueda: se han sumado cuatro investigadores de afuera, que han seguido trabajando problemáticas y enfoques que ya estaban iniciadas. Y pronto se incorporarán algunos más que ingresaron a la carrera del Investigador del Conicet.
En este momento, entonces, la prioridad es justamente esa: armar una agenda, definir las líneas en las cuales nos vamos a fortalecer trabajando y ver qué podemos ofrecer desde el InES para el desarrollo de la región. Este es el gran desafío que tenemos por delante.
Instancias
–Qué opinión tiene en relación al desarrollo de las ciencias en este momento del país?
–Creo que es un momento muy difícil. Mientras afirmo esto pienso que es beneficioso que el InES tenga doble dependencia porque le da cierta protección financiera, en el sentido de que se nos amplía el margen de gestiones a realizar ante distintas instituciones como UNER y Conicet, aunque ambas dependan del gobierno nacional.
Al mismo tiempo, como se sabe, la investigación en ciencias sociales no reclama tanto equipamiento como ocurre en otras áreas, lo que termina siendo una ventaja en instancias de estrechez presupuestaria como la que estamos atravesando. Pero no nos es ajeno que la situación en general es sumamente difícil, que las partidas no llegan o lo hacen con notoria demora.
Como directora del InES participo de las reuniones del Centro Científico Tecnológico CONICET Santa Fe, que es referencia de otros 17 institutos como el nuestro pero que funcionan en la provincia de Santa Fe. Y, ahí, en las conversaciones y reuniones, aparecen las postales detalladas de esta realidad tan dura a la que me refería. El repertorio es amplio: llegó el 30% de lo presupuestado e incluso algunos debieron pedir créditos para pagar la energía eléctrica. Nosotros no sufrimos semejantes consecuencias por la sencilla razón de que UNER colabora con el sostenimiento.
Por eso, en medio de este contexto tan difícil, nos puso muy contentos que hayamos logrado tener cuatro ingresos a la carrera de Investigador del Conicet que trabajarán bajo la órbita de la UNER.
–¿Puede establecerse una relación entre este momento del desarrollo de las ciencias y otros que usted haya vivido?
–Hace unos días pude escuchar una conferencia que diera el investigador de Conicet, Fernando Stefani, en la Facultad de Ciencias Económicas, en Paraná. Su exposición se tituló “Rol actual y futuro de la ciencia en la innovación industrial y el crecimiento económico en la Argentina”. Fue muy interesante, valiosa, y puede verse por el canal 20 de Youtube, de la UNER. En esa oportunidad, él mostró unos números que dan cuenta de la caída de la inversión en investigación cuando se la compara con el Producto Bruto Interno.
Hay otros factores que afectan el trabajo que, principio, no son atribuibles a políticas del conocimiento pero que en definitiva dependen de una misma gestión. Hablo de la marcha de la economía en general. En ese sentido, el tiempo transcurrido entre el momento en que un proyecto se presenta y el momento en que es aprobado y se empiezan a remitir los fondos es un verdadero problema en contextos de sostenida inflación como el que vivimos: imagínese diseñar la realización de encuestas o de observación y entrevistas a campo, que naturalmente tienen un costo, y que de pronto en el momento preciso el investigador y su equipo no cuenta los recursos suficientes porque todo se ha encarecido. Y cuánto más si se precisa de insumos para determinados procesos en laboratorios o de invertir en equipos.
Tácticas
–¿Y qué pasa cuando lo presupuestado no alcanza o queda desactualizado?
–Y, tratamos de reformular el proyecto original hasta dónde sea técnicamente posible, porque el rigor metodológico no se puede alterar ni afectar. O hay que salir a buscar que otra institución nos ayude. Esta es la situación por la que atravesamos y es realmente seria.
A este contexto general, se agrega la dificultad de que las remesas desde el Conicet no llegan en el tiempo acordado.
–Hace unas semanas, fue noticia la situación institucional del Conicet. Si bien luego se solucionó, ¿qué reflexiones le surgen?
–Y, que nos afectaba muchísimo. Unas semanas atrás, antes de que todo se resolviera, había estado en Paraná el Dr. Mario Martín Pecheny, que fue electo como director del Conicet por sus pares de la Gran Área de Ciencias Sociales y Humanidades en 2018. Él estuvo prácticamente un año sin ser designado. El decreto 371/19, que formaliza su incorporación al directorio, es reciente, tiene algunas semanas. En la misma situación estaba Alberto Kornblihtt por Ciencias Biológicas y de la Salud. Ambos son reconocidos expertos en sus campos, habían sido votados en elecciones directas por sus pares científicos en el año 2018 y -por conflictos presupuestarios con el Gobierno- sus nombramientos, estuvieron demorados casi un año.
Estructuras
–¿Cómo es el gobierno del Conicet?
–Es colegiado. Está conducido por un directorio de ocho miembros -que eligen sus pares- y un presidente, que determina el Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología. Los directores por el campo científico representan a grandes áreas: Ciencias Agrarias, Ingeniería y de Materiales; Ciencias Biológicas y de la Salud; Ciencias Exactas y Naturales y Ciencias Sociales y Humanidades, de la que depende el InES. A ellos se suman los directores externos que representan al Consejo de Universidades, a la Industria, al Agro y a los organismos de ciencia y tecnología de los Gobiernos Provinciales y la CABA.
