Primero fue una mención destacada en la Fiesta Nacional del Chamamé, en Corrientes; luego, se le puso su nombre al espacio de prensa en el Festival del Chamamé, en Federal. Son manifestaciones de respeto hacia Mario Alarcón Muñiz, emblema de los periodistas independientes, generoso divulgador de la cultura comarcana, comprometido defensor de la lucha ambiental, fallecido el sábado 26 de octubre de 2019 a los 80 años de edad.
Además de haber tenido que ver con el surgimiento y la consolidación de numerosos proyectos en medios escritos, radiales y televisivos en Gualeguay, Concordia y Paraná, Alarcón Muñiz fue dejando, sin procurarlo expresamente, una estela de discípulos que lo han tomado como referencia vital y profesional.
Periodista de méritos fuera de lo común, su clara perspectiva ideológica y su formación lo fue convirtiendo en una molestia para los que pensaban que la prensa y la comunicación eran un mero ornamento, el escenario de un simulacro, un mercado persa donde se impone la ley del mejor postor.
Dejó para los curiosos e inquietos el libro “Entrerrianías” y el programa radial “La Calandria” (que también tuvo su versión televisiva, por cierto), cuyo legado mantienen vigente Soledad Castañares, junto a Lautaro y Lisandro Alarcón, dos de sus hijos.
Culto y popular
En la obra “Entrerrianías”, Don Mario se luce como ilustrado provinciano. Esos textos empezaron siendo el guión de un recordado microprograma que se emitió por LT 14, pero su habilidad narrativa los adaptó de tal forma al nuevo continente que parecen relatos hechos especialmente para un libro. Con estilo propio, el material es una galería de los conocimientos, las costumbres, las luchas, las formas de ser y sentir de los de tierra adentro, los modos regionales, que se desgranan en función de investigaciones y recopilaciones de temas históricos, folclóricos, costumbristas. Quien lo haya leído debe haberse deleitado con las leyendas, sucedidos y anécdotas, acuarelas que semblanteaban con respetuoso cariño a las mujeres y los hombres de los imaginarios pagos que habitó, no importa si anduviera en mocasines, zapatillas o alpargatas.
De trato amable y generoso con sus conocimientos, amante e historiador de la cultura regional en sus más diversas manifestaciones, Alarcón Muñiz había nacido en Victoria en 1939. Desde joven se dejó seducir por un encanto de papel y tintas. Se graduó en la Escuela Superior de Periodismo de Buenos Aires. Fue jefe de Redacción del diario El Debate de Gualeguay, cofundador y director de LT 38 de Gualeguay, colaborador de El Diario de Paraná, director del diario Concordia, director de Canal 9 Televisora Entrerriana y director periodístico de la Agencia Periodística Federal, la primera agencia entrerriana de noticias. Fue, además, colaborador en numerosos medios entrerrianos.
Siempre, su pluma voló comprometida y, si bien hizo gala de un seguimiento meticuloso de las noticias, era habitual que le aportara la gema de un agudo sentido de la interpretación y la contextualización.
Otro carácter de Alarcón Muñiz fue su espíritu emprendedor: siempre con ganas de hacer cosas, de intentar nuevas aventuras de la comunicación. Al menos fue así hasta que su salud se fue desgastando. Por ejemplo, fue uno de los fundadores, junto a historiadores, cooperativistas, periodistas, docentes y artistas del centro de estudios artiguista Junta Abya yala por los Pueblos Libres. Y, corresponde reconocerlo, uno de los principales impulsores de que la avenida Rivadavia en Paraná se reponga del castigo disciplinante porteño y vuelva a ser “Alameda de la Federación”.
Colorida expresión
Por suerte, las tecnologías digitales permiten rememorar su voz de abrazo fraternal, de inconfundible fraseo, de río que pasa y baña, contándonos historias de cielitos, guazunchos, poetas y ranchos de pajabrava; milongas, yacarés, musiqueros y solapas; flor de irupé, chamamés, timbó y lobizones.
Mario Alarcón Muñiz deja un preciado legado en el periodismo, en la política ciudadana y en la cultura comarcana. Su nombre sigue resonando entre los integrantes de asambleas ambientales, en los foros, en la rueda de artistas, entre docentes y estudiantes.
Dicho en público por el magistral acordeonista, Raúl Barboza esperaba visitar Paraná porque cuando Don Mario lo entrevistaba creaba unos climas que hacían que el músico correntino contara cosas que ni sabía que lo habitaban. No debe existir mayor elogio para un periodista que, si está sometido a una prueba de fuego, consagratoria, es la de aprender a protagonizar momentos únicos, inolvidables, en el que entrevistado y entrevistador se enhebran en la celebración íntima de la palabra sentida.
De paso firme, decidido, siempre tenía tiempo para charlar un rato, en un encuentro callejero, mientras recorría el camino desde su casa, a metros de la plaza Carbó, hasta Radio UNER, la emisora que prestigió y que lo acogió amorosamente.
Tantos amigos ha cosechado en la vida diaria, arriba y abajo de los escenarios, entre las audiencias, que su presencia esbelta, elegante y sencilla, es profundamente extrañada, tanto como su risa y su sentido del humor, su solidaridad y compañerismo. A cada rato, da la nostálgica impresión que, en cualquier momento, puede irrumpir en el aire este caballero con su clásico “¡hola, ñande gente porá!”, para dejar inaugurado un nuevo episodio de cultura entrerriana.
Redaccion Mirador Entre Ríos