El Kremlin no renovó el lunes pasado su participación en el pacto firmado hace un año para crear un corredor seguro que permitió sacar de la zona de conflicto casi 33 millones de toneladas de granos, incluyendo 725.000 toneladas para el Programa Mundial de Alimentos de la ONU destinados a la población de Afganistán, Etiopía, Kenia, Somalia, Sudán y Yemen.
Más allá de la ayuda directa a estos países necesitados y la venta a otros en vías de desarrollo en África y Medio Oriente, el desbloqueo a las exportaciones fue clave para bajar los precios mundiales en el trigo, maíz, cebada y aceite de girasol.
Pero esta tendencia se revirtió tras la suspensión del acuerdo: en el mercado de Chicago, principal plaza de productos primarios, el trigo llegó a subir 8,5% el miércoles, el mayor salto diario en un año, para luego estabilizarse y cerrar con un incremento semanal del 4%, cifras similares al maíz.
“La invasión a Ucrania provocó la interrupción de los envíos marítimos de cereales, lo que disparó los precios de los productos básicos, contribuyendo a una crisis alimentaria mundial, agravada por otros factores como la pandemia Covid-19 y la sequía. Poco después de la puesta en marcha de la iniciativa en el mar Negro, los granos empezaron a fluir desde la región y vimos bajar los precios mundiales”, explicó a Télam David Ortega, profesor de la Facultad de Agricultura y Recursos Naturales de la Universidad Estatal de Michigan (Estados Unidos).
“La finalización de esta iniciativa supone una importante amenaza para el hambre y los precios de los alimentos en el mundo. Muchos países del norte de África y Medio Oriente dependen de esta región para el suministro de cereales y otros granos. Juntas, Rusia y Ucrania suministran una cuarta parte del trigo mundial y tres cuartas partes del aceite de girasol, que se utiliza en muchos productos alimentarios procesados”, añadió el economista especializado en alimentación.
La situación se agravó con los ataques rusos contra los almacenes de grano e infraestructuras cruciales en los puertos del sur de Ucrania, sobre todo en Odesa y Mikolaiv, realizados bajo el argumento que Kiev aprovechó el blindaje que generó el pacto para almacenar insumos militares.
“Nos vemos obligados a señalar que, durante el año en que el acuerdo estuvo vigente, el régimen de Kiev acumuló importantes capacidades militares-industriales, de combustible y de almacenamiento en las zonas de sus puertos”, dijo el embajador adjunto ruso ante la ONU, Dmitri Polianski, ante el Consejo de Seguridad.
Una de las justificaciones del Kremlin para suspender su participación del pacto es que el alimento no estaba siendo destinado a los países que más lo necesitan, tal como se había convenido, situación que las estadísticas de la ONU parecen en principio avalar: el 57% de los cargamentos fueron hacia países en vías de desarrollo y un 43% a naciones desarrolladas.
Sin embargo, los especialistas alertan sobre lo capcioso de ese dato, ya que “es importante señalar que la carga puede ser procesada y reexportada desde el destino primario”, indicó Ortega, que en un análisis de la información disponible concluyó que los países en desarrollo obtuvieron la mayor parte de las exportaciones: 51% del maíz, 65% del trigo, 82% del aceite de girasol y 64% de la cebada.
Maurizio Zanardi, docente y director de la Escuela de Economía de la Universidad de Surrey (Reino Unido) explicó a esta agencia que además las exportaciones a los países de Europa tienen un “efecto” sobre los precios mundiales que benefician a otros mercados.
“Los datos muestran que muchas exportaciones se dirigieron a la Unión Europea (UE). Sin embargo, los mercados de estos cereales son internacionales, por lo que el efecto que estas exportaciones tienen sobre los precios es en cierto modo independiente del destino de la mercancía”, afirmó.
“Si la demanda de la UE se satisface con exportaciones de Ucrania, habrá más disponibilidad de otras procedencias en los mercados de cereales y de ahí el efecto tranquilizador sobre los precios mundiales”, ejemplificó.
Otros de los argumentos de Rusia para irse del acuerdo parece tener más sustento: el Kremlin afirma que no se cumplió un pacto firmado en paralelo para vender sus fertilizantes, también claves para el sector agrícola mundial.
En ese sentido, exige que vuelva a estar operativo el ducto que une la ciudad rusa de Togliatti con Odesa, utilizado para la exportación de amoníaco, un componente esencial de los fertilizantes.
“Hasta la fecha, no se exportaron fertilizantes, incluido el amoníaco, en el marco de la iniciativa”, reconoció la ONU en un comunicado del 10 de julio pasado.
Si bien las sanciones de Occidente no afectan directamente a los productos agrícolas rusos, sí dificultan las operaciones con otros sectores vinculados a su venta y transporte, como las empresas navieras, bancos y aseguradoras.
Con vistas a futuro, está la posibilidad de profundizar el uso de la vía terrestre como ruta alternativa para sacar el grano de Ucrania, pero no hay infraestructura para movilizar tanta carga y esto elevaría los costos.
Además, existe el recelo de cinco países vecinos (Bulgaria, Polonia, Hungría, Rumania y Eslovaquia) que no quieren impedir el tránsito por sus territorios, pero tampoco desean que los productos se metan en sus mercados y afecten a sus productores, por lo que mantienen un veto a la importación de grano ucraniano que buscan sea extendido por la UE hasta fin de año.
Las autoridades ucranianas, en tanto, indicaron que confían en que podrán mantener la exportación a través de sus tres puertos en el mar Negro, aunque Rusia ya no garantice un corredor seguro.
En ese sentido, el presidente Volodimir Zelenski aseguró ayer que habló por teléfono con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, sobre “las etapas prioritarias y futuras necesarias para el desbloqueo y explotación duradera del corredor cerealero en el mar Negro”.
Pero el Kremlin ya alertó que considerará como posibles blancos militares a todos los cargueros que se dirijan en ruta a Ucrania y el jueves realizó ejercicios navales con disparos de misiles reales en la zona, lo que dificulta la viabilidad del plan de Kiev.
“La participación de Rusia es crucial. Sin la garantía de un paso seguro, será demasiado arriesgado para las navieras operar en la región”, afirmó Ortega.
“Decir que cualquier barco será considerado objetivo militar es una clara señal de lo que está por venir”, coincidió Zanardi.
Con todo esto, la mayor esperanza está puesta en el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, quien se mostró optimista de lograr una prórroga al “hablar en detalle” con su homólogo ruso, Vladimir Putin, en un encuentro previsto para agosto.
El mandatario turco también dialogó el viernes con Zelenski para “coordinar los esfuerzos para reanudar las operaciones del acuerdo cerealero”, dijo el presidente ucraniano.
Turquía ya fue junto a la ONU la mediadora para la firma del pacto el 22 de julio del año pasado y renovado desde entonces, aunque con mayores dificultades para su implementación en meses recientes: las exportaciones alcanzaron un máximo de 4,2 millones de toneladas en octubre de 2022, pero sólo fueron de 1,3 millones de toneladas en mayo pasado. (Télam)