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Riesgos, certezas y cálculos para una campaña corta

El almanaque suele hacer trampas. Una muy frecuente por estos días puede tener como víctimas a dirigentes, aspirantes a cargos ejecutivos y legislativos y militantes que piensen que para las PASO falta bastante todavía.

Los sectores al interior de cada partido o frente en el caso de que haya internas tendrán no más de cinco semanas para dar a conocer propuestas y eventualmente candidatos y, además, no sólo convencer de que la oferta propia es mejor a las ajenas sino de asegurarse que esa definición se materialice en voto a favor constante y sonante.

Lo mismo sucederá en aquellos colectivos partidarios que hayan confluido en una lista única, en un contexto general en el que la mayoría de los participantes de la disputa electoral no es parte de la política profesional y, entonces, deberán sacarle agua a las piedras de los proyectos de vida –en los que hay que trabajar y sobrellevar el día a día de los afectos y los compromisos cotidianos–,
para sacarle tiempo al tiempo y redoblar las tareas de propaganda y organización.

De lo que no cabe duda es que, si bien el cotejo por los puntos será el 9 de junio, las PASO del 14 de abril significarán un irrefutable sondeo de opinión, la primera certificación del estado de ánimo del electorado respecto de los procesos presentes y futuros. Aquel domingo por la noche caerá el telón de lo que hoy es un entremés de elucubraciones, intrigas, sospechas y pronósticos tan disímiles y numerosos como analistas haya. En efecto, tanto quienes busquen consolidar posiciones presuntamente ganadoras y los que pretendan desplazarlos, como aquellos que anhelen confirmar procesos de crecimiento o quieran hacerse un lugar bajo el sol de las representaciones sociales, deberán entender que dentro de cinco domingos estarán resolviendo con qué cartas se sentarán en la mesa de paño de las grandes decisiones, dos meses después.

Escenarios

Sea que estén organizadas de arriba hacia abajo o al revés, de manera más horizontal, este período del año es particularmente intenso en cuanto a convocatorias multitudinarias. Fiestas, festivales, muestras, ferias y recitales, conciertos y convocatorias de todo tipo se mezclan con la marcha del 8M y lo harán en breve con la Semana de la Memoria. Los colectivos partidarios saben que se trata de eventos que es mejor capitalizar y la discusión siempre tiene forma de pregunta: cuál es el modo adecuado. Por cierto, estar en el gobierno es siempre una ventaja, porque lo público es una caja de resonancia única. De todos modos, los que prefieren un menú gourmet, los que apuntan al jugoso asado y los que deben conformarse con la hamburgueseada y los choripanes deben entender que eso que llamamos poder es una construcción, que se puede acumular o evanescer: se sabe desde la caída del Imperio Romano y se ha confirmado en eventos recientes y cercanos. Qué condiciones deben darse para que lo que haya subido caiga y emerja lo que luce zozobrado, es un fuerte dilema social que la física no termina de explicar, para gozo de la política.

De lo que no hay dudas es que la campaña será corta, incluso para las dos expresiones políticas en condiciones de quedarse con el gobierno de la provincia. Entonces, qué estrategia darse para el logro de los objetivos de unos y otros es un tema sencillamente central.

En esa carrera, el oficialismo parece apoyarse en el valor que asume el hecho de contar con los altos niveles de adhesión que, según los encuestadores, se ciernen sobre Gustavo Bordet y su gestión. El mandatario y su equipo lograron una autonomía política suficiente al asegurarse que, por ejemplo, no dependen de la disposición emocional de la Nación para asumir los costos instalados. Los técnicos llaman a eso equilibrio fiscal y, si se revisan en la línea de tiempo los pequeños pasos que se han ido dando por ejemplo en materia tributaria, se advertirá que ha sido una de las primeras metas delineadas y que su marcha ha sido seguida, semana a semana, mes a mes, año a año, con sentido minucioso.

Cimientos

El presupuesto 2019 dice que el superávit es primario y secundario, es decir, que son mayores los recursos que las erogaciones previstas tanto si se cotejan los compromisos e ingresos corrientes como si al polígono de fuerzas se incorporan los vencimientos de deuda. Sobre esa plataforma, la gestión se desarrolló en base a programas que procuraron una fuerte territorialización de las acciones, con la consecuente conformación de redes comunitarias e interpersonales que naturalmente podrían activarse para estas ocasiones.

Si el desdoblamiento a Creer Entre Ríos le evitó afrontar en público los términos de la interna peronista a nivel nacional y en ese sentido le facilitó la consolidación de un proyecto político cierto, a Cambiemos le permitió eludir el impacto de la marcha de la economía nacional, un escenario que genera diariamente siempre un mismo tipo de información: empresas micro, pequeñas, medianas y grandes que cierran, suspenden producción y licencian empleados o los echan.

Para el imaginario de sus votantes promedio, el gobierno de Mauricio Macri vino a terminar con la “Argentina planera” y, a tres años vista, en un contexto profundamente recesivo, altamente inflacionario, de caída notable de la capacidad adquisitiva del salario (producto de paritarias a la baja y de los imponentes e injustificados incrementos de todos los servicios) y sin poder exhibir siquiera transformaciones superadoras en el plano de la calidad institucional, el aumento en la asignación universal por hijo fue el único anuncio positivo que pudo formular en el mensaje con el que abrió un nuevo período de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, hace un par de semanas.

Lo propio

Pero si el desdoblamiento le permite a la versión entrerriana de Cambiemos desentenderse de algún modo de los problemas económicos macro y micro que ha ido generando el gobierno de Mauricio Macri, el hecho de estar obligados a discutir con el justicialismo y sus aliados en términos provinciales la coloca ante un dilema, que podemos repasar porque es rico desde el punto de vista ciudadano. Si la estrategia de campaña de Cambiemos consistiera en dar la discusión programática, por ejemplo, haciendo ver que en la alternancia de gobiernos de un mismo signo los peronistas arreglan y desarreglan las cuentas públicas sin que los problemas estructurales sean atacados y resueltos, se enfrentan al inconveniente de que son muy pocas las semanas disponibles para desarrollar semejante libreto. Y, a la vez, si en lugar de dar el debate doctrinario se centraran en pulir una táctica más bien publicitaria, de corto plazo, tal como algunos especialistas pueden llegar a aconsejar, se estarían internando en una selva en la que Bordet parece sentirse más cómodo.

Por cierto, camino a los 36 años de la recuperación de la democracia, cada uno de estos colectivos mayoritarios tiene reproches para hacerle al contrincante de siempre, mientras el resto de la constelación política cuenta con elementos de peso para cargarle en la mochila desmemoriada de lo que hoy se presenta como Cambiemos y Creer Entre Ríos.

El asunto es con qué efectividad se desplegarán esas discursividades y, sobre todo, cómo se siente interpelada la sociedad ante cada diagnóstico y propuesta. Es este factor, precisamente, el que le da incertidumbre al panorama.

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