Indagando en la resolana de los recuerdos a la intemperie del pasado, se nos presenta la imagen gallarda y multiplicada del cereal en bolsas de la estiba, en la punta del galpón del ferrocarril.
Enumeraba el relato de un viejo conocedor del oficio, la rudeza y destreza para afrontar ese trabajo, que requería mucha habilidad y fuerza física.
La jornada laboral comenzaba temprano a la mañana, era paso obligatorio un vuelo rasante a la sede del Sindicato de estibadores, caña mediante, la distribución de los grupos, y las changas.
Hombres de gran porte físico y entereza, eran jefes de familias quienes dependían de ese rubro: la changa del estibador .El ámbito del ferrocarril y la hilera de paraísos perfilaba las mañanas frescas.
La camisa de grafa arremangada, las bien amadas alpargatas y el esfuerzo diario para generar el sustento familiar.
Esfuerzo y equipo
Teníamos un grupo de cuatro baqueanos para estibar todos los días, entre los que no están, y me ayudaban: Dionisio Apara, Isidro “cabeza” Peralta, Sebastián Ibarra y Santos Conde.
En cada vagón entraban 440 bolsas el peso de 60 kg cada una. Se apilaba y acopiaba en el galpón 100 mil bolsas, pilas grandes, subían con la bolsa al hombro por el tablón a 18 m de alto con 12 pies abajo.
Eso fue hace más de 40 años, trabajábamos en la Cooperativa Agropecuaria, en lo Gregorio “Goyo” Battisti y en lo del judío Kauman. El transporte era de carros y camiones chicos, hasta la estación y de ahí al vagón con destino a puerto.
Organización del trabajo
Eran changas en distintos lugares por listas, en la Cooperativa o en lo de Voltolini VITANA, Peralta nombraba la gente en el sindicato, un grupo de ocho o nueve personas y a veces hasta doce.
Hubo un Sindicato al lado de la casa del turco Reyas, una pieza o habitación durante varios años, el que no era constante no aguantaba, quince personas que trabajaban todos los días. La gente de entonces era buena, no había maldad, venía gente de afuera a hacer changas, gente muy humilde éramos todos iguales y amigos: compañeros.
Recordando: “había un tiempo que la pasamos mal, venía y comía algo en mi casa y rajaba a la una volvíamos a hacer otra changa, la pasamos mal los changarines, el que diga que la pasamos bien, no es así”.
Entre sus compañeros menciona a: Roque “la gorriona” Alanís, Fermín “negro” Falcón, Oscar “colorau” Núñez, Isidro “Cabeza” Peralta, Margarito “burro” Espinosa, Santos Enrique Conde, Carlos “chimango” Rodríguez, Pablo Escobar. Éramos todos amigos, no había ninguno que resaltara, anduve en el sur hombreando bolsas, con Lucio “iguana” Gómez, Del valle, Lucilo “tallarín” Peralta.
Hacíamos 8 horas, A veces en época de cosecha comenzábamos a las 2 hasta las 7 u 8 de la tarde. Se cargaba en los vagones 450 bolsas en cada vagón.
Anécdota:
“El gol del Manso”, un testigo de esa hazaña deportiva fue Ignacio “Nacho” Viola quien me la trajo a la memoria.
Digna de una crónica de potrero, pero esta ocurrió en una cancha, arquero de las filas del Seguí Foot Ball Club, pateador rudo, supo de una conquista de antología el Manso, un gol de arco a arco, pateaba fuerte y atajaba “Madera” para Lucas González. Memorable fue la patada del portero que lo transformo en un gol inolvidable: el gol del manso.
Del Seguí de ayer
Entre la gente que vivía entonces en Seguí (década del 60 o antes) Eulogio Ledesma, Yire López, Ortega, Villanueva, Gómez, Amadito Rodríguez, Ciriaca Suarez, Panadero Miño, Coto Vega, Juan “patoruzu” Vega, Aquino, Kauman, Díaz.
Hubo un tiempo que había Bolsa de arpillera toda la vuelta de la cancha, con Francisco “panchito” Vega y su hermano “búfalo” hicimos el tapial del SFBC.