El 9 de abril de 1987, el Sumo Pontífice Juan Pablo II visitaba por primera vez la ciudad de Paraná, un hecho que quedará marcado en la historia de la provincia. Con mucha emoción, más de 150.000 personas se congregaron en el aeropuerto de la capital provincial para recibirlo. Silvia Pérez y Beto Poh fueron los elegidos para representar a la familia entrerriana y entregarle un obsequio a Su Santidad. “Fue algo grandioso. No pensé que iba a haber tanta gente”, recordó el matrimonio oriundo de Hasenkamp en diálogo con Mirador Entre Ríos.
Antes de cumplir el sueño, lo más cerca que estuvieron Silvia Pérez y Beto Poh del Papa Juan Pablo II fue a través de una pantalla de televisión cuando el Sumo Pontífice visitó el país para evitar el conflicto armado entre Argentina y Chile por el Canal de Beagle. La intervención de quien fuera proclamado más tarde Santo fue determinante.
Pero tuvieron que pasar cinco años para que el matrimonio de Hasenkamp pudiera estar cara a cara con Su Santidad, en un hecho que ellos mismos describen como grandioso y sin precedente. En 1987, la pareja fue elegida como representante de la familia entrerriana para obsequiarle al Santo Padre un mate en el marco de su estadía en Paraná.
La propuesta vino de la mano del Padre Gabriel Battelo, quien se desempeñaba como párroco de la capital provincial. El sacerdote sabía del compromiso de ambos y por eso postuló sus nombres en la Arquidiócesis, aunque sabía que había muchas familias anotadas para tal fin. Para ese entonces, Beto trabajaba en la Sociedad Rural de Hasenkamp y era el presidente de la Agrupación Tradicionalista “San José”. En varias oportunidades llegaron a recibir con sus caballos al Monseñor Estanislao E. Karlic en la entrada a la localidad, algo que se volvió una costumbre y que terminó de consolidar la relación.
Cuando les confirmaron que iban a estar en la ceremonia principal junto al Papa no lo podían creer, al punto que tardaron en dimensionar la magnitud del evento. La alegría los invadió por dentro aunque también tuvieron un poco de preocupación de poder hacer las cosas bien. La información no tardó en circular por los barrios junto con las felicitaciones de los vecinos, familiares y amigos que aparecían con el transcurrir de los minutos. El domingo previo al arribo de Juan Pablo II, Silvia y Beto fueron presentados públicamente en una misa celebrada por Battelo.
Llega el Papa
La noticia de la llegada del Santo Padre a la capital provincial sorprendió a más de uno y generó grandes sensaciones entre la gente. No era para menos: era la primera vez que un Papa desembarcaba en la provincia. “Primero no sabíamos si venía a Paraná, pensando en su visita a la Argentina. Pero la Conferencia Episcopal fijo a Paraná como un lugar de estar y por eso, en el viaje de Corrientes a Buenos Aires, hicieron una escala acá”, rememoró el Cardenal Karlic años después. En dos meses, los paranaenses se prepararon para recibir al pontífice.
Ese 9 de abril la fiesta era total. Cerca de las cinco de la tarde, unas 150.000 personas se acercaron con entusiasmo al Aeropuerto General Justo José de Urquiza para saludar al sucesor de Pedro. Sobre la terraza del lugar se construyó un enorme altar de 75 metros de ancho por 8 metros de alto, el cual estaba presidido por la Santa Cruz misionera y la imagen de Nuestra Señora del Rosario, patrona de Paraná.
Los colores amarillo y blanco, representativos de la bandera papal, decoraron el predio junto con las banderas argentinas y entrerrianas. La celebración duró poco más de una hora y hasta hubo tiempo para que el Papa Móvil hiciera una recorrida frente a la gente, lo que despertó una ovación y aplausos entre los presentes.
Sobre el discurso del Papa, Karlic dejó en claro que “fue muy hermoso porque nos habló de la inmigración en Argentina. Qué lindo que haya usado ese lugar para hablarnos de la capacidad de abrirse a todos los hombres de buena voluntad que quieran habitar nuestro suelo”. Y agregó que tenerlo en Paraná “fue una bendición enorme que la tenemos que seguir agradeciendo y quiera Dios que la tengamos presente en nuestra historia cotidiana”.
“Ese día se acumularon muchas emociones. Nos llevaron y nos bajaron frente a la Catedral. Después nos llevaron al aeropuerto. Era impresionante la cantidad de gente. Sinceramente, no pensé que iba a haber tantas personas. Muchos querían sacarse fotos con nosotros. Fue algo grandioso y la invitación vino de sorpresa porque somos gente de campo”, expresó Beto Poh.
A 33 años de aquel gran episodio para la provincia, Silvia y Beto (casados hace 39 años y con dos hijos, Adrián y Alcides) recuerdan con alegría aquella emblemática foto, en la cual con ropa de paisanos le regalaron un mate con bombilla a Juan Pablo II. Esta imagen no sólo inmortalizó un momento histórico sino que también recorrió el mundo.
“Fuee una bendición enorme que la tenemos que seguir agradeciendo y quiera Dios que la tengamos presente en nuestra historia cotidiana”. Cardenal Estanislao Karlic
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