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La historia de un “Juguetito”

En la localidad del norte entrerriano existe una empresa familiar que desde hace casi 40 años trabaja para los más chicos. MIRADOR ENTRE RÍOS dialogó con Tito Arlotti, el iniciador del emprendimiento de juguetes artesanales

Carlos Alberto Arlotti, conocido por su apodo: Tito, está jubilado como ordenanza de uno de los dos bancos que hay en La Paz. Casi en paralelo con sus 38 años en ese puesto, y por una chicana que le tiró un amigo que lo desafió para que copie la manufactura de un camión de madera, creó una marca que lo identifica y que marcó a muchas generaciones paceñas: “Juguetito”.

“Para el mundo de los niños, juguetes hechos con cariño” es el eslogan que se escucha desde hace varios años en las publicidades rotativas de algunas radios en La Paz.

Los nietos de Tito son los encargados de grabarla y con la edición de sus padres, ese spot ha trascendido por años en el aire.
MIRADOR ENTRE RÍOS se metió de lleno en los recuerdos y las anécdotas de una historia que cuenta gran parte de la vida de los Arlotti.

—¿Cómo y cuándo nació la idea de fabricar juguetes de madera?

—Allá por los inicios de los años 80, empezó como una broma de un comerciante de acá. Mientras yo esperaba que me atiendan en su comercio, miraba un camioncito de madera y chicaneándome me dijo que yo no era capaz de hacer uno igual. A lo que contesté que yo lo podía hacer mejor, pero que no lo hacía porque él no me lo iba a comprar. Ahí arreglamos que si me salía bien, él me lo compraba para venderlo. Ahí empecé a ver cómo se hacía, ya que no tenía idea. Lo hice y se lo llevé, le gustó y me dijo que le haga diez más.

Los inicios

—¿Cómo aprendiste el oficio?

—Creo que todavía no sé todo lo que hay que saber, no soy carpintero, nunca estudié el oficio, fui aprendiendo, mirando y leyendo libros y revistas del rubro. Hice cosas que salieron muy bien gracias a Dios. Nunca logramos la perfección, pero lo nuestro quedó en el ambiente de la artesanía urbana.

—¿Por qué Juguetito?

—El nombre de Juguetito fue fácil, ya que todos me conocen por Tito Arlotti. Así nació nuestro nombre que ni siquiera es marca registrada, de hecho en el pueblo somos la familia Juguetito.

—¿Qué rol jugó la familia en esta historia?

—La familia fue fundamental, principalmente mi señora Ramona, ya que de entrada fue muy difícil, había que hacer todo, mientras yo estaba en el banco ella hacía todo, se encargaba de los chicos y me ayudaba con esto. Al principio nos dio mucha vergüenza salir a venderlos, somos muy tímidos.

Ahora mi hijo Ubaldo se encarga de la juguetería; mi hijo Ezequiel es el artista de la familia, es dibujante y le puso una impronta de calidad y de diseño a los juguetes. Luego está Romina, que fue la que le puso la música a los juguetes, ella hizo la poesía que refleja lo que hacemos y también mis nietos que participan de las publicidades que se han viralizado en las radios y en la tele local. Todos estamos identificados con los juguetes.

En pandemia

—¿Cómo afectó la pandemia en lo personal y en lo laboral?

—Tener un taller para hacer cosas manuales fue muy importante en esta época de pandemia. El año pasado me dedique más que nada a organizar el taller, me mantuvo ocupado y me ayudó en lo psicológico, sin dudas. Me puse al día y actualmente estamos vendiendo sólo al por menor, ya no hacemos ventas mayoristas como en años anteriores. Todo lleva tiempo, porque por ejemplo en el invierno la pintura no se seca. Así que tenemos nuestras inquietudes, seguimos creando cosas. Llueva o truene podemos estar ocupados. Le agradezco a Dios tener esto que me gusta y poder hacer lo que quiero.

—¿Tienen la data de los lugares más lejanos donde llegaron sus juguetes?

—Por lo que sabemos hay juguetes nuestros en Israel, Barcelona, Madrid, Miami, Los Ángeles, Chile, Uruguay y Perú. Cuando compran nos dicen que es para enviarlos a esos destinos. Teníamos una clienta que enviaba todo a Alemania y nos mandaban fotos del momento de la entrega de los juguetes a sus destinatarios.

—¿Cómo se compite en un mercado invadido por juguetes importados y que se publicitan por todos los medios?

