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Cuando la música es más importante que el mercado

Shagrada Medra, el emblemático sello fundado por Carlos Aguirre, Luis Barbiero y Ramiro Gallo, subió su catálogo completo a las principales plataformas digitales

A principios de los años 90, como consecuencia de la crisis económica, las compañías discográficas implementaron una drástica política de ajuste. Además de recortar gastos y despedir personal, rescindieron los contratos de artistas emergentes y frenaron la búsqueda de nuevos talentos. A la vez, aprovecharon el abaratamiento de costos que significó el pasaje del vinilo al CD y reeditaron en este formato los trabajos de sus artistas consagrados.

Después de un primer momento de desconcierto, artistas de diferentes géneros —rock, tango, jazz, folclore— comenzaron a pensar en la forma de editar su propio material. La apertura de la importación, al mismo tiempo que arruinó la industria nacional, puso en circulación a precios accesibles la tecnología -pequeñas consolas, micrófonos, procesadores de sonido- que permitían grabar un disco de manera casera. Hasta ese momento grabar un álbum solo resultaba posible en un estudio profesional y los costos, astronómicos, eran absorbidos por las compañías. Pero ese estado de cosas era parte del pasado. En los años siguientes, los sellos independientes albergarían las propuestas más ricas e innovadoras de la música argentina.

Por aquellos años, Carlos Negro Aguirre, Luis Barbiero y Ramiro Gallo compartían proyectos musicales y el alquiler de una casa en Paraná. Barbiero, Gallo y Martín Vázquez tenían un trío de tango, y Aguirre, uno de latin jazz llamado Nube Negra. Cansados de no obtener respuestas de las compañías a las que llevaban sus demos, comenzaron a pensar en una casa editorial propia, y así nació Shagrada Medra, con el casete del trío Vázquez-Gallo-Barbiero titulado Barrio tranquilo, su primer lanzamiento, publicado en 1994.

Veintiséis años y cuarenta discos después, Aguirre, Barbiero y Gallo pueden sentirse orgullosos de su emprendimiento, materializado en un catálogo exquisito que integran alrededor de ochenta artistas de distintas extracciones musicales y procedencias. La semana pasada, Shagrada Medra anunció que toda su producción se encuentra disponible en las principales plataformas digitales: Spotify, I Tunes, Deezer, Amazon, Tidal y Claro Music, entre otras.

El lanzamiento oficial del catálogo al mundo digital tuvo lugar el miércoles pasado a las 22, en el canal de YouTube del sello, con la presentación del soberbio Crema (2000), del Carlos Aguirre Grupo. Todos los miércoles a la misma hora se presentará un disco del catálogo y la transmisión, que será abierta al público, contará con la participación de los artistas.

Carlos Aguirre, Ethel Koffman, Claudio Bolzani, Martín Neri y Fernando Silva conversaron con Cultura y Libros sobre los orígenes de Shagrada Medra, su dinámica de trabajo y el salto que representa poner el catálogo a disposición del mundo entero.

—¿Cuál fue el origen de Shagrada Medra?

—(Carlos Aguirre) A comienzos de los 90, Luis Barbiero, Ramiro Gallo y yo alquilábamos una casita en Paraná, y además de compartir proyectos musicales, charlábamos mucho sobre las posibilidades de editar nuestros propios discos. En aquel momento los sellos grandes comenzaron a ignorar, quizás no por completo, la producción musical menos comercial, por decirlo así. Fue un cambio de política, decidieron poner toda la plata y la energía en artistas ya consagrados. Y nosotros teníamos la necesidad de editar nuestra música, de dejar un testimonio de lo que estábamos haciendo. Eso nos llevó a investigar la manera de armar nuestro propio sello. Shagrada Medra surgió de esa necesidad.

—(Claudio Bolzani) Mi acercamiento al sello se dio a fines de los 90, cuando el Negro estaba organizando un ciclo de conciertos con compositores de distintos puntos del país. Esos conciertos se hacían en el bar La Muestra y la producción corría por cuenta de Carolina Garralda, mi compañera. Entonces, todos los músicos que venían a tocar paraban en mi casa. Así fue como empezamos a pasar mucho tiempo juntos y pude conocer a los compositores que traía el Negro, artistas como Juan Quintero y Coqui Ortiz. El primer proyecto en el que participé dentro de Shagrada Medra fue el álbum Luz de agua (2000), y la idea surgió en alguna de esas juntadas, en las que también estaban Fernando Silva y Seba Macchi. Se dio todo de manera natural, familiar diría. Pero creo que tanto el Negro como Luis Barbiero y Ramiro Gallo, los fundadores de Shagrada Medra, tuvieron siempre la idea de que el sello no fuera solo un canal de difusión para sus propios discos, sino para un montón de artistas que andaban dando vueltas y con los que había una afinidad estética y humana.

—(Aguirre) El ciclo del que habla Claudio fue muy importante. Los primeros conciertos de Juan Quintero y Coqui Ortiz en Rosario se dieron en ese ciclo.

—(Fernando Silva) La cuestión humana es central. Cuando terminé el colegio en San Jerónimo Norte, me fui a Paraná a estudiar música y tuve la suerte de caer en la casa de una familia amorosa, la de Luis Barbiero, que me abrió sus puertas y su corazón. Ahí lo conocí al Negro y empezamos a compartir música, charlas y proyectos.