Me detengo acá para que se advierta lo que ha significado para las ciencias sociales no tener durante tanto ningún representante en el directorio del Conicet.
–Dora Barrancos tuvo una actitud clara ante esta injustificada demora…
–Hemos apoyado la actitud de la doctora Barrancos. Ella fue quien estuvo reemplazando a Pecheny y, cansada de esperar que lo designen, decidió renunciar públicamente para llamar la atención y dejar en evidencia la negligencia del gobierno actual. Son gestos claros de una posición oficial ante las instituciones públicas del conocimiento, que luego se manifiestan en un sinnúmero de situaciones cotidianas.
Si son cuatro los directores disciplinares y dos estuvieron en acefalía tanto tiempo, se entiende que la situación institucional del Conicet era grave, al punto que se manifiesta también en estos planos, como el presupuestario, lo que incluye el financiamiento de los proyectos en marcha y nuevos y también el número de jóvenes que se acepta para que realicen la carrera de investigador.
Mi impresión es que hay un desinterés y poca consideración hacia la institucionalidad. Hay una clara señal en el hecho de que un expediente que no presentaba ningún reparo estuviera demorado casi un año, hasta que lo destrabó la presión de la comunidad científica y de la opinión pública. Eso nos preocupa más aún, que no se trate sólo de un problema presupuestario sino de política científica.
Visibilizar, si de eso se trata
Cuando la bióloga del Conicet, Marina Simian, ocupó el centro de la atención pública al participar en un programa televisivo de preguntas y respuestas, la lucha de los investigadores ya tenía cierta historia reciente, aunque la red de medios de comunicación no la reflejara con la suficiente insistencia.
Simian, de 47 años de edad, se desempeña en el Instituto de Nanosistemas de la Universidad Nacional de San Martín. Y, recientemente, ganó 500.000 pesos en “¿Quién quiere ser millonario?” para financiar proyectos del Conicet para luchar contra el cáncer. Así, de manera imprevista, en la galaxia digital se generó un fuerte debate por el panorama actual de la ciencia y tecnología.
Vale la pena consignar que en 1996 Simian se recibió de licenciada en Ciencias Biológicas en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA. Un doctorado la llevó al Lawrence Berkeley National Laboratory de la Universidad de California. Pero, como hicieron tantos otros científicos argentinos, un día emprendió el regreso.
Diariamente, Simian y su equipo diseñan órganos de laboratorio, algo que muy pocos hacen en el país. Los llaman “organoides”: son estructuras tridimensionales de células que se asemejan en arquitectura y función a los órganos reales. Los producen de distintos tipos (a partir de tumores y de células madre) y resultan esenciales para testear distintas drogas oncológicas. “Yo tendría que estar recibiendo 320.000 pesos por año de financiamiento del FONCYT, que me lo gané por concurso”, explicó Simian. “Pero no nos dan este monto anualmente: nos están dando más o menos la mitad por año”, confirmó. “Y tuvimos una devaluación tan importante que ese dinero no vale lo que valía cuando yo concursé con ese proyecto que es de 2016”, agregó.
El caso de Simian se multiplica por cientos, en distintos puntos del país, incluso en Entre Ríos.
Los institutos de la UNER
Producto de una política de expansión y consolidación de la investigación en el marco de la UNER, hay tres institutos ya constituidos. Uno es el Instituto de Investigación y Desarrollo de Bioinformática y Bioingeniería (IBB), que está radicado en Oro Verde. El otro es el Instituto de Ciencias y Tecnología de la Alimentación de Entre Ríos (ICTAER) que gestionan en conjunto la Facultad de Bromatología y la Facultad de Ciencias de la Alimentación. El tercero es el Instituto de Estudios Sociales (InES), que articulan las tres facultades de Paraná: Trabajo Social, Ciencias de la Educación y Ciencias Económicas.
La UNER tiene además el proyecto de un cuarto instituto, del que participarían la Facultad de Ciencias Agropecuarias, el INTA y el Conicet.
De este lado del Paraná hay mucho por hacer: Santa Fe tiene unos 14 institutos de doble dependencia y el Centro Científico Tecnológico del Litoral. A medida que los institutos de UNER van siendo creados dependen de allá, porque es el centro regional más cercano.
El secretario de Ciencia y Técnica de la UNER, Gabriel Gentiletti, parece estimulado ante el desafío. “Nuestra expectativa, en función de conversaciones mantenidas con el Conicet, es que cuando UNER tenga cuatro institutos operativos, sumado al CICyTTP de Diamante, empecemos a ver cómo crear un CCT para Entre Ríos”, le dijo a MIRADOR ENTRE RÍOS.
“Quiero destacar este rol de la universidad porque, en poco tiempo, pasaremos de tener un único instituto de múltiple dependencia en la provincia a contar con probablemente cinco”, señaló Gentiletti, al añadir que “esto impacta directamente en el desarrollo de Entre Ríos, por eso insistimos tanto en que juntos con las autoridades provinciales, municipales, otras universidades y organismos debemos estar sentados a una misma mesa, potenciándonos y para gestionar de manera conjunta que el ‘Puerto de Buenos Aires’ financie los proyectos que nos permitan revertir el presente”.