—Estamos invadidos hace años por otras culturas, todo lo que viene es de China o con licencias norteamericanas, los chicos se crían con otras influencias y eso no es lo que nos representa a nosotros, es difícil competir pero siempre hay un lugar donde el juguete de madera gana espacio. El ser humano es compatible con la madera, creo que atrae más que el plástico. En las escuelas, en los jardines siempre hay algo de madera. Los chicos quieren lo que ven en la tele, pero el juguete simple es importantísimo, un juguete a pilas es usado un rato por los chicos porque ya saben lo que hace, en cambio con un pedazo de madera, cuatro tablas y una rueda tiene para jugar todo el día. No existe el juguete ideal, pueden jugar con cualquier cosa y lo que a veces no tiene valor sirve para jugar.

Marcas de alegría

—¿Qué lugares recorrieron con esta empresa?

—En los años 90 y a principios del 2000, recorrimos todas las exposiciones de las fiestas en la provincia. Lo que nos dio más valor y más prestigio fue que fuimos durante diez años seguidos a la Fiesta Nacional de la Artesanía, en Colón. Después nos cansamos un poco y aflojamos por la exigencia que esto traía. Hemos estado en Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. A algunos lugares no podíamos concurrir porque mi otro trabajo es en el Banco Nación y no podía irme muchos días.

—¿Cuál es la mayor satisfacción del juguetero?

—Ver a los chicos jugar. Recuerdo que un día estaba en el Faro (sobre la costa del río) y miré hacía la playa donde había un chico jugando en la arena con un camioncito de los nuestros. Eso me marcó y la alegría de ver lo que uno pudo realizar, es indescriptible, no te lo puedo explicar. Que uno llegue a la niñez, con la inocencia que ellos tienen, no tiene precio. Muchos de esos chicos hoy son padres, y vuelven a nuestro local porque quieren que sus hijos tengan los mismos juguetes que ellos tuvieron. Un padre vino y me dijo que gracias a un camión que me compró, el gurí empezó a caminar. O el caso de algunos chicos de un pueblo de Corrientes que no querían ir a comer por seguir jugando con los autos que la maestra les había comprado para el jardín. Eso no tiene un valor en plata, es un valor en afecto.

—¿Cómo conjugaste el trabajo del banco con el del artesano?

—El trabajo en el banco se complementó bien, si bien es cierto que yo no progresé como empleado, ya que siempre estuve como ordenanza, el tiempo libre que me quedaba después de las dos de la tarde lo usaba para producir. De hecho mis vacaciones las sacaba antes de las fiestas así aumentábamos la producción para poder vender en esas fechas. Después, con los años, uno se va tranquilizando y siempre el banco me dio la tranquilidad económica. Durante 38 años estuve trabajando ahí.

Identificación

—¿Se sienten reconocidos y valorados por los paceños?

—Nos sentimos muy agradecidos con la gente de La Paz, ellos tomaron lo nuestro como propio, el juguete es querido y le pertenece al pueblo. Siempre nos recomiendan y nos apoyan. Soy feliz al ver esta identificación de mi gente con lo que uno hace y que va a perdurar en el tiempo. Casi 38 años haciendo juguetes y acá en La Paz siento que es de todos los paceños nuestro producto.

No me quiero olvidar de nombrar a todas las maestras jardineras de la ciudad, ellas nos ayudaron siempre. Muchas escuelas del departamento tienen un “Juguetito”. Ellas nos fueron enseñando y exigiendo al contarnos qué hacía falta para los jardines de infantes. He dado charlas en escuelas o centros comunitarios para contarles como hacíamos nuestros productos.

Sin deudas

—¿Alguna anécdota que recuerdes para compartir con los lectores?

—Una vez le pusimos la corona a una reina en la Fiesta de la Artesanía, o por ejemplo una entrevista que nos hizo Teté Coustarot en una radio de Buenos Aires, en la que ella que no se explicaba cómo hacía para subsistir con esto. Le llamaba la atención cómo una empresa familiar sobrevivía a la crisis del 2001.

Después, en la época de Menem, gente del Ministerio de Economía se acercó en Santa Fe, durante una exposición, para darnos un crédito en dólares para que exportemos los juguetes, a lo que yo le dije que a mí me gustaba dormir tranquilo sin deberle a nadie. Era el subsecretario de Comercio Exterior, Félix Peña, quien todas las mañanas tomaba un café con el presidente del Banco Nación. A la semana llegó una carta a la sucursal La Paz, firmada por el mismo presidente (de la entidad bancaria), mandándome saludos y felicitándome por la buena predisposición a la hora de dejar bien parado al banco en esa charla.

Otra fue que en el año 2018, hicimos una muestra interactiva con la Casa de la Cultura de La Paz, a la que concurrieron más de 2.000 chicos. Llevé los juguetes y todos podían ir a jugar con ellos. Fueron los jardines y todas las guarderías. Fue muy lindo eso.

Conrado Berón
redaccion-er@miradorprovincial.com

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