Me preguntaron cómo vivía, me preguntaron…
Sobreviviendo dije, sobreviviendo. (…)
Hace tiempo no río como hace tiempo
Y eso que yo reía como un jilguero
(Víctor Heredia, Sobreviniendo»)
Los primeros días que quedó internado por decisión propia, a Nacho le pusieron varias veces la recordada canción de Víctor Hereda, «Sobreviviendo».
Al principio no entendía muy bien por qué. «Yo no vine a este lugar a escuchar música», pensaba. Con el correr de los días, las semanas y los meses, lo entendería. Un día lo entendería.
Nacho es Hernán Schwindt, quien vivió -padeció- quince años el infierno de la droga.
Tuvo cinco sobredosis en pocos días y cayó en terapia intensiva en más de una oportunidad. «En un momento tuve que aceptar todo lo que había perdido. Yo no podía parar de consumir. Una noche pedí ayuda y a partir de ese momento tuve que aprender a vivir otra vez. Aprendí a pasar por este dolor tan grande que tengo como fue la pérdida de mi primer hijo (Francisco). Acepté que ya no lo tengo; acepté que tengo una mujer y mi segundo hijo Lorenzo. Acepté que tengo una mamá, un papá y hermanos. Acepté que hoy yo puedo vivir la vida de otra manera y verla de otra manera».
Nacho comenzó a consumir desde adolescente y recién pudo largar «de grande». Así lo cuenta: «Perdí dinero, el auto, una moto; vendí hasta mi ropa y mis zapatillas. Me endeudé y hasta el día de hoy sigo pagando mis deudas. Todo para conseguir droga».
Antes, prefería más el consumo a su propia familia. «Uno, estando en consumo, no ve el daño que se está causando a sí mismo y a los demás. El adicto siente que fracasa todo el tiempo y se encuentra en una soledad muy grande».
Lo dice sin tapujos, porque Nacho es franco, directo. Va de frente. No da vueltas en el asunto. Reconoce todo lo que vivió, de igual forma en que un día reconoció que algo debía hacer para salir adelante. Y lo hizo.
Hoy decidió contar su historia para que otros chicos no caigan en lo mismo. Y para que aquellos que están enfrentando problemas de adicciones, pidan ayuda. Griten. Que no se queden inmóviles.
Nacho no está solo en esta lucha. Junto a él está su familia, que lo apoya incondicionalmente. Su esposa Macarena y su chiquito Lorenzo están firmes.
«Llevo un año y un mes limpio», cuenta. Un año y un mes sin consumir.
Papelitos bajo la puerta
Hubo gente que durante mucho tiempo quiso ayudarlo. Pero, y así lo explican quienes entienden la problemática de las adicciones, no es fácil para un adicto reconocer que está enfermo. «Yo no lo reconocía», cuenta.
Durante mucho tiempo, Walter y Edgardo (conocidos suyos) iban a su casa para tratar de darle una mano. Pero el muchacho no se dejaba ayudar. No quería recibirlos. Ni siquiera les abría la puerta.
Pero ni Walter ni Edgardo se daban por vencidos. «Cuando venían a casa, yo no los atendía. Y ellos seguían insistiendo. Me escribían papelitos para decirme que yo podía contar con ellos. Que estaban para ayudarme. Pero yo hacía un bollito a esos papeles y los tiraba a la basura». Hoy, Nacho agradece semejante gesto y la insistencia que tuvieron en aquel momento.
Pero así como tuvo apoyo, también hubo discriminación. Mucha discriminación. «Los adictos son muy discriminados por la sociedad. Los marcan, los señalan, los rechazan».
Tomar la decisión
Hernán estuvo internado nueve meses en el Centro «Aprender a vivir», una entidad de tratamiento de adicciones de Concepción del Uruguay. Se trata de un lugar privado que recibe adolescentes y jóvenes de todo el país.
Antes de ese lugar, deambuló por clínicas y hospitales de otras ciudades. Pasó por médicos y especialistas diversos. Sin embargo, sufría las recaídas. Iba a una institución, comenzaba un tratamiento y nada. Al cabo de un tiempito, otra vez a lo mismo.
Ahora fue distinto. «Un día me dije: Ya no quiero más esto para mí. Estoy destrozando lo que más quiero». Y ese fue el momento bisagra en su lucha contra la adicción. «Agarré un bolsito con mi ropa y me fui a Concepción del Uruguay».
Los primeros días de su internación en aquel lugar, le hacían escuchar distintas canciones. Entre ellas, «Sobreviviendo», de Víctor Heredia.
Un proyecto para la ciudad
Hernán no quiere quedarse simplemente en un lugar de comodidad. Podría decir tranquilamente: «Yo me estoy recuperando y los demás que se las arreglen». No. Prefiere dar su mano a otros que hoy pasan lo que él pasó hace durante mucho, muchísimo tiempo.
Quiere ayudar a jóvenes que están atravesando una adicción. En su lucha no está solo. Cuenta con el apoyo de otros chicos, como Cami y Santino, dos adolescentes que también están recuperándose y quieren dar una mano a los demás.
El objetivo de estos jóvenes (y el sueño de sus padres), es lograr instalar en Viale un Centro de tratamiento y contención a personas adictas y sus familias. Ya presentaron la iniciativa a distintas autoridades y saben que están en buen camino. «Lo vamos a lograr», confía.
Están dispuestos a no quedarse de brazos cruzados. Eligieron el camino más complejo y el desafío más difícil, pero más humano: Decidieron luchar para que otros chicos también puedan salir de la droga. «Vemos que cada día hay más adolescentes con problemas de consumo. No sólo en Viale; esto también ocurre en los pueblos vecinos. No hay ciudad que no sufra este problema».
«Cuando tocas fondo y llegas a una situación límite, ahí empieza tu revolución personal». La frase pertenece al psicólogo Walter Riso. Lo sabe Hernán, porque lo vivió en carne propia. Por eso está dispuesto a dar su mano (y su corazón) a otros pibes.
Fabricio Bovier