Cerca 11 millones de toneladas métricas de plástico ingresan a los océanos por año, según datos de las Naciones Unidas. En el marco del Día de la Tierra, expertos advierten sobre las consecuencias del problema y comparten posibles soluciones.
Visto desde el espacio, el planeta Tierra resalta en el fondo negro del vacío como una esfera azul manchada por difusas nubes blancas. Esto tiene una explicación: al menos tres cuartas partes de su superficie están cubiertas por agua en todas sus formas: ríos, lagos, mares, hielos, neblina, vapor y humedad.
No obstante, el celeste característico de estas abundantes masas de agua no se encuentra impoluto. De hecho, está corrompido por las toneladas de residuos plásticos que, desde todos los rincones del mundo, van a parar a los océanos, como si se tratasen de gigantes vertederos a cielo abierto.
Los plásticos representan la fracción más grande, dañina y persistente de todos los desechos de procedencia humana que acaban en los ecosistemas marinos, llegando a abarcar el 85 por ciento del total, advierte un informe publicado en 2021 por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), en el que participaron más de 70 científicos.
El documento estima que ingresan anualmente a los océanos cerca de 11 millones de toneladas métricas de plástico y se proyecta que para 2040 estos valores se tripliquen, alcanzando entre 23 y 37 millones de toneladas métricas de plástico al año.
Si distribuyésemos toda esta basura a lo largo de las playas y riberas del planeta, alcanzaría para emplazar 50 kilos de plásticos por cada metro de costa en todo el mundo.
Ante este panorama, y en las vísperas del Día de la Tierra (que se conmemora el 22 de abril), surge indefectiblemente una reflexión: ¿Cuál es la ruta que trazan estos desechos y qué rol tiene el consumidor final en esta dramática cadena?
El origen del plástico: los combustibles fósiles
En conversación con National Geographic a través de vídeollamada y en el marco del Día de la Tierra, Andrés Arias, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina, integrante del Instituto Argentino de Oceanografía (Iado; Conicet-Uns) y uno de los miembros del equipo a cargo del informe del Pnuma, hizo hincapié en el punto de partida de la ruta del plástico: su fabricación.
“Hoy, el petróleo es el elemento base de la formación de las resinas plásticas mayoritarias. Prácticamente, el 98 por ciento de la producción mundial proviene de combustibles fósiles. Este es el origen”, explica el investigador.
La clave del asunto está en el cómo y en el para qué de esa producción y esto implica incluir, tal como sugiere Arias, una perspectiva consciente por parte de los consumidores: “Nosotros definitivamente somos los consumidores finales de esos productos que manejamos diariamente y que, en gran cantidad, son elementos de un solo uso o elementos con vidas muy acotadas”.
El concepto de vidas acotadas al que refiere Arias tiene que ver con la relación entre el tiempo de utilidad que se le adjudica a los elementos hechos de plástico y la verdadera durabilidad que esos materiales pueden alcanzar realmente en el medio ambiente.
En ese sentido, Arias detalla: “Estamos hablando de un producto que tiene una vida que supera los 200 o 300 años y que, de acuerdo a la densidad y al tipo de resina, puede llegar a perdurar hasta 600 años en el ambiente, lo cual es extremadamente longevo para el tiempo que se usa en la cotidianeidad”.
A modo de ejemplo, el especialista mencionó a las mascarillas descartables, que están 100 por ciento hechas de plástico. Estas tienen un uso promedio de 15 a 30 días, pero al ser desechadas llegan a demorar cientos de años en desaparecer del ambiente.
Las fugas de plástico: ¿de dónde llegan los residuos?
El problema, explica Arias, se centra, como en todo sistema lineal, en lo que los científicos llaman “fugas” de plástico al ambiente, las cuales en un sistema ideal no deberían existir. Para el experto, si tuviéramos un modelo de economía circular (es decir, una economía centrada en la producción, distribución y consumo sustentables), las pérdidas serían muy pocas.
El abordaje de la economía circular está siendo implementado ya en varias industrias, como en el sector de la moda sostenible (descubre más al respecto aquí). En relación al plástico, no obstabte, las señales no son tan alentadoras.
Actualmente y según los números del informe del Pnuma, se producen 400 millones de toneladas de plástico al año provenientes, principalmente, de fuentes terrestres que incluyen la agricultura, la construcción y el transporte.
Pero, además, la investigación enfatiza como una importante fuente terrestre a la amplia variedad de productos de cuidado personal, farmacéuticos y sanitarios, incluido el equipo de protección personal utilizado durante la pandemia de Covid-19.
En concreto, el reporte del Pnuma estima que el 36 por ciento de todos los plásticos producidos se utilizan en envases, incluidos los productos de plástico de un solo uso para almacenar alimentos y bebidas. El documento enfatiza, además, que alrededor del 85 por ciento del plástico producido a escala global acaba en vertederos o como residuos no regulados que terminan depositándose, posteriormente, en el medio ambiente marino. Y la producción va en aumento.
