Un estudio reciente realizado por el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y el Centro de Empresas Procesadoras Avícolas (CEPA), concluyó que la industria avícola argentina se encuentra entre las más sustentables del mundo. Para dicho estudio se cuantificó la huella hídrica y de carbono de 12 empresas ubicadas en distintas provincias que en total faenan el 47% de las aves de nuestro país.
El resultado sorprendió a los investigadores por el bajo impacto que tienen los sistemas de producción locales en comparación con los de otros países.
Según explicaron los investigadores, el análisis de ciclo de vida es una metodología que cuantifica los impactos ambientales potenciales a lo largo del ciclo de vida de un producto o servicio, desde la extracción de materias primas, la producción y uso de energía, hasta el reciclado o disposición final de residuos. La huella de carbono es la suma de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a lo largo de todo el ciclo productivo y de consumo de un producto (Ciclo de Vida), y la huella de agua es la métrica que cuantifica el impacto ambiental relacionado al agua.
El análisis determina el valor de dichas huellas ambientales para un kilo de carne de pollo faenado y envasado con menudo, de producción intensiva, con un ciclo de aproximadamente 52 días y destino a consumo interno, en la puerta del frigorífico. Además, identifica los puntos críticos de cada etapa productiva, con el fin de trabajar los puntos críticos para lograr una mayor sustentabilidad.
Los especialistas incluyeron tanto los insumos requeridos como las emisiones generadas para la producción de los diferentes tipos de alimentos utilizados en la crianza de los pollos parrilleros y las reproductoras. También contemplaron los recursos energéticos y materiales utilizados en la postura e incubación de los huevos, engorde del pollo parrillero, faena y procesado en la planta frigorífica, que incluyen energía eléctrica, combustibles, materiales para la cama de pollo, envases, productos de limpieza y desinfección, entre otros.
Para su análisis, el sistema productivo fue dividido en diferentes áreas: producción agrícola, producción de alimento balanceado, producción de carne, producción de padres y transporte.
Los resultados indican que la huella de carbono fue de 1,50 kg de CO2eq/kg de carne de pollo (unidad funcional elegida) para el promedio ponderado de los 12 casos de estudio
Respecto a la huella de agua por escasez, el resultado fue de 0,54 m3eq/kg de carne de pollo.
Según el informe, uno de los principales puntos críticos aparece en la producción de los granos para alimento de las aves. En tanto, los traslados hasta la planta de alimentos también representan un hotspot, pero que puede verse reducido si se incentiva la compra a productores ubicados en cercanías de las plantas.
En lo que respecta al subsistema incubador, el mayor aporte a la huella se detectó en el consumo de energía eléctrica y, sobre todo, de combustible. Para el subsistema granja, se destacan los aportes de los alimentos para engorde de las aves, la fermentación entérica y gestión del guano y la cama, el consumo de energía eléctrica y el transporte de insumos, principalmente, de cama de pollo.
Dentro del subsistema frigorífico, el uso de energía eléctrica, las emisiones de la laguna de tratamiento de efluentes y el transporte son los puntos que generan mayor huella.
Con estos datos, el sector cuenta con un diagnóstico exhaustivo de su impacto ambiental y con herramientas para realizar mejoras en los procesos y consumos, de manera eficiente y sustentable.
Asimismo, varias empresas se encuentran en el proceso de certificación internacional a través del EPD, para el cual el INTI ha conseguido ser certificador.
Por último, esta semana se produce el lanzamiento de la segunda etapa donde se realizará el cálculo de la huella de carbono y la huella hídrica para otros actores del sector avícola argentino.