Cada vez que se levanta a la mañana, Carlos Aguirre tiene frente a los ojos el inabarcable río Paraná. El misterio de esa inmensidad acuática que comunica la región del Litoral con su diversidad de culturas, hábitos y territorios inspiró el sorprendente álbum La música del agua. El proyecto, uno de los más personales del pianista, arreglador y compositor entrerriano, que presenta mañana en el CCK, revisita la obra de grandes íconos de la música litoraleña con piano y voz.
“A pesar de vivir en el Litoral, siempre tuve curiosidad por muchas otras músicas. Uno a veces naturaliza las cosas que tiene al lado. Por eso como músico necesitaba ahondar más en el género. Desconocía muchas obras que son importantes para mucha gente en la región. Me encantó embarcarme en este proyecto y pescar nombres y obras del repertorio litoraleño que había escuchado toda la vida, pero por ahí no sabía de quiénes eran”.
Al principio, Aguirre no sabía por dónde empezar. Fue una pesquisa de cinco años en busca de archivos, partituras y viejos vinilos que formaban parte de la discoteca de amigos y familiares. “Mis padres, por ejemplo, tenían una discoteca de amplio espectro no solo de música del Litoral. Mi mamá era fanática de la ópera y la música clásica. Mi padre era más reo, le gustaban el tango, el jazz y la música brasileña. Ellos nos enseñaron muchos cosas. Por ahí tenías un disco de Aníbal Sampayo tocando arpa paraguaya y en el anaquel de al lado, uno de Art Tatum. Toda esa mezcla convive en mí”, cuenta el pianista.
El disco se gestó en medio del cuidado de sus padres, acompañándolos en el proceso de su enfermedad. La situación personal casi lo obliga a dejar la música durante un largo período. En los resquicios de los tiempos que quedaban entre el cuidado de sus padres, el Negro Aguirre empezó a escuchar canciones, tomar anotaciones y empezar un trabajo de recopilación de autores como Ramón Ayala, Chacho Müller y Aníbal Sampayo, tres músicos icónicos de la región. “En el Litoral hay unos poetas enormes, pero que no tuvieron como intención ser musicados, como el caso de Juanele Ortiz, que tiene formas muy libres. Pero están las obras de Ramón Ayala, Aníbal Sampayo y Chacho Müller, que reúnen una voz literaria con peso y que a la vez son grandes músicos”.
A los tres compositores los conoció personalmente. Su primera participación en un vinilo fue en el disco de Ramón Ayala llamado El Gualambao. “Era un vinilo todo verde donde lo acompañaba el grupo Maíz. Polo Martí, uno de los músicos, me invitó a grabar con ellos ‘Pan del agua’ (tema incluido en este disco)”. Con Chacho Müller trabajó en los arreglos musicales del álbum Monedas de sol (1988), que fue su disco póstumo. “Como al principio no me tenía confianza, me fui a vivir a su casa. Armó una piecita en el fondo y al principio me golpeaba la puerta a cada rato para saber lo que estaba escribiendo. Felizmente se relajó y fue una experiencia muy fuerte para mí”. Mientras que con el compositor uruguayo Aníbal Sampayo estableció una relación más familiar. “Lo conocí por el Zurdo Martínez, que me dijo que Aníbal andaba con ganas de grabar un álbum nuevo. Le habló del sello nuestro, Shagrada Medra, y a partir de ahí se generó un vínculo hermoso con él”.
Cada uno de estos autores aporta un color distintivo a ese mapa sonoro del Litoral. “Son bien distintos. El Chacho tiene un color borgeano en sus canciones y un ambiente medio brumoso, como una suerte de impresionismo litoraleño. La obra de Aníbal es de un compromiso social fuerte. Él se mete dentro del hombre que vive en el río. Ramón Ayala es como el misterio de ese paisaje, la abundancia de la naturaleza, esa cosa exuberante que aparece en esas grandes melodías”.
Estos tres compositores fueron el punto de partida. En el camino, Aguirre se encontró con otros tesoros musicales, como el pianista Edgar Romero Maciel y la dupla con el poeta Alberico Mansilla; el Litoral de los nuevos compositores, como Coqui Ortiz, Luis Barbiero, Matías Arriazu y Silvia Salomone, o la impronta de Alfredo Zitarrosa.
“Cuando me puse a escuchar a Edgar Romero Maciel me di cuenta de que conocía su obra, pero no sabía que era de él. Esa dupla que hizo con Alberico Mansilla para mí sería equiparable a las duplas del estilo Falú-Dávalos. También escuché un montón de obras de gente que no es del Litoral, pero que trabajó sus temáticas, como Zitarrosa; María Elena Walsh, que tiene unas chamarritas bellísimas con Oscar Alem, o los chamamés de Carmen Guzmán”.
Grabado en vivo en la Sala Sinfónica del CCK, este disco del Negro Aguirre en piano y voz dialoga sorprendentemente con materiales del cubano Bola de Nieve, los discos a dúo de Nana Caymmi y César Camargo Mariano y el vinilo Al calor de la tierra, de la pianista Hilda Herrera. A partir de la atmósfera de esos materiales, Aguirre grabó doce canciones que trazan la originalidad del repertorio litoraleño. “Este es un recorte de una región cultural con realidades comunes que no tienen nada que ver con las divisiones políticas. Hay una cultura litoraleña que abarca Brasil, Paraguay, Uruguay y la Argentina. Es un Litoral expandido -concluye Aguirre-, tomando lo fuerte de nuestra identidad y el diálogo con otras músicas”.
Por: Gabriel Plaza La Nacion