Un informe publicado en 2021 por la Fundación Ellen MacArthur estima que la producción de plásticos ha aumentado considerablemente en los últimos 50 años, pasando de 15 millones de toneladas en 1964 a 311 millones de toneladas en 2014.
De ese total, señala la organización, el 26 por ciento son envases de plástico. En números, corresponde a unos 78 millones de toneladas, es decir, 7.200 torres Eiffel o 650.000 ballenas azules. De esos envases plásticos, el 40 por ciento termina en basureros o rellenos sanitarios, el 32 por ciento en el ambiente (como los ecosistemas marinos) y el 14 por ciento es incinerado o utilizado para generar energía.
Las actividades marinas que más contaminan
La pesca, la acuicultura, el transporte marítimo, las operaciones en alta mar y el turismo marítimo son las principales actividades generadoras de residuos plásticos y microplásticos en ecosistemas acuáticos.
El mar Caribe, por ejemplo, es un ecosistema modelo en lo que respecta a la llamada “presión turística”, según detalló Arias. Para el científico argentino, además de la fuerte presencia de elementos de un solo uso y el packaging (los embalajes y envoltorios) alimentario que descartan los consumidores finales, existen otras vías de impacto, como los sistemas de lavado de los hoteles, los cuales desprenden una gran cantidad de fibras plásticas como el poliéster (provenientes de los productos textiles) que acaban desembocando en los mares y océanos.
Un artículo publicado por la ONU en 2019 ilustra bien esta problemática. Según datos consignados en este documento, se arrojan anualmente al mar medio millón de toneladas de microfibra, es decir, el equivalente a tres millones de barriles de petróleo.
¿Qué productos descartables se tiran con frecuencia?
El mencionado informe del Pnuma observó que las botellas de plástico muestran la mayor tasa de crecimiento, habiendo aumentado un 15 por ciento al año, en comparación con el siete por ciento que evidenciaron otros tipos de desechos.
Por medio de diversos informes internos citados en ese documento, se pudo evidenciar, por ejemplo, que en un año las tripulaciones de 75 buques tiraron más de 500.000 botellas de plástico al mar.
Además de las botellas plásticas, los vasos descartables en tanto deshechos también van en aumento. Precisamente, fue la ruta que trazan estos últimos (desde su producción hasta acabar en el océano) lo que llevó al emprendedor y estudiante de biotecnología de la Universidad de San Martín (Argentina), Jerónimo Batista Bucher, a desarrollar la idea de reemplazar los vasos descartables de plástico por vasos biodegradables a base de algas.
A través de videollamada con National Geographic, el joven argentino recordó cómo, a través de la observación y la toma de consciencia, fue dando los primeros pasos hacia el desarrollo de su proyecto.
“Estaba en la escuela secundaria cuando empecé a focalizar sobre los dispensadores de agua y sobre cómo los alumnos sacaban todo el tiempo un vaso, tomaban un trago y lo tiraban a la basura. Esos recipientes terminaban todos los días rebalsados de esos vasos que se habían usado por unos segundos nada más”, contó Batista Bucher.
Un sólo bote de basura lo llevó a realizar estimaciones que le permitieron concluir que tan sólo en su escuela secundaria, se descartaban anualmente más de 600 kilos de residuos plásticos.
Ese fue el punto de partida de su proyecto para crear vasos descartables a base de algas biodegradables a causa del cual fue incluido en 2019 en la lista de los 100 líderes del futuro, confeccionada por la Universidad Harvard (Estados Unidos).
Además, el joven (que cuenta con 23 años al momento de esta publicación) formó parte de La ciencia de reinventarnos, un documental producido en 2021 por National Geographic sobre la problemática que representa la contaminación plástica y la forma en que es posible enfrentarla con iniciativas innovadoras.
Ahora, su propuesta ecológica está en etapa de registro y Batista Bucher espera poder llevarla a cabo muy pronto a través de su propia empresa tecnológica focalizada en soluciones ambientales ciencia, Henko, con el apoyo de la mencionada Universidad de San Martín.
La solución ideada por el biotecnólogo en formación consiste no sólo en el desarrollo de vasos a base de algas marinas, sino también en su disponibilización para los consumidores mediante máquinas similares a los dispensadores de agua comunes.
Reciclaje: ¿cuánto plástico se recupera?
Siguiendo el informe de la Fundación Ellen MacArthur, “los plásticos baratos, livianos y versátiles son los materiales dominantes de nuestra economía moderna”.
De los 400 millones de toneladas de plástico producidas, sólo el nueve por ciento se recoge para ser reciclado, según datos del informe del Pnuma. Para el programa internacional, cualquier estimación de las pérdidas que hoy se realice, no incluye los costes de la degradación de bienes y servicios de los ecosistemas debido a los desechos marinos, por lo que las pérdidas económicas totales están subestimadas.
