A las 8.55 de este viernes comenzó en los Tribunales de Concepción del Uruguay la segunda jornada del juicio oral, no público, que se sigue contra el cura Marcelino Moya, acusado por corrupción de menores.
Sin la presencia del imputado, la audiencia dio inicio con la declaración por videoconferencia de la psicóloga de una de las víctimas y denunciante. Declararon por el mismo medio otra psicóloga y una perito de Rosario, además de otros seis testigos que estuvieron presentes en los Tribunales, entre ellos los ex sacerdotes José “Pepe” Dumoulín y José Carlos Wendler.
Pasado el mediodía concluyeron las declaraciones de los padres de Pablo Huck, Roberto y Mercedes.
Desde temprano se pudo ver en el Palacio judicial a Pablo Huck, víctima y denunciante, quien prestó su testimonio durante más de dos horas en la jornada del jueves. Sus hermanas, amigos e integrantes de la Asociación “Compromiso con Voz” acompañaron las instancias desde las puertas de los Tribunales, dado que hay expresas indicaciones de no permitir el ingreso.
El Tribunal está formado por los jueces María Evangelina Bruzzo, Alberto Seró y Fabián López Mora, los fiscales que actúan son Mauro Quirolo y Juan Manuel Pereyra, y la defensa está representada por Néstor Paulete y Darío Germanier, aunque este último no estuvo presente en la audiencia.
El último en testimoniar fue Dumoulin, tras lo cual se dio por finalizada esta etapa. Los alegatos serán el jueves próximo a las 16 horas y según los plazos legales se espera que en los cinco días posteriores se conozca la sentencia.
“Tenía mucho dolor, mucha angustia”
Mercedes Huck, quien se retiró de los Tribunales emocionada hasta las lágrimas y se fundió en un abrazo con sus hijas y su esposo, señaló que la declaración “fue una instancia fundamental y muy importante en el juicio” y admitió no poder definir sus sentimientos: “Tenía mucho dolor, mucha angustia y sentía la presencia de Pablo dentro del Tribunal y no quería dejar pasar nada, ni olvidarme de nada, me traicionaba el llanto pero lo sentía a él y como siempre fue un león luchando me pasaba fuerzas. No quería dejar ningún detalle sin decir. Y también mucha emoción, dolor, bronca, angustia”.
Por su parte, Roberto definió que “después de esperar mucho tiempo, con paciencia, todo llega y hoy pudimos decir nuestra verdad y sé que va a haber justicia”.
Consultados por las sensaciones que implican la ausencia de Moya, Mercedes afirmó: “Personalmente me hubiera gustado que él me escuchara, pero esto dice lo que es él, está hablando de lo que es él”. Roberto, en tanto, sostuvo: “A Moya trato de darle la importancia que tiene, él sabrá lo que hizo y se atendrá a las consecuencias, pero creo que no tiene entidad”.
Ambos coincidieron en contar que “el abogado defensor no realizó ninguna pregunta, y sólo preguntaron los fiscales y querellantes, con preguntas puntuales en las cuales pudimos explayarnos y sirvieron para encauzar el relato”. “Fue una instancia muy buena, me sentí muy cómoda, muy tranquila porque iba con la verdad y sabía que lo que me preguntara cualquiera lo iba a poder responder”, sostuvo Mercedes.
Marcelino Ricardo Moya fue denunciado en junio de 2015 por los dos hombres que, en su niñez y adolescencia (años 1995/1996), formaron parte de un grupo que asistía regularmente a la parroquia Santa Rosa de Lima y que eran alumnos del Colegio La Inmaculada, de Villaguay.
El cura había llegado a principios de los ’90 a Villaguay. Era un personaje expansivo, que generaba empatía y que supo cubrirse de una pátina de cura bueno, que se ganaba el aprecio de todos con sus incursiones en festividades gauchescas en las que despuntaba como payador.
El primero de los denunciantes contó que fue abusado por lo menos dos veces por semana y durante casi dos años en la habitación del sacerdote, en el primer piso de la parroquia de Villaguay, como así también cuando hicieron viajes a Viale, para realizar tareas religiosas.
El otro contó que hubo un intento de abuso, también en la habitación del cura, pero éste reaccionó y empujó al sacerdote, tras lo cual se fue de la iglesia y nunca más volvió, pese a que también era monaguillo.
Dos años después de la denuncia, el 29 de junio de 2017, el juez de Garantías de Villaguay, Carlos Ramón Zaburlín, rechazó el planteo de los defensores del cura, que reclamaron la prescripción de la causa e hizo lugar al pedido que formularon en forma conjunto la fiscal Benedetti y los querellantes y elevó el expediente a juicio oral.
La resolución de Zaburlín fue recurrida por la defensa, pero el 31 de julio de 2017, el Tribunal de Juicios y Apelaciones de Concepción del Uruguay rechazó el planteo de prescripción formulado y confirmó la elevación a juicio.
La causa nuevamente fue recurrida y llegó a la Cámara de Casación Penal de Paraná el 14 de agosto de 2017. El jueves 11 de octubre último, ese tribunal, en voto dividido, rechazó la vía de la prescripción.
Ante el tercer rechazo que acumula el cura Moya en la justicia, extrañamente, su defensor, cumplido el plazo de ley, decidió no apelar ante la Sala Penal del Superior Tribunal de Justicia (STJ), ante el convencimiento de que en la etapa de juicio oral sobrevendría la decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que tiene pendiente expedirse sobre la prescripción en la causa de los abusos del cura Ilarraz.
La Iglesia, ni bien tomó conocimiento de la apertura de la causa en la Justicia, apartó a Moya de su función de párroco y de responsable pastoral del colegio católico, que tenía a su cargo en Seguí, y abrió una investigación eclesiástica, a cuyo frente ubicó al sacerdote abogado Silvio Fariña Vaccarezza, el mismo que investigó a otro cura abusador, Justo José Ilarraz, en 1995. Pero la averiguación interna jamás avanzó. (Fuente: Análisis)