Ezequiel Re
Javier Saviola está por patear hacia el improvisado arco de madera, sin redes. Hay una expectativa inusitada. Las cámaras de celulares lo siguen. El disparo va rasante a pesar de las ondulaciones del campo de juego y el pasto alto. El guardavallas hace el esfuerzo pero no podrá detener el balón que dará un par de piques en el tierral hasta colarse y dormirse en la imaginaria red. Habrá aplausos y el Conejo (su apodo) irá a saludar al pequeño arquerito. No es un partido en el Monumental de River donde trascendió a la fama, ni uno de sus goles ante Boca Juniors su clásico rival. Tampoco en el Barcelona o la Selección Argentina o en Andorra donde vive ahora (fue campeón de futsal). Fue el último lunes 6 de agosto en el marco de la celebración de la llegada de los Reyes Magos en las cercanías de la Parroquia del Barrio San Agustín. Allí estuvo el habilidoso volante, junto a su esposa la paranaense Romanela Amato y el maestro del fuego (empresario gastronómico) Chano María. Repartiendo golosinas, jugando a la pelota y compartiendo un momento con pibes de humildes barriadas. Lo miran, lo admiran, le piden un autógrafo, una foto. Hasta arman una canchita en un terreno para que en la caminata que realiza se detenga a compartir unos minutos. La pelota de fútbol, el potrero y la ilusión de los pibes nunca se pierde. Saviola vuelve a patear un penal. Y está vez le adivinan la intención. Ataja el pibe con guantes. Y hay alegría y festejos. A Saviola le decían el Pibito. El de los caños y jugadas habilidosas. Los que recreó el lunes 6 en un populoso sector de Paraná. El gran mensaje de un ídolo.
Los mensajeros de Francisco
¿Por qué Javier Saviola estuvo en los barrios San Agustín, Giachino y otros? Hay una historia que cuenta Sandra Villalba, la cara visible del grupo Mensajeros de Francisco. Y todo se inicia desde su propia vivencia: “Hace algunos años hice quimioterapia por padecer de Leucemia. Estuve un año en coma, cinco de quimio y cinco más de espera que no vuelva la enfermedad. Hice todo el tratamiento en Paraná con los doctores Giunta y Negri. Gracias a Dios pude salir adelante y tener un hijo, Gaspar. Y una forma de agradecer a la vida fue creando los Mensajeros de Francisco”.
¿De qué se trata? “Son talleres gratis -explica- y en su mayoría para chicos y jóvenes con diferentes capacidades. Esos jóvenes que, como me pasó a mí en la época de enferma, te discriminan por tu aspecto, o por desinformación, que duele mucho, entonces trato de darles un lugar en el mundo, y de hacer diferentes actividades donde seamos todos iguales como sociedad. Hacemos manualidades y actividades que permitan incrementar la capacidad de los adolescentes y jóvenes para relacionarse y comunicarse, mejorando su integración a nivel grupal, familiar y social”.
Sandra relata: “Los jueves nos juntamos en el Salón San Ambrosio, de la Parroquia San Agustín, donde el padre Sergio Hayy nos acompaña. Si bien el nombre Mensajeros de Francisco es por el Papa, el taller está abierto para todos, sin religión. También van abuelas quienes han hecho un grupo hermoso y cada jueves programamos las actividades para salir y darnos a conocer”.
La llegada del crack futbolistico
Sandra cuenta cómo fue que Saviola participó del evento de Reyes. “Con Lucrecia (suegra de Saviola) somos amigas de toda la vida, amigas de chicas del barrio, donde hemos pasado juntas por cosas buenas y malas. Así que desde siempre los conozco, y con Romanela (Amato) siempre que están van a visitar a los chicos. Le conté que haríamos los Reyes y los invité a visitar a los chicos del barrio. Ellos prácticamente nunca tendrían la posibilidad de conocer a un jugador famoso. Les encantó la idea, entonces me puse a preparar los trajes y las coronas, le dije a Chano María si nos acompañaba y me dijo que sí. Entonces los Reyes fueron mi hijo Gaspar, Leonardo otro joven del taller y el Chano María. Fue hermoso dar la vuelta por el barrio y ver esas caritas asombradas por ver a su ídolo. Y por el Giachino, detrás de la Parroquia, hubo familias enteras que salían y agradecían que se hayan acordado de ellos. Otro grupito de niños fueron rápido a buscar una pelota y querían jugar junto a su ídolo. Por el Paseo Ituzaingó, ya en el Barrio Las Flores, otro grupo de niños se apresuró a martillar unas maderas y también se armaron un arco para que su ídolo juegue también con ellos. Y de ahí salían chicos descalzos que querían patear con su ídolo”.
Sandra se apasiona en su relato y con justa razón: “Fue hermoso. Es como lo iban mirando, mirar sus caras, su nerviosismo, su felicidad. Es increíble que un jugador famoso recorra el barrio con la única custodia que éramos nosotros, los Mensajeros de Francisco”.