Específicamente, de acuerdo con la Fundación Ellen MacArthur, de los 78 millones de toneladas de envases plásticos que se producen anualmente en el planeta, solo el 14 por ciento se recicla después de su uso.
Esto deja como saldo una pérdida de entre 80.000 y 120.000 millones de dólares al año, pero los datos obtenidos dejan entrever una realidad todavía más alarmante: si se continúa con la actual tendencia, para el año 2050 habrá, en términos de peso, más plástico que peces en el océano.
¿Qué pasa con el plástico en los ecosistemas marinos?
El residuo o “fuga” llega al ambiente acuático por equivocación, por omisión o por error de cálculo, explica Arias. Más allá de los motivos, los informes coinciden en que la basura marina se encuentra en volúmenes cada vez mayores a lo largo de las costas y estuarios del mundo, en corrientes masivas en medio del océano, en islas remotas y en el hielo marino.
Esta dispersión, advierte el informe del Pnuma, se efectúa a través del lecho marino, desde las regiones polares hasta las fosas más profundas y oscuras e impacta sobre toda forma de vida posible.
Ahora bien, una vez depositado en el lecho marino, explica Arias, ese descarte es sometido a lo que los científicos llaman meteorización, es decir, el desecho atraviesa distintos procesos físicos, químicos y biológicos.
La desintegración del plástico es, tal y como cuenta Arias, compleja y preocupante, por que la meteorización “hace que la radiación ultravioleta de los rayos solares, así como las variaciones de temperatura y de presión, provoquen el envejecimiento de los plásticos, alterando su estructura cristalina y dividiéndolos en partículas realmente diminutas, casi invisibles al ojo humano”, explicó el especialista.
A estas partículas ínfimas de plástico se las conoce como microplásticos y nanoplásticos.
La biodiversidad está continuamente amenazada por la basura y la contaminación por plásticos. Una vez depositado en los diversos ecosistemas acuáticos, las toneladas de residuos que desechamos anualmente tienen un impacto directo en la vida marina.
En cuanto a los plásticos de tamaño mayor, los macroplásticos, y tomando como base el informe del PNUMA, entre los principales efectos de la contaminación por plásticos en los animales que habitan ecosistemas acuáticos se destacan:
– La muerte de mamíferos marinos, aves, peces, reptiles y plantas por colisiones con plásticos de tamaño macro.
– La ingestión y consecuente alojamiento de macroplásticos en el sistema digestivo de los organismos acuáticos, incluidas todas las especies de tortugas marinas muestreadas y casi la mitad de todas las especies de aves y mamíferos marinos estudiados.
– Laceraciones causadas por las partículas a medida que se translocan a través de la membrana celular hacia el sistema circulatorio linfático, respiratorio y/u otros sistemas biológicos.
– Alteraciones fisiológicas, cambios en la expresión genética y modificaciones en el comportamiento.
¿Cuáles son los efectos de los microplásticos en la vida marina?
Los micro y nanoplásticos son partículas prácticamente invisibles al ojo humano que pueden transferir una serie de productos químicos tóxicos, metales y microcontaminantes a las aguas superficiales abiertas, donde pueden ser ingeridos por una amplia fauna, explicó Arias.
Según el experto, existen en la actualidad más de 10.000 trabajos científicos publicados sobre los efectos que tienen los residuos plásticos en la vida marina y la conclusión de todos es que de 782 indicadores de progresión de enfermedad, aproximadamente el 30 por ciento es disparado por la exposición animal a los plásticos.
Físicamente, al igual que ocurre con los macroplásticos, los microplásticos pueden lacerar el intestino e incluso generar una falsa sensación de saciedad. Hay pruebas (aunque con dosis muy elevadas) de que los microplásticos ingeridos pueden atravesar el revestimiento del intestino y acumularse en los tejidos provocando efectos nocivos, tal como explica el informe del Pnuma.
¿Cuál es el impacto de los plásticos en los hábitats y ecosistemas?
Además de impactar en la fauna, los residuos plásticos, ya sean flexibles o rígidos, pueden alterar la estructura y composición de la macrofauna, la microfauna y los conjuntos bacterianos.
Según el Pnuma, lo puede hacer de las siguientes formas:
– Afectación de los procesos clave del ecosistema al bloquear el intercambio de gases, lo que disminuye el flujo de nutrientes inorgánicos de los sedimentos.
– Daños en organismos marinos clave que forman el hábitat, como los corales y hierbas marinas, provocados por la abrasión de los tejidos y la asfixia de los mismos.
– Reducción de la capacidad de absorción de carbono por parte de los arrecifes de carbonato y de los productores primarios, debido a la absorción de microplásticos lo que puede incidir en el calentamiento global.