—(Martín Neri) El sello tiene más de cuarenta artistas y el catálogo más de ochenta títulos. Desde su fundación, el común denominador fue apuntar al oyente, no al consumo. Desde lo musical la propuesta es muy variada, pero tiene como eje el cuidado del plano artístico, desde la gráfica de los discos hasta la forma en que el material se presenta al público. Hay una búsqueda en la que lo más importante es la música y no el mercado. Eso siempre me sedujo de Shagrada, no hay especulación, hay buena música. Yo me sumé al proyecto con mi disco Matriz del agua, en 2015. En algún momento le mostré al Negro las canciones del disco con la idea de invitarlo a que grabara en algún tema. Él me dijo que quería grabar en todos y que el disco tenía que salir por Shagrada Medra.

—Considerando que se trata de un colectivo integrado por alrededor de ochenta artistas, ¿cómo es la dinámica de trabajo?

—(Aguirre) Cuando aprendimos el camino de cómo editar un disco y habíamos, de alguna forma, saciado nuestras necesidades personales de publicar nuestros trabajos, pensamos que había mucha gente en la misma situación. Y como ya teníamos el conocimiento de cómo hacerlo, podíamos ofrecerles a los artistas el acompañamiento para realizar sus proyectos. El sello nunca tuvo dinero para bancar una grabación y edición, pero sí podíamos aportar nuestra experiencia, ya sea en un estudio de grabación o en los trámites que hay que hacer para publicar un álbum. Todo se fue dando de manera muy natural, por afinidades afectivas y estéticas. Eso hace que sea relativamente fácil traccionar el proyecto, porque todas las personas que lo integramos nos conocemos mucho y hemos colaborado mucho entre nosotros en todos los proyectos. Además de encontrarnos a comer, y todo eso (risas).

—(Bolzani) Shagrada Medra no es una productora. Los músicos graban sus discos y se incorporan al catálogo, y el sello se encarga de la distribución. Cada artista se encarga de llevar a sus conciertos los discos del catálogo y de difundir toda la producción. Se armó una red, y lo interesante es que esa red se armó, como dice el Negro, por afinidades estéticas y afectivas. Empezó siendo un proyecto de música regional, pero con el paso de los años el espectro creció muchísimo.

—(Ethel Koffman) Si bien Shagrada Medra tiene ya muchos años, este colectivo, como tal, se armó hace muy poco y eso tuvo que ver con la posibilidad de conectarnos de manera virtual a pesar de vivir en lugares diferentes. El sello tiene la dinámica de un colectivo, es decir, un grupo de artistas con un propósito grupal y un objetivo claro. Cada artista que participa, multiplica la difusión de la música del sello. Todo esto tiene que ver con la figura del Negro, tan convocante y generoso, que piensa los proyectos en beneficio de muchos. Todos participamos y los beneficios son recíprocos, cada artista del sello beneficia al resto porque acerca un público nuevo.

—¿Cómo se tomó la decisión de subir al catálogo a las plataformas digitales?

—(Bolzani) Para mí todo este asunto es muy nuevo, pero los músicos más jóvenes están más habituados al tema de las plataformas digitales. Creo que va a estar buenísimo, sobre todo porque este lanzamiento al mundo digital está muy apoyado por los artistas del catálogo. Y eso hace que se multiplique la difusión de toda la producción.

—(Neri) La decisión se tomó de manera conjunta. Ya estábamos en plena pandemia, así que se organizó un encuentro por Zoom y el asunto fue debatido entre todas las personas que integramos el proyecto. Tenemos dos amigos de Rafaela, Matías Beltramino y Guillermo Hergenrreder, que están muy informados sobre cómo operan las plataformas digitales. Ellos fueron muy útiles en todo el asunto porque la idea siempre fue que el sello tuviera el control de lo que se sube. No queríamos solamente colgar los discos en Internet, sino saber y controlar cómo se defienden los derechos de reproducción y todo eso.

—(Silva) La idea de subir el catálogo a las plataformas también surgió naturalmente. Esta es una época en la que los discos están quedando atrás y nosotros queríamos que la música del catálogo estuviera al alcance de todos. Queríamos actualizarnos y hacer que Shagrada Medra pegara un salto. Y la verdad es que todo esto nos acercó mucho, me refiero a todos los artistas que integramos el sello. Se abrió el juego. Para cada uno de nosotros tiene mucho valor poder compartir toda esta música. Y esto posibilita llegar a un público mucho más numeroso.

—(Aguirre) Quizás deberíamos haber dado este paso mucho tiempo atrás, pero Luis Barbiero y yo teníamos cierta resistencia al tema digital porque siempre nos pensamos como un sello editor de discos físicos. Siempre creímos que con un disco se da otra forma de comunicación con el público. Pero hay momentos en que la realidad te muestra que hay tomar nuevos caminos. Y observamos que las plataformas digitales son la primera fuente de escucha musical de la mayoría del público. Dar el paso a la distribución digital podría haber sido un trámite, un servicio más que prestarles a los artistas. Pero nos pareció que, además, era una oportunidad para hacer más tangible la conformación colectiva del sello.

—(Koffman) En lo personal, a mí me pasa algo muy emocional con todo esto. Me conmueve mucho la fuerza grupal del proyecto, sobre todo en un momento como este, de tanta soledad. Hace poco leí algo que dijo el Negro en una nota, sobre cómo este sello es también un legado y un testimonio. Por lo general, no tenés conciencia de la dimensión que tienen las cosas que estás haciendo cuando las estás haciendo. Y pensar esto desde una perspectiva más amplia es muy gratificante porque excede los proyectos individuales. Y en un colectivo de estas características, la fuerza de los demás integrantes te da fuerza a vos. Es muy emocionante y movilizador.

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