En 2018, la Sociedad Geográfica Real de Londres eligió a las abejas como la especie más invaluable del mundo, porque sin ellas la vida sería imposible. Los científicos de la Sociedad Geográfica argumentaron y defendieron posiciones hasta que quedaron dos postulantes: el plancton y las abejas. Finalmente se impusieron los argumentos y las pruebas de George McGavin a favor de las abejas.
En resumen, se trata de la importancia de la biodiversidad y de las especies que se ocupan de vincular a las demás entre sí, esenciales para el mantenimiento de la cadena de seres vivos. Entre ellas las abejas se llevaron el primer premio.
McGavin hizo notar que un cuarto de millón de especies vegetales florales dependen de las abejas para seguir existiendo. Sin las abejas perderíamos las flores y también muchos vegetales, incluidos árboles frutales y cultivos que comemos a diario.
Pero las abejas están muriendo en parte gracias a la “revolución verde”, a la agricultura basada en transgénicos y agrovenenos y a la fragmentación antinatural de espacios naturales. Para McGavin la desaparición de las abejas sería la catástrofe.
El modelo no se toca
Por entonces, cuando los científicos votaban por las abejas en Londres, en Córdoba el clima era diferente, aunque también las abejas estaban en el centro de la atención. Hubo un cruce entre el entonces ministro Luis Miguel Etchevehere y los apicultores de Tras las Sierras, en Córdoba.
Los apicultores le informaron a Etchevehere de la muerte de 72 millones de abejas de sus colmenas y la atribuyeron a que el campo “se volvió marrón y se sumergió en venenos, que hoy la hipocresía de muchos llama productos fitosanitarios”, según un comunicado posterior.
Etchevehere les contestó desafiante: ¿”cómo esperan convivir con eso?; porque el modelo productivo no va a cambiar”.
Sin embargo, es posible que los apicultores no puedan convivir ni tampoco vivir y que el modelo implosione sin cambiar, a pesar de la voluntad crematística de Etchevehere y las empresas multinacionales o debido a ella.
Tras verificar con entidades como el Inta y el Senasa la mortandad de abejas, organizaciones de apicultores explicaron que las colmenas fueron afectadas en un área de unas 2500 hectáreas, cerca de la ruta 148. La mortandad afectó a 1000 colmenas de productores nucleados en la Asociación de Apicultores de Traslasierra y del Valle de Lara.
Tras una semana investigando el hecho, el Senasa confirmó entonces que las abejas murieron debido a la aplicación de pesticidas en una comunicación al consejo para la agricultura de la comunidad campesina. Estudios paralelos, que llegaron al mismo resultado, estuvieron a cargo de especialistas de la Universidad Nacional de Río Cuarto.
Sin abejas, cuatro años
Una frase atribuida a Einstein en reunión de amigos, que algunos tienen por falsa, responde por anticipado a Etchevehere: “Si las abejas desaparecieran de la faz de la Tierra, a los humanos sólo les quedarían cuatro años de vida”.
Sin abejas la polinización disminuiría sustancialmente, sin polinización no hay reproducción en las plantas con flores, sin plantas no hay alimentos para los animales vegetarianos ni para quienes se alimentan de ellos.
Es posible que Einstein no pronunciara la frase, que no aparece en sus escritos ni en las entrevistas que concedió, ero no solo los apicultores coinciden con ella sino que ha sido analizada por especialistas que la han relativizado solo hasta cierto punto, para terminar coincidiendo en lo esencial y recomendando cuidar las abejas.
La investigación remonta la frase a la película “El incidente, el fin de los tiempos”, de Night Shymalan, que esgrimieron apicultores belgas en una protesta hace unos 30 años y atribuyeron a Einstein .
Las abejas están muriendo como nunca, los agrovenenos, “evolución” del agente naranja usado en la guerra de Vietnam, han impregnado los campos, enfermado poblaciones enteras, provocado cáncer e infertilidad en medio de la cerrada negativa de las empresas monopólicas que los producen a aceptar ninguna responsabilidad.
La relatividad de la frase, de apariencia contundente, es que las abejas no son los únicos agentes polinizadores, pero sí los más eficientes, mucho más que otros insectos, los murciélagos, algunos escarabajos y algunos pájaros, que podrían continuar la tarea pero no reemplazar a las abejas, además de que ellos también están amenazados por el “modelo”.
La Apis Mellifera, la polinizadora y productora de miel, es muy eficiente, está en casi todo el mundo, trabaja todo el año, es numerosa y se dedica a una flor concreta, cuya polinización asegura y con ella la supervivencia de la planta.
El 75 por ciento de las especies vegetales que son alimentos para el hombre dependen de la polinización. Aunque no estén incluidos el trigo, el maíz ni el arroz, los tres grandes cereales de Europa, América y Asia, no hay duda que una catástrofe biológica acontecida en las demás plantas repercutirá en ellos.
Por ejemplo, sin plantas de cobertura, las que protegen los sembrados, es posible que el trigo, el maíz y el arroz sean arrasados por plagas, que necesitarían un refuerzo de agrovenenos que empeoraría la situación, que ya viene empeorando con las abejas vivas. Las plantas polinizables son una barrera de control biológico y de defensa de los cultivos, pero también enriquecen el suelo con nutrientes.
La conclusión, incluso para los que niegan que Einstein se haya referido a las abejas en esos términos y relativizan la importancia exclusiva de éstas es: “Protejamos a las abejas, a todas las especies de abejas y de polinizadores, protejamos las plantas de cobertura porque si no lo hacemos no habrá nada que llevarse a la boca, y este modelo de civilización tocará a su fin”.
Hasta aquí llegamos
Se ha propuesto reemplazar la frase atribuida a Einstein por esta otra, más matizada: “Si desaparece la biodiversidad de plantas y los polinizadores, a este modelo de civilización humana le quedarían pocos años. El ser humano sobreviviría pero se reduciría drásticamente su número y desaparecería la civilización actual, que mantiene desconectado al consumidor del productor, y forzaría a que todos los consumidores fueran a la vez productores primarios para sobrevivir“.
Ya no es entonces cómo se arreglarán los apicultores con un modelo productivo sin cambios, sino cómo se arreglará el modelo productivo cuando los cambios le sean impuestos por la fuerza de los hechos, y cómo nos arreglaremos todos, para sobrevivir en condiciones que casi no podemos imaginar, pero que serían para la película de terror del final.
La situación fue resumida por la Asociación de Apicultores de Córdoba, de manera que debe alarmar a todos, aunque no les mueva un pelo a las empresas multinacionales con las que está alineado el gobierno nacional y que son las que promuevan el “modelo”:
“Las abejas están desapareciendo. Porque están desapareciendo sus montes, sus bosques, sus flores.
Los apicultores están desapareciendo, y pocos jóvenes se acercan ya a la apicultura, porque han desaparecido las chacras, las flores, y el campo se volvió marrón y se sumergió en venenos, que hoy la hipocresía de muchos, llama productos fitosanitarios.
Las variedades de semillas que hacen a la identidad de la tierra, y a la fortaleza de sus ecosistemas, desaparecen en manos de la ingeniería genética y de los químicos, que eliminan aquellas que el mercado no puede visualizar como ganancia. Eso se llama pérdida de diversidad biológica. Las abejas no tienen comida saludable, la que hay es poca, sin variedad y en la mayoría de los casos contaminada con “fitosanitarios”.
Con las abejas desaparecen además del resto de los polinizadores silvestres, y con ello buena parte de las frutas y verduras que comemos, así como las que alimentan a nuestros animales.
Con su desaparición se deshilacha la urdimbre social y productiva de nuestras comunidades, así como el circuito económico en el cual la apicultura tributa, al igual que el resto de las actividades tradicionales del campo”.
De la Redacción de AIM.