– Introducción de especies exóticas a través de los plásticos, lo que provoca la pérdida de especies fundacionales, como los corales, los pastos marinos y los manglares.
– Absorción de aditivos químicos, tóxicos, metales pesados y contaminantes orgánicos persistentes a partir de la acción de los plásticos como plataformas para “cócteles químicos”.
Contaminación plástica: del problema a la solución
Esa ruta que recorre un producto plástico desde su origen hasta su disposición final en los ambientes acuáticos del planeta puede modificarse si se reconoce que “se necesita a todos a bordo de la solución”, advirtió Arias.
En ese sentido, los especialistas aseguran que resulta esencial la adopción de un sistema circular que transforme las distintas etapas de la cadena productiva, porque la solución a una problemática tan compleja como la de la basura plástica requiere acciones en todas las escalas.
A nivel macro, 175 delegados de la ONU acordaron, en marzo de este año, negociar el primer tratado global integral para frenar la contaminación por plástico, iniciativa considerada como el pacto ambiental más significativo desde el Acuerdo de París contra el cambio climático, de 2015.
Para Batista Bucher, se trata de una noticia histórica que puede tener un potencial enorme para la transformación, al imprimirle un sentido de urgencia a esta problemática global.
“Hoy estamos generando plásticos como nunca en la historia y para los próximos 20 años se planea duplicar la producción en función del crecimiento poblacional. Pero, por otro lado, estamos en una situación en la cual, por ejemplo, para la obtención de energía y el posterior suministro de toda la matriz mundial van ganando terreno las energías renovables”, dijo Batista Bucher, marcando los retos hacia adelante.
El joven emprendedor subrayó la importancia del carácter vinculante planteado para este nuevo acuerdo, ya que permite otra jerarquía de cumplimiento, tanto a los estados como a las empresas involucradas.
Producción: de un modelo lineal a uno circular
Así como Batista Bucher, Arias hizo hincapié en la necesidad de reformular el actual sistema lineal de producción y consumo: “Estamos produciendo millones de toneladas de plástico virgen a nivel mundial y se estima que esa producción se triplique hacia 2050. ¿Es necesario?”, reflexionó. “Si fuera necesario”, añadió, “podríamos gradualmente pensar en hitos de transformación de esas resinas en resinas que sean más reciclables y biodegradables”.
En ese sentido, la Fundación Ellen MacArthur propone la adopción de un modelo de economía circular que le permita a la industria del plástico diseñar mejores envases, aumentar las tasas de reciclaje e introducir nuevos modelos para hacer un mejor uso de los envases.
“Necesitamos mejorar los sistemas de reciclado, generar incentivos para crear plantas de reciclado que económicamente sean más rentables que producir plástico virgen”, detalló el científico del Conicet, quien agregó: “No va a ocurrir un cambio mágico en este esquema económico productivo, pero es bueno y necesario ir interviniendo en todos estos puntos de la cadena”.
Lo que haces cuenta: el compromiso individual
Más allá de las políticas públicas y de los cambios productivos posibles, los hábitos de consumo, en suma, pueden hacer la diferencia. Así como Batista Bucher tomó la decisión de trabajar sobre la problemática de los vasos descartables a partir de la observación personal de lo que sucedía en su escuela secundaria, cualquier persona está en condiciones de tomar consciencia y actuar en consecuencia.
Por eso, para el joven emprendedor los vasos descartables son solo una pequeña parte de lo que ocurre con otros productos plásticos: “A partir de la observación, haces un clic y empiezas a cuestionar eso que está tan normalizado y que hacemos con un vaso descartable o con un revolvedor de café, es decir, usar y tirar”, reflexionó Batista Bucher.
El emprendedor destacó el compromiso individual como una parte fundamental del cambio: “Una vez que te involucras, no puedes dejar de pensar en cómo se puede contribuir con soluciones. Así, el primer paso es entender la problemática, saber dónde está la contaminación y cuál es su origen, ya que si tenemos esa evidencia, podemos generar soluciones más acertadas en nuestras vidas, como reducir, reciclar, reutilizar e, incluso, podemos ser parte de la solución aportando desde la innovación y la tecnología”.
Una de las acciones más efectivas para combatir la contaminación por plástico es, simplemente, dejar de usar plástico o, al menos, reducir su uso al mínimo posible. En un artículo publicado por las Naciones Unidas en 2018, Leo Heileman, representante regional del Puma para América Latina y el Caribe, explicó cómo existe una dimensión personal a la hora de abordar esta problemática, que tiene que ver con cómo las personas están acostumbradas al uso del plástico: “Tenemos que divorciarnos de la dependencia del plástico que tenemos y cambiar nuestra forma de consumo, para hacerlo más ambientalmente amigable”.
Fuente: National Geographic