El brasileño Ayrton Senna da Silva, tricampeón de la Fórmula 1, y considerado por el mitíco argentino Juan Manuel Fangio como el “número uno” en la especialidad que ambos abrazaron con pasión y talento, murió en Italia el 1º de mayo de 1994, y se convirtió en leyenda.
A 25 años de su muerte, su casco amarillo con una franja azul y otra verde hizo historia en las pistas. Su genio marcó a una generación que aprendió con el campeón brasileño de F1 Ayrton Senna, para muchos el máximo mito deportivo del país, a agitar con orgullo la bandera de Brasil.
Cuando el piloto, con apenas 34 años, se estrelló contra el muro de la curva de Tamburello, en el circuito italiano de Ímola, no sólo enmudeció a su país natal.
El accidente conmocionó a millones de personas que vieron en televisión, en tiempo real, la triste despedida del carismático y controvertido ícono.
Un cuarto de siglo después, su imagen sigue asociada a marcas comerciales y campañas sociales; es el último gran ídolo brasileño, para muchos incluso mayor que el mítico Rey Pelé.
“Vivíamos los años 80, con hiperinflación, recién había acabado la dictadura militar; no tenía mucho sentido sentir orgullo de Brasil, pero Senna fue por el mundo llevando la bandera como un símbolo que enorgulleció a tantos brasileños”, dice Alexander Grünwald, periodista especializado en automovilismo.
A juicio de Grünwald, el legado de Senna fue “transformar el deporte”. Su diferencial, además de ser un piloto excepcional, fue el de atender otros aspectos como la preparación física y mental, entender al vehículo y la tecnología y cuidar su imagen.
Una encuesta realizada en 2014, en el vigésimo aniversario de su muerte, mostró que 47% de los habitantes de su ciudad natal de Sao Paulo, la más poblada de Brasil, consideraban a Senna como el mayor nombre del deporte nacional. Pelé venía en segundo lugar, con 23%.
“Pelé vivió una época en que las personas escuchaban el fútbol por la radio o lo leían en el diario. No lo vivían con la misma intensidad y emoción. Con Senna, eran los domingos con la familia” frente a la televisión, explica Grünwald.
El miércoles, se le consagrará un “Senna Day” en el autódromo Interlagos, en Sao Paulo, con actividades deportivas y culturales.
Determinación y dedicación
Tres veces campeón del mundo con McLaren (1988, 1990 y 1991), donde brilló de 1988 a 1993, Senna ganó un GP de cada tres (35 victorias en 96 carreras) con la escudería británica.
De los primeros años en la escudería data su internacionalmente famosa rivalidad con el francés Alain Prost, compañero de equipo, quien después de tantos dimes y diretes públicos, visiblemente conmovido, ayudaría a cargar el ataúd de Senna.
Ese antagonismo es quizás el punto más controvertido de su biografía, abordado en libros y documentales. “Claro que no era perfecto (…); tuvo rivalidades dentro de la pista, pero sus aspectos positivos superaron a los negativos”, sostiene Fred Sabino, periodista editor de Fórmula 1.
“Determinación” y “dedicación” son las palabras que más se repiten cuando sus allegados evocan su trayectoria. Son, además, los valores exaltados por el Instituto Arton Senna, que su hermana Viviane fundó fundó a fines de 1994 para ofrecer oportunidades a niños con pocos recursos.
Documentales y libros muestran a un Senna comprometido a un punto místico con su carrera. En entrevistas, el piloto habla sobre su fe católica y sobre lo crucial que era para el automovilismo mantener un trabajo mental tan estricto que, según él, le permitía a veces elevarse a otra dimensión mientras maniobraba.
En videos se le ve carismático y risueño. Delgado y atractivo, por momentos parecía genuinamente exaltado, alegre hasta las lágrimas o rígido por la tensión. Otras imágenes exhiben a un joven de clase alta brasileña que disfrutaba los placeres de la vida de campeón de uno de los deportes más caros del mundo.
Tuvo sonados romances con Xuxa, conocida estrella de la televisión, y con Adriane Galisteu, entonces una joven modelo con quien compartió sus últimos meses de vida.
Antes y después de Senna
Antes de Senna, Emerson Fittipaldi (campeón en 1972 y 1974) y Nelson Piquet (tricampeón en 1981, 1983 y 1987) colocaron a Brasil en el mapa del automovilismo mundial. Pero ahí se cortó la estirpe.
Rubens Barrichello y Felipe Massa, con once podios cada uno pero sin título mundial, fueron en el último cuarto de siglo los mayores exponentes brasileños de F1. Actualmente, no hay ninguno en los circuitos.
“Hubo algunos éxitos después de Ayrton Senna, tuvimos unos quince años de conquistas, pero la falta de estructura interna del automovilismo brasileño no permitió ese desarrollo”, explica Grünwald.
“Senna fue el tercer piloto en una línea de campeones (…).
Pero en el automovilismo existe esa cosa cíclica. Los nombres que vinieron después terminaron sufriendo un poco con los reclamos de un fanatismo que estaba acostumbrado a las victorias”, comenta Sabino.
“Senna era el Brasil que funcionaba, el gran ídolo, un súper héroe (…) Terminó muriendo en la pista, lo que también ayudó en la consolidación del mito”, añade.