En su panfleto “Sobre los peligros de los últimos días”, el teólogo francés Guillermo de Saint Amour se propuso demostrar que los frailes mendicantes eran los precursores de la era catastrófica del Anticristo. Saint Amour era maestro de teología en la universidad de París en el siglo XIII. Los frailes mendicantes, franciscanos y dominicos, amenazaban con desplazar a los maestros seglares como él de las cátedras de teología. Los frailes no cobraban por su enseñanza ni tenían intención de huelgas ni protestas salariales: por eso eran para los seglares verdaderos precursores de la catástrofe.
Si un hijo de la iglesia como Saint Amour fue capaz de señalar como precursor del Anticristo a Tomás de Aquino, el “doctor angélico”, que era uno de los mendicantes, qué se puede esperar de los profanos que vinieron después a este mundo.
Y este trato ofensivo, que podía conducir a la hoguera, se daba entre fieles católicos muy calificados, no entre enemigos sino entre comulgantes de la misma fe; entre hombres que se conocían, habían hecho voto de obediencia y tenían por Norte la caridad.
Al otro ni justicia
La reducción del otro a cosa que se puede tratar sin compromiso moral, es una tendencia que reaparece cuando el otro refleja un peligro proyectado en él, o cuando aparece señalado como el causante de los infortunios. La propaganda explota con éxito fácil algo que está en el fondo de cada uno, y que cada uno ve en los demás: una inversión simbólica.
Cuando llegaron por casualidad los españoles al territorio que luego llamaron “América”, desconfiaron que los habitantes del “nuevo” continente – poblado desde miles de años- fueran seres humanos, y necesitaron una respuesta del Papa.
Fray Tomás Ortiz opinó de los indígenas del Caribe: “Son incapaces de aprender, no ejecutan ninguna de las artes o industrias humanas; alrededor de los diez años de edad parecen tener un poco de civilización, pero más tarde se vuelven como bestias salvajes. Dios nunca ha creado una raza mas llena de vicios. Los indios son mas estúpidos que los asnos y rechazan cualquier tipo de progreso”. Y para más abundamiento: “No son capaces de doctrina ni castigo; son traidores, crueles y vengativos que nunca perdonan, son muy enemigos de la religión. Son sucios, comen piojos y arañas y gusanos crudos doquiera que los hallan; no tienen arte ni maña de hombres”.
Se abría con estas caracterizaciones la justificación de la esclavitud que hizo Juan Ginés de Sepúlveda tomando las ideas de Aristóteles, que se basaban justamente en la superioridad intelectual de unos sobre otros.
El otro es señalado como peligro, es el antagonista que se debe destruir. Churchill, primer ministro inglés, siguiendo ideas de su compatriota Charles Darwin, opinaba: “El rápido crecimiento antinatural de los débiles mentales unido a una restricción en el aumento de las razas enérgicas y superiores constituye un peligro nacional y racial. Nunca se exagerará hablando de este problema. La fuente de esta insanía debe ser cercenada y sellada con celeridad”.
La similitud de pensamiento con Hitler aparece en estas declaraciones de Churchill: “No comprendo a los que dudan sobre el uso del gas. Favorezco decididamente el uso de gases venenosos contra las tribus incivilizadas”.
Como no podía ser de otra manera, los judíos obtuvieron su ración de Sir Winston: “En violenta oposición a toda esta esfera del esfuerzo judío se alzan los esquemas de los judíos internacionales. Los adherentes de esta siniestra confederación son en su mayoría hombres criados en poblaciones infelices de países donde los judíos son perseguidos a causa de su raza. La mayoría de ellos, si no todos, han abandonado la fe de sus padres. Esta conspiración mundial para el derrocamiento de la civilización no ha dejado de crecer.”
También afiló su lengua en América: “No acepto que se haya hecho un gran mal a los Pieles Rojas de América o a los negros de Australia por el hecho de que una raza más fuerte, una raza de más graduación, haya llegado y ocupado su lugar”.
Para los nazis, los judíos, los gitanos, los homosexuales, los comunistas, los eslavos y todos los “mezclados” eran inferiores, subrazas o “antirrazas”.
En Mi Lucha, Hitler recuerda sus años de vagabundo en Viena, cerca del final del imperio de los Habsburg: “Repugnante me era el conglomerado de razas reunidas en la capital de la monarquía austríaca; repugnante esa promiscuidad de checos, polacos, húngaros, rutenos, serbios, croatas, etc., y en medio de todos ellos, a manera de eterno bacilo disociador de la humanidad, el judío y siempre el judío.”
Y en otro pasaje: “Quien cautelosamente abriese el tumor, habría de encontrar algún judío. Esto es tan fatal como la existencia de gusanos en los cuerpos putrefactos.”
Todo esto, y mucho más que es imposible citar, vuelve una y otra vez sobre el sentido de lo propio y superior enfrentado a lo ajeno e inferior, a la idea del otro como ubicado en una distancia insalvable, pero que paradójicamente al mismo tiempo nos amenaza al punto que debemos destruirlo. Y no podemos hacerlo porque vemos en él lo que está en nosotros.
Otra guerra fría
Ahora, con motivo del establecimiento de una nueva “guerra fría” apareció, montada en los medios de prensa, una súbita tendencia a ver un peligro sumo en los rusos. Es la recuperación de los argumentos que parecían inútiles después de la caída del muro de Berlín.
El periodista estadounidense David Brooks reconoce que ha habido en su país de adopción (nació en el Canadá) una explosión de rusofobia. Las explosiones se producen en un terreno preparado, en material explosivo; con una botella de agua no se puede hacer una bomba molotov; con una de nafta, sí.
Rusia asumió de nuevo para los políticos estadounidenses el papel demoníaco que tuvo durante la guerra fría, cuando ellos conducían el “mundo libre”. Ahora algunos de ellos aparecen en la televisión luciendo bandas con los colores de Ucrania.
Según Brooks, la rusofobia, que estaba latente, se reanimó gracias a la cúpula política de Washington con denuncias de las intenciones satánicas del dictador Vladimir Putin.
Como marcando “libremente” el paso, las multinacionales McDonald’s, Starbucks, Coca Cola y Pepsi-Cola suspendieron sus actividades comerciales en Rusia junto con varias empresas cibernéticas y financieras.
El gobierno se apresuró a prohibir medios rusos de comunicación como RT América y Sputnik, canceló conciertos y bailes rusos, y despidió a atletas y artistas rusos.
Por ejemplo, la soprano Anna Netrebko fue despedida por la Opera Metropolitana de Nueva York porque si bien rechazó la guerra no condenó públicamente a Putin.
Muchos de los 41 jugadores rusos de la liga norteamericana de hockey perdieron sus contratos, arrastrados por un maremoto de rusofobia que los tomó por sorpresa.
La Federación Internacional de Gatos prohibió la participación de felinos rusos en sus competencias. Los gatos se deben responsabilizar por sus amos de dos patas.
Empujando peligrosamente la frontera, el senador republicano Lindsey Graham pidió asesinar a Putin. Reclamó por un Bruto en Rusia, recordando al parricida que mató a Julio César. ¿No hay brutos en los Estados Unidos?
El ex presidente Donald Trump dio la nota discordante cuando le preguntaron si coincidía con Joe Biden en que Putin es un asesino. “Biden es un asesino”, dijo tajantemente recordando algunas anécdotas del actual presidente. Y agregó que los periodistas que esconden la condición criminal de Biden son cómplices.
Algunos intelectuales que venían criticando la posición estadounidense son acusados de “putinistas”. Ahora es “putinista” el profesor en la Universidad de Chicago John Mearsheimer, que había afirmado que Washington tenía responsabilidad en la crisis por insistir en ampliar la Otan y proponer incorporar a Ucrania.
Los políticos están detrás de los medios y los medios impulsan las amenazas, cancelaciones y campañas contra restaurantes y comercios rusos en Estados Unidos.
Una perla de la rusofobia fue la idea de un profesor de la Universidad Bicocca de Milán que anunció la cancelación de un curso sobre Dostoievsky, ya que el autor de Los Hermanos Karamazov y Crimen y Castigo era ruso. No parece haberlo advertido antes, pero sí ahora a remolque de las decisiones políticas. Más papista que el Papa, el profesor debió recular ante la ola de protestas y las ridiculizaciones a que fue sometida su decisión.
El periodista español Pablo González está preso en Polonia, acusado de espionaje prorruso. La fobia ha simulado milagros: muertos de genio como Pedro Tchaikovsky han resucitado para ser eliminados del repertorio de la orquesta sinfónica de Zagreb, Croacia.
Valery Gergiev fue despedido como director de la orquesta filarmónica de Munich, en primer lugar por ser ruso, pero por debajo porque hubo alguien que anhelaba su puesto.
Así como hay que presentar certificados de vacunación contra el Covid para entrar en algunos países, los artistas rusos deben certificar su opinión política para actuar fuera de Rusia.
Posiblemente se lleve la palma un restaurante de Zaragoza que ya no sirve en el menú ensalada rusa (que fue inventada por un cocinero belga), y también es candidato un restaurante de Barcelona que dejó de ofrecer vodka a sus clientes.
Estas son las razones de la sinrazón, y sirven para mostrar hasta dónde llega el servilismo y el seguidismo de los segundones, que tratando de halagar al amo sin entenderlo solo alcanzan a subrayar su necedad.
Rusia se ha convertido en la encarnación del mal, en el “otro” insalvable como antes fueron los relajados de la Inquisición, y su presidente en verdadero precursor del Anticristo. Por lo menos eso avisaba ya en la Baja Edad Media el maestro Saint Amour aunque eligiendo mal al enemigo, porque puso en la mira a Santo Tomás de Aquino. En aquellos tiempos Saint Amour fue expulsado de su cátedra y de París por el Papa, pero ahora no parece haber Papa que valga.
Por Fortunato Calderón Correa. De la Redacción de